Oscar Martínez
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Después de la firma de los Acuerdos de Paz, Martita trabajó en el esfuerzo de la construcción del partido político Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional (FMLN), la Secretaría de la Mujer del FMLN. Hoy en día se mantiene trabajando en la cripta de Monseñor Romero, el trabajo con las comunidades y el trabajo político en la Secretaría Nacional de Memoria Histórica del FMLN.
¡Nunca olvidaré la cárcel y la tortura a que fui sometida!, dijo Martita, alzando sus manos con su mirada firme, tan firme como lo es su voto para el FMLN; desde diferentes trincheras de lucha estuvo Martita, inclusive en el volcán de San Salvador, un frente clave para el FMLN, así como en la metro en San Salvador.
Según su partida de nacimiento su nombre es Isolina Segovia Gutiérrez, conocida en el FMLN por Marta Segovia, autenticada ya en la partida de nacimiento.
Martita nació el 4 de abril de 1945 en Moncagua, departamento de San Miguel, en el cantón Valle Alegre, en donde sus familiares tenían sus tierras. Emigró a San Salvador con su madre, hermana y tres hermanos; inició sus estudios y a trabajar para ayudar económicamente a su familia.
Para la década de los 70 ya estaba organizada en el sindicato SIDPA de la fábrica de Alimentos Diana, en donde es electa como secretaria general de la Junta Directiva Subseccional.
Martita es sobreviviente de la masacre de los estudiantes universitarios del 30 de Julio de 1975; la masacre del 28 de febrero de 1977 de los seguidores de la Unión Nacional Opositora UNO en la plaza Libertad en San Salvador; la masacre del 8 de mayo en las gradas de la catedral, así como la del 22 de mayo.
La participación y el compromiso con la lucha revolucionaria del pueblo tiene como consecuencia la captura de Martita por los Escuadrones de la Muerte, “yo corrí porque no quería que me capturaran, resignada a que tal vez me cayera una bala”.
Martita cuenta que corrió por el Mercado Central donde estaba un tambo de gas y se metió ahí y los hombres que iban tras ella la agarraron, de inmediato aventó su cartera donde andaba una cédula con el seudónimo de Laura Beatriz Gutiérrez y una pistola.
Dice Martita que la idea de tirar la cartera fue porque siempre andaban embutidos, dentro de un lapicero andaba algunas contraseñas que era con lo que comunicaban y andaba papel cebolla, que se lo comió rápido.
Recuerda que la metieron al carro, la tiraron al piso y le pusieron unos pies sobre su espalda, la vendaron y luego no supo para dónde se la llevaron.
Llegaron a un lugar y gritaban -abran la puerta que traemos a una pendeja- porque solo así la trataban, sentía los pasos como si fuera una pared falsa y los empujones no cesaban para que caminará.
A partir de ahí pensó negar todo, no saber nada, no tener familia, ser soltera ante el interrogatorio, ya con su cuerpo desnudo, vendada y atada de las manos; dice que la sacaban a media noche en un carro y decían -aquí vamos a dejar a esta, en este río, de todas formas no quiere hablar.
La tortura fue difícil para ella, fue una experiencia terrible, a tal grado que se despidió de sus hijas en su mente y de su mamá por la crueldad que ya resentía su cuerpo por la tortura, hubo un momento en que se quedó sin esperanza hasta que llegó alguien que le conocía e hizo público que la tenían ahí.
A los quince días llegó María Julia Hernández, defensora de los derechos humanos del arzobispado, con el Comité Internacional de la Cruz Roja (CICR) a preguntar por Laura Beatriz, porque le habían garantizado que ahí estaba, que un preso había llegado a declarar que ahí estaba Laura Beatriz y la estaban torturando, era un momento ya donde no podían desaparecerla, porque el CICR ya tenía los nombres, el de ella y el de muchos otros.
Entonces, la llevaron en donde estaban las prostitutas, ahí la tiraron, ahí la tuvieron hasta que llegaron los del CICR otra vez gritando ¡Laura Beatriz, Laura Beatriz! Le llevaron ropa limpia y después se la llevaron a la colonia Rábida a una casa, en donde se bañó con agua calientita.
Liberada Martita de la prisión se enteró que estuvo en la media luna de la Policía Nacional (PN), en el sótano de la PN, en la sección Caín, “ahí no existía Dios”.
El trabajo de Martita continuó en CREFAC, en donde fue capturada otra vez, pero realizaron la denuncia en el ámbito internacional y la comunidad internacional respondió de inmediato, faxearon a los de la Guardia Nacional que respetara su integridad física y su vida.
Martita vivió en la clandestinidad, abandonó a sus familiares, y sufrió capturas y torturas por tener un compromiso con la lucha del pueblo salvadoreño.
Después de los Acuerdos de Paz firmados entre el FMLN y el gobierno salvadoreño en 1992, Martita participa en la primera convención municipal y queda en la primera Junta Directiva formada por los diferentes municipios que estaban organizados con las diferentes fuerzas políticas del FMLN.
Integrante de la Directiva Municipal de Mejicanos durante dos períodos y posterior integrante de la Directiva Departamental de San Salvador; Martita es delegada a la Secretaría Nacional de la Mujer del FMLN en donde trabaja con Lorena Peña. Su destacada labor política la lleva a ser integrante del Consejo Nacional junto con Schafik Hándal y otros luchadores.
En 1996 participó en el VI encuentro del Foro de São Paulo, al que asistieron los presidentes Lula Da Silva y Hugo Chávez.
Martita sigue trabajando en la Secretaría Nacional de la Memoria Histórica del FMLN y en el seguimiento de la memoria histórica de Monseñor Romero en la Comunidad Monseñor Romero en la Cripta de Catedral y con comunidades eclesiales de base. Ella dice ¡jamás podré olvidar las torturas!
Hablar de Martita es hablar de sacrificio y heroísmo en la lucha popular que permitió vivir a todos en un El Salvador diferente.
Esta compañera entregó toda su vida a la lucha del pueblo y continúa ya con su edad avanzada firme en sus ideales y convicciones que es posible vivir en una sociedad de hombres y mujeres solidarias comprometidas en la práctica diaria con los intereses del pueblo salvadoreño.