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Marx: nuestro fantasma de la ópera (2)

René Martínez Pineda
Director Escuela de Ciencias Sociales, UES

La comprensión del marxismo –con menor o mayor rigurosidad- implica el estudio de su obra completa como un todo orgánico al que hay que sumarle los aportes de Engels y Lenin para construirla como una totalidad teórica. La derecha académica que ataca a Marx (y más al cambio que sus ideas justifican) usa como uno de sus acicates la búsqueda de contradicciones con Engels, las que no son más que puntos de vista distintos sobre la misma conclusión, lo que hace coherente incluso las divergencias entre sus escritos y las que tuvo con su amigo. Pero no son divergencias, son rutas alternas. Sobre sus divergencias con Engels, en un comentario a “La ideología alemana” Marx dice: “Federico Engels (…) había llegado, por distinto camino, al mismo resultado que yo”.

Para analizar el imaginario político de Marx -que lo convirtió en nuestro fantasma de la ópera- como aparece en la Crítica a la Filosofía del Derecho de Hegel (1843), la Ideología Alemana (1845), o en La Lucha de Clases en Francia (1850), obras mediadas por el Manifiesto del Partido Comunista (1848), es vital demostrar la importancia de esos textos como puntos de partida y llegada en la fijación de ese imaginario, como si se tratara de pasos normales entre la juventud y la madurez, siendo las huellas el camino que, en el caso de Marx, va en sentido contrario al mundo burgués que alucina a los eruditos de derecha que no tienen la virtud de la memoria. Tanto en los escritos de la juventud como en los de la madurez queda claro que su imaginario político es la confirmación de una premisa científica en torno a una visión revolucionaria de las teorías, las cuales solo son un conjunto de suposiciones válidas para el contexto y desarrollo tecno-científico del momento, pero la práctica es, para Marx, la única verdad y, terminando esa idea, Gramsci dijo que “solo la verdad es revolucionaria”, y eso es válido sobre todo en los procesos electorales en los que las tesis de Marx -planteadas en La Ideología Alemana- cobran vigor: “la revolución no solo es necesaria porque la clase dominante no puede ser derrocada de otro modo (con las elecciones, pongamos por caso), sino también porque únicamente por medio de una revolución logrará la clase que derriba salir del cieno en que se hunde y volverse capaz de fundar la sociedad sobre nuevas bases”.

Quienes se sienten cómodos o bendecidos por el capital, se sienten incómodos o maldecidos cuando alguien denuncia la explotación que le da vida, y el escándalo que eso genera es similar al que sintió la sociedad burguesa del siglo XIX cuando Marx descubrió que la Cenicienta trabajaba en la zona roja. Quienes eligen el escritorio en lugar de la calle o el fusil, defenderán el trabajo académico que no cambia nada. Lo anterior es un problema práctico, no teórico. En su segunda tesis sobre Feuerbach, Marx plantea: “el problema de si al pensamiento humano se le puede atribuir una verdad objetiva, no es un problema teórico, sino un problema práctico. Es en la práctica donde el hombre tiene que demostrar la verdad, es decir, la realidad y el poderío, la terrenalidad de su pensamiento. El litigio sobre la realidad o irrealidad de un pensamiento que se aísla de la práctica es un problema puramente escolástico”.

Los enfoques que antagonizan con el marxismo menosprecian la práctica, pues para ellos la ciencia es una suerte de bicho raro de la generación espontánea que nace en el escritorio. Ese es uno de los puntos que originan la furia contra Marx: los marxistas saben que deben tomar una posición en: la ciencia, la vida, los sueños, la calle, el arte, la lucha de clases… en todo; saben que darle la razón a cuestiones antagónicas al mismo tiempo no es más que tomar posición con la epistemología de supermercado, así como criticar posiciones contrarias es darle la razón a la burguesía o restarle esperanzas a las luchas libertarias. Al respecto, Lenin (autor que forma parte de la teoría que le da solidez al marxismo) plantea: “La doctrina de Marx suscita en todo el mundo civilizado la mayor hostilidad y el odio de toda la ciencia burguesa (tanto la oficial como la liberal), que ve en el marxismo algo así como una “secta perniciosa”. Y no puede esperarse otra actitud, pues en una sociedad que tiene como base la lucha de clases no puede existir una ciencia social “imparcial”. De uno u otro modo, toda la ciencia oficial y liberal defiende la esclavitud asalariada, mientras que el marxismo ha declarado una guerra implacable a esa esclavitud. Esperar que la ciencia sea imparcial en una sociedad de esclavitud asalariada, sería la misma absurda ingenuidad que esperar imparcialidad por parte de los fabricantes en lo que se refiere al problema de si deben aumentarse los salarios de los obreros disminuyendo los beneficios del capital”.

En el marxismo, el imaginario político que surge de proposiciones científicas sobre la realidad es estudiado tomando como referencia el método, para no quedarse en el campo de las suposiciones al reconstruir la lógica de descubrimiento que permite ir readecuando conceptos. Tal perspectiva es la que hace que el marxismo sea nacimiento y suicidio, pues en ninguno de sus textos se plantea la estática o validez absoluta de su teoría. Tal perspectiva insinúa una lógica continua para comprender -desde afuera, estando adentro- el imaginario político de Marx que enfatiza el proceso de creación intelectual de una teoría política que se continúa desarrollando dialécticamente a la par del “desorden aparente” de la sociedad. Precisamente, es la dialéctica como principal logro de Marx la clave de su teoría. Lenin (en “Tres fuentes y tres partes integrantes del marxismo”), plantea: “El principal de estos logros es la dialéctica, es decir, la doctrina del desarrollo en su forma más completa, profunda y libre de unilateralidad, la doctrina acerca de lo relativo del conocimiento humano, que nos da un reflejo de la materia en perpetuo desarrollo”. El marxismo entra en eso y por tanto todo ataque aduciendo que los marxistas afirman que su teoría es algo acabado, no es más que un doloso ataque burgués.

Ahora bien, todo imaginario político de respeto no es una simple suma de arengas vacías, sino que es, desde el lado de las clases dominadas, la promoción de una acción política militante capaz de transformar la vieja sociedad en una nueva… luego de comprender su funcionamiento.

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