MARTÍN, EL MOZO DE CORDEL
Marlon Chicas El Tecleño Memorioso
Cuenta mi madre Magdalena Chicas, que en los años 30 al 70 en Santa Tecla, era común el uso de mozos de cordel (persona que ofrece sus servicios en poblados, plazas, mercados, estaciones de transportes, etc. En el acarreo de bultos, paquetes y carga pesada en general); este solía ayudarse de un cabo de cuerda o cordel, un «mecapal”, de carretilla o carretón de madera para el traslado de mercancías dentro de la ciudad. Generalmente eran hombres fornidos sin mayor preparación escolar, conocidos como: bulteros, monchos o mecapaleros, se apoyaban de bestias de carga para dicho trabajo, por lo general se ubicaban en el costado poniente del antiguo Mercado Central de Santa Tecla, entre todos ellos sobresalió Martín, junto a su simpática compañera de vida de nombre Julia.
Martín era bajo de estatura, fornido, moreno, espesa barba y bigote, ataviado con un inseparable suéter que le mantenía en calor por las gélidas temperaturas de la época, Julia una mujer larguirucha, morena, pelo rizado y pestañas crespas de ojos negros intensos, residían en un predio para el resguardo de carretas, en lo que hoy es la Escuela Municipal de Niñas Margarita Durán.
Por el desgaste físico al que era sometido Martín, solía recetarse tremendas comilonas en el antiguo mercado de Santa Tecla, aclamado por las cocineras del lugar, quienes ofrecían lo más variado de la cocina criolla, Martín se devoraba la mitad de una gallina acompañado de una columna de tortillas, motivado por la exhortación de su compañera ¡Coma Martín coma!, por las mañanas se bebía tres botellas de leche junto a su consorte.
Otra excentricidad de Martín era tener servicio doméstico a su disposición, una joven madre quien se encargaba de la limpieza del lugar en la que Martín y Julia dormían por las noches, la joven madre pernoctaba en la parte baja del carretón, por su parte la pareja dormía en la parte superior.
En una ocasión un grupo de jóvenes en horas de la madrugada pasaron por el lugar viendo a Martín y Julia dormir plácidamente, deciden jugarles una broma, con astucia sueltan las amarras que sostiene el carretón, sacudiéndolo con violencia. Martín y Julia caen asustados al suelo entre dormidos y despiertos, llevándose la peor parte la joven madre y su bebe provocando el llanto del infante, Martín indignado comenzó a lanzar piedras e improperios a los causantes de tal broma, los cuales huyen muertos de risa.
Otra anécdota memorable de esta simpática pareja se desarrolla en una fría mañana de diciembre, cuando Julia entre lágrimas corre desesperada a la farmacia gritando ¡Martín se me muere, Martín se me muere! a lo que la farmacista pregunta cual es el malestar de salud de su compañero, entre sollozos la angustiada Julia cuenta que Martín sufre de dolor de estómago, por lo que decide darle una Alka Seltzer en seco, provocándole asfixia y poniéndole los ojos como el cadejo, gracias a Dios el incidente no pasa a más, aconsejándole la boticaria a la angustiada joven saturar a Martín de agua a fin de superar el efecto del medicamento.
Sin lugar a dudas el trabajo realizado por estos simpáticos personajes entre hombres y mujeres en la Santa Tecla del ayer, es digna de reconocer como las estampas y anécdotas de mi bella Ciudad de las Colinas.
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