San Pedro Sula / AFP
Noe Leiva
Milton Omar Madrid, de 22 años, su mujer Stephany Villanueva, de 19, y su hijo de cuatro meses son parte de los más de 2.000 hondureños que partieron hacia Estados Unidos, en busca de mejores condiciones de vida y huyendo de la violencia.
«He hecho largas filas en maquiladoras y de cada 2.000 personas que llegan dan trabajo a 200. La pandilla me ofrece trabajo pero lo primero que hacen es mandar a matar y eso no va conmigo», contó Madrid a la AFP, sentado en una acera de la terminal de buses de San Pero Sula, 180 km al norte de Tegucigalpa.
A través de redes sociales supo que un grupo de hondureños se reuniría en la segunda ciudad del país para migrar a Estados Unidos y se transportó desde Villanueva, a unos 20 km, para sumarse.
«Este gobierno no sirve, no hace nada por el pueblo», se quejó Madrid, mientras sostenía a su hijo envuelto en una manta celeste.
Unas 2.000 personas pasaron la noche acostados o sentados en cartones en aceras y áreas verdes en la estación de buses. Algunos grupos familiares estaban con hasta cuatro niños arropados durmiendo en el piso.
Karen Martínez, de la ONG Fundación por los Derechos Humanos, llegó para advertirles de los riegos y pedirles que se mantuvieran juntos.
«Ustedes se van por las malas administraciones de nuestro país, si les dieran educación, salud y seguridad no tendrían necesidad de irse», dijo a un grupo que la rodeaba.
Hacia las 5:00 de la madrugada, hora local, salieron caminando por la carretera hacia la frontera de Honduras con Guatemala (oeste), en un intento de recorrer los 2.000 km de una ruta peligrosa por las operaciones de bandas delictivas, cruces de ríos y desiertos con serpientes.
Cuatro horas después, la caravana hizo una parada en la comunidad de Cofradía. Los líderes, incluyendo el exdiputado opositor Bartolo Fuentes, aprovecharon para revisar las listas de registro.
Poco después descansaron a la sombra de unas acacias en un campo de fútbol de barro. Policías los vigilaron en vehículos, sin intervenir.
«De aquí en delante, los que puedan conseguir ‘halón’ (aventón) en vehículos lo pueden hacer y nos vamos reencontrando en el camino», dijo Fuentes de pie desde un vehículo.
Muchos aprovecharon que buses y camiones se estacionaban para subir apiñados hasta que no cabía nadie más.
– Sin esperanzas en Honduras –
«Vamos con la fe en Dios buscando algo bueno. Aquí no hay ninguna esperanza», dijo a la AFP Sergio Cáceres, un integrante del grupo de 40 años que se moviliza en silla de ruedas por un accidente sufrido a los 19, mientras esperaba en la orilla de la carretera que alguien lo llevara en un vehículo.
Lorgia Gracibel Miralda, de 28 años, se marchaba en busca de su hermano, Axel Ariel, de 19, detenido en Estados Unidos, a donde huyó luego de que en su país pandilleros mataran a sus otros dos hermanos.
«Si a Axel lo deportan es hombre muerto también, como mis otros hermanos. Mi mamá está muerta de los nervios porque cree que lo van a deportar», cuenta.
Según Fuentes, alrededor de 100 hondureños parten diariamente hacia Estados Unidos en busca de empleo o huyendo de la violencia.
Esta semana el vicepresidente de Estados Unidos, Mike Pence, se reunió en Washington con los presidentes de Guatemala, Jimmy Morales, y Honduras, Juan Orlando Hernández, y el canciller mexicano, Luis Videgaray, para pedirles que busquen la forma de detener la migración.
Pence aseguró que El Salvador ha reducido la migración ilegal, pero de la de Guatemala subió 75% y la de Honduras 61% y agregó que en el último año 225.000 personas de esos tres países ingresaron a Estados Unidos.