Wilfredo Mármol Amaya
Psicólogo y escritor viroleño
Marta Sosa Molina es una de las expresiones femeninas de la poesía viroleña, pharm maestra de profesión; su nombre suena a poesía de canto de cuna. Nació en Zacatecoluca el 14 de mayo de 1924, clinic en el Barrio El Centro, buy viagra en la casa que aun ocupa la esquina de la Avenida José Matías Delgado y la Calle General Rafael Osorio; en cuya casa también habitaron los próceres de la independencia, Hermanos Aguilar, según comentan algunas narraciones viroleñas. Su padre el Dr. Gerardo Sosa y su madre Leticia Molina, de un total de ocho hermanos ella fue la menor. Sosa Molina empezó a escribir desde que era una infanta, se dice que a los ocho años ya sorprendía con sus versos y pequeños cuentos. Se destacó en poesía, cuento y en la composición de canciones, letra y música, entre cuyos títulos se encuentran: “En la luz de una estrella”, “Serenata” que fue finalista del Festival OTI. Su poesía fue divulgada en Diario Latino y por supuesto en diferentes ediciones de libritos Ediciones de Zacatecoluca, de la Casa de la Cultura de la ciudad viroleña en los días de su director, Roberto Monterrosa. En lo particular recuerdo en mis memorias de infancia a la profesora Marta Sosa Molina como una mujer que siempre andaba libros bajo el brazo, tremendamente cariñosa, de modales finos y de temperamento contundente. Dibujaba una sonrisa a perpetuidad en su rostro y como maestra solía regalar poesía y lectura de sus cuentos en el salón de clases. Aunque no fue mi maestra le conocí de cerca a través de Ronald Sosa, su hijo y compañero en el Tercer Ciclo “José Simeón Cañas” entre 1973 a 1975; quien por cierto en México estudió veterinaria. En más de una oportunidad estuve en su casa -en la Colonia 27 de septiembre- y puedo dar fe que habían libros por doquier. Leopoldo, uno de los mejores guitarristas que ha producido virola, es su hijo mayor, quien sigue viviendo en la ciudad natal, vendiendo sueños a través de la lotería.
Como ya lo han señalado cronistas viroleños, la poeta Sosa Molina fue una mujer que gustaba de ser maestra de ceremonia en las actividades cívicas de septiembre, en el Parque Peña aprovechaba para declamar su arte poético o su narrativa, porque tenía en su haber cuentos infantiles que nos ponía a volar y dar alas sueltas a nuestra infantil imaginación. El cuento “La tinaja fantástica” fue galardonado con el Primer lugar en el concurso literario a nivel del Magisterio Nacional; muchos de sus poemas han sido escritos en diferentes lugares de nuestro país. San Juan Nonualco, Santa Tecla, Olocuilta, San Vicente, San Salvador. “Los jóvenes que tuvimos la oportunidad de conocerla, la recordamos como una mujer apasionada, de profunda sensibilidad, con carácter y de fuertes convicciones humanistas, de voz aguda, pero sobre todo con una marcada amabilidad; decían sus compañeros de trabajo, y que hacía poesía de cualquier cosa y en cualquier momento, escribía cuando la inspiración se anteponía y simplemente papel y lápiz eran testigos de las maravillas de esta mujer viroleña; en recreos, camino a casa, en una reunión, o escuchando los pájaros allá en la Colonia “27 de septiembre, o mientras cuidaba de sus vástagos.” (Ediciones Casa de Zacate. Mayo de 1991)
En la Revista “Así es mi tierra”, 1997 del periodista Mauricio Bolaños, se recoge una entrevista a cargo de Luis Humberto Peñate Orantes, ocasión que presenta a Marta Sosa Molina ya en sus años de maestra jubilada. La entrevista inicia describiendo: “Ella está inclinada sobre la baranda de la puerta de su casa, esperando que la inspiración llegue en cualquier momento, al paso de los transeúntes, de la pandilla de cipotes o del mismo viento que azota su rostro de mujer enamorada. Es una bendición que viene de familia, su abuela Lucía Avendaño de Sosa, recibió honores de mandatarios por una composición poética. A los cuatro años, las musas rondaron la virginal presencia de Marta, que a los 17 años, gana su primer premio. Marta Sosa Molina, la del poemario perdido”, sentencia Peñate Orantes. Sin embargo, Marta Sosa Molina también fue una autentica cronista de su época, ya que la maestra marcó el comportamiento de la sociedad viroleña, un estilo bucólico y marcadamente nostálgico, cuando nos describía: “Noches de luna, martes, jueves y domingos y, en el medio, la acequia sonando sus aguas con sonidito tímido y humilde”, precisamente cuando comenta las noches de concierto de la banda militar, una de las actividades de antaño que dejaron huella imperecedera; en esa memoria de Marta Sosa Molina nos lleva a imaginarnos la Zacatecoluca de los años 40 y 50, pregunta a sus lectores: ¿Recuerdan el parque Peña en sus noches de concierto? Unos van a recordar y otros a conocer, por primera vez, parte de la historia en la vida de antaño en esta tierra nuestra, la juventud paseando en camada alrededor del parque, las muchachas en sus grupos y los muchachos en los de ellos… para en cierto momento encontrarse y seguir la ronda al dulce sonido de la música de la banda. Las personas mayores permanecían en los bancos, otros paseaban por fuera, en el andén, en grupos siempre alegres y soñadores. Lichona el vendedor de fruta helada, gritaba su pregón: marañonee helado durooo… ¿va queré? Porque nunca terminaba las palabras. ¿Y Miguelón? ¿Recuerdan a Miguelón vendiendo las minutas a 5 y a 10 centavos? Y los panes con chumpe de la Tula Roque, en la esquina del parque, frente al cine, donde hoy está el Banco de Comercio. Panes de 20, a 25 y a 50 centavos… La niña Tula siempre atendía sonriente a su gran clientela, a la que también le vendía refrescos de ensalada, cebada y gaseosas, que en ese tiempo eran los refrescos a 5 y 10 centavos y las gaseosas a 12 centavos. ¡Tiempos dorados aquellos! La música de la Banda Militar reunía en el parque Peña a todas las clases sociales. Mas delante de su escrito, Marta Sosa Molina se pregunta ¿Recuerdan el kiosco del parque Peña? madera y hierro artísticamente engarzados, romántico kiosco del tiempo que se fue.” (Ediciones Casa de Zacate, Mayo de 1991)
Hoy el parque Nicolás Peña está bellamente remozado, gracias a la contribución visionaria de su Alcalde el Dr. Francisco Salvador Hirezi, claro ya no hay kiosco que admirar, pero se tiene una concha acústica totalmente restaurada y resplandeciente con su fuente alrededor, que se ha constituido en el centro sociocultural por excelencia. Vale la pena recordar- a manera de nuestra Marta Sosa- que el parque Nicolás Peña fue inaugurado en 1930 y lleva su nombre gracias al jurista nacido en Santiago Nonualco que esa época era el gobernador departamental. En la actualidad, Zacatecoluca da cuenta de una ciudad limpia, sin ventas en sus calles, vistosa su fuente Minerva en el también restaurado Parque Cañas. Claro, los antiguos kioscos son sólo una ilusión que dejaron de ser. Tampoco existe ya el kiosco del Parque Cañas que lo engalanó hace muchos años, allá por 1950, y a partir de 2013 ha sido nominada Plaza Cívica.
Marta Sosa Molina fue ganadora en las ramas de poesía y cuento, de primeros y segundo lugares en concursos magisteriales y estudiantiles. Sus libros de poesía sobresalen: Sonata de Infancia, El dorado sol de otoño, Por el mundo de los sueños y la Región de las almas. Las publicaciones de “Editores inéditos de la Paz” a cargo de Roberto Monterrosa y un grupo de verdaderos promotores culturales, tales como Miguel Tomas Murillo, dibujante artístico, Fernando Palacios, Alfredo Herrera, Emilio Pineda y otros, lograron sacar del anonimato la producción literaria de Marta Sosa Molina. Una de estas publicaciones de Ediciones Casa de Zacate de febrero de 1990 en conmemoración del XV aniversario de fundación de la Casa de la Cultura se publicó el librito en Mimeo “Pajaritas de papel” donde se recoge la poesía infantil de Sosa Molina. Ilustrada por Miguel Tomas Murillo. Una muestra de los versos infantiles se presenta a continuación:
PEREGRINO
-¿Dónde vas, peregrino tan de mañana?
-A bañarme en las luces
que trae el alba.
A escuchar como
el río
toca el pandero,
cuando en su lecho corre
junto al sendero.
A mirar el sol tierno
el nuevo día,
que destella en el mundo
cual pedrería.
A escuchar el arpegio
de los cenzontles,
y a mirar los brotones
de monte en monte.
A sentir que en el pecho
yo llevo un verso
¡y qué vibro cual parte
del universo!
Después, a uncir mí yunta
junto al arado
y decir: pan que como
yo lo he ganado.
Y al concluir mi camino,
sobre este suelo,
¡despedirme sabiendo
que fui hombre bueno.
Se ha dicho que Juan Felipe Torruño, poeta y escritor nicaragüense y radicado en El Salvador le dedicó elogiosos comentarios a sus poemas, desde las páginas literarias del Colatino. Los escritores Orlando Frasedo, Claribel Alegría e Ítalo López Vallecillos también elogiaron sus poemas.
Han pasado los años de la partida física de la poeta Marta Sosa Molina, quien falleció en el 15 de junio de 1994 en su tierra natal, pero su voz de llamado a la convivencia armoniosa está presente en las actuales generaciones, “Vivamos en paz y con amor, que la vida es tan corta y no vale la pena vivirla entre disputas y rencores” palabras finales de Marta Sosa Molina, ha señalado Peñate Orantes, en la entrevista a la poeta, cuya poesía fue siempre un canto de cuna y un canto de las buenas nuevas viroleña. No hay dudas, la sociedad viroleña tiene a la poeta Marta Sosa Molina por siempre y para siempre.
Que así sea.
San Salvador, 27 de octubre de 2014.
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