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MARCELINO MENÉNDEZ Y PELAYO: «MI PATRIA AL SERVICIO DE DIOS»

Discurso pronunciado por Estefany Carolina Iraheta Calderón,
alumna de bachillerato del Colegio Centroamérica,
en la Academia Salvadoreña de la Lengua,
dentro del programa «Honrar la Lengua».

 

Estimados asistentes:
Quiero en esta ocasión presentar a ustedes un pequeño discurso sobre la vida, obra y datos relevantes acerca de Marcelino Menéndez y Pelayo.
Marcelino Menéndez y Pelayo fue un escritor, filólogo, crítico literario e historiador de la lengua española, nacido en Santander, España, el 3 de noviembre de 1856. Pese a que fue político de profesión, dedicó gran parte de su vida a actividades como la filosofía, la poesía y la traducción, ya que dominaba ocho lenguas, entre estas, las clásicas y las modernas.
Estos factores lo llevaron a convertirse en adalid ideológico de todos aquellos que añoraban desde la iglesia ortodoxa, recuperar el antiguo régimen monárquico de España.
Ingresó al Instituto Cantábrico con sólo diez años de edad, en 1866, para realizar los cursos de bachillerato; allí, durante los dos primeros años, se impartían las asignaturas de Latín, Castellano, Doctrina Cristiana e Historia Sagrada.
Ingresa en 1871 a la Universidad de Barcelona para cursar la carrera de Filosofía y Letras, donde conoce y entabla amistad con su compañero de estudios Antonio Rubló Lluch. Dos años más tarde, en 1873, traslada sus estudios universitarios a la Universidad de Madrid, universidad a la cual bautizó como su segunda madre por haberle visto crecer y convertirse en profesional. Obtuvo su cátedra de Literatura en dicha universidad en 1878.
Luego de haber obtenido su Doctorado y Licenciatura en Filosofía y Letras, y haber recibido la cátedra de Literatura en dicha universidad, es escogido como Académico por la Real Academia Española de la Lengua, y debido a su gran potencial, también sería codiciado por otras instituciones de gran renombre para la época, como la Academia de la Historia, la de Bellas Artes en San Fernando, y la de Ciencias Morales y Políticas; siendo así el único español para la época que formó parte de las cuatro instituciones. En 1898 se convirtió en el Director de la Biblioteca Nacional de Madrid, cargo que desempeñó hasta el día de su muerte. Además, fue Senador y Diputado para la Real Academia Española de la Lengua.
Su entrada en el polígrafo fue con la publicación de su primer libro, la Historia de la Ciencia Española, en 1878, en la cual defendía benevolentemente las tradiciones científicas españolas de la época.
Entre los años 1880 y 1882 se publica uno de sus libros más representativos bajo el nombre de Historia de los Heterodoxos Españoles, donde equiparaba el concepto de ortodoxia comparado al espiritualismo nacional que España tenía por entonces.
Marcelino Menéndez y Pelayo tenía una memoria prodigiosa, que permitió que dentro de sus trabajos se dieran paso la metodología de Hippolite Taine, uno de sus colegas más allegados, y el historicismo romántico de Johann Gotfried Herder, quien era uno de sus más admirados artistas. Por lo tanto, su visión se consideró, y se sigue considerando hasta hoy en día, como una curiosa síntesis entre idealismo y positivismo, y casticismo y europeísmo.

Durante sus últimos días, según las cartas que Menéndez y Pelayo redactó para sus personas más allegadas, afirmaba que podía sentir la muerte en cualquier parte a la que iba. Emprende un viaje desde Santander hasta Madrid habiéndole enviado previamente una carta a su hermano Enrique, médico de profesión, explicando su estado de salud, el cual se había visto reducido a usar una dentadura postiza debido a que no podía ingerir nada más que alimentos blandos; tenía problemas con los riñones, entre otros padecimientos.
En enero de 1912 concede una entrevista a la revista de archivos aceptando y declarando que sus facultades físicas y de salud ya no le permiten continuar con sus actividades; en marzo, envía una carta a uno de sus mejores amigos, Juan Esteirich, hablando esperanzadamente de su recuperación, carta en la que se veía su fe en recuperarse, y su anhelo de poder volver a realizar todas aquellas actividades que le apasionaban tanto. Sin embargo, el contexto cambia demasiado para cuando le escribe dos meses más tarde a dos de sus colegas más allegados, Bonilla y San Martin, en la que les decía: «Los doctores dicen que voy avanzando, y quisiera creerles……».
Y con justa razón no les creía: Marcelino Menéndez y Pelayo murió el 19 de mayo de 1912 en su ciudad natal de Santander, municipio al cual legó su biblioteca personal, que contaba con más de 40,000 volúmenes. Su paisano Oscar Herrera Oria describe su labor de forma lapidaria, diciendo: «Marcelino Menéndez y Pelayo consagró su vida a su patria, y quiso ponerla al servicio de Dios».
Agradezco a Dios, a mis padres, a las personas que hicieron posible este evento, y a aquellos que nos honran con su grata presencia. Me siento muy agradecida de haber tenido la oportunidad de compartir con ustedes este pequeño discurso. Vivir este proceso me ha permitido crecer en todos los ámbitos, porque ahora tengo más herramientas que me permitirán estar mejor preparada para la vida.
Les deseo una feliz tarde.

 

 

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