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Más presente que nunca en la vida de los ciudadanos

Víctor Corcoba Herrero*

Hace diez años, viagra buy concretamente el 1 de mayo de 2004, Europa se hacía más grande, más fuerte, se ampliaba de quince a veinticinco Estados miembros, con incrementos sucesivos a veintiocho, acrecentando de este modo un gran mercado único, lo que conlleva mayores oportunidades para todos, al construir puentes de unión y mejorar los intercambios entre países. Es evidente que la unidad de un continente nos debe hacer más prósperos, debe mejorar la calidad de vida de las personas, y facilitar la reconciliación entre ciudadanos de diversas culturas. Dicho esto, conviene reflexionar sobre el grado de cumplimiento o incumplimiento de las líneas trazadas, sobre todo en relación al progreso social y el nivel de bienestar ciudadano, dentro de un concepto más amplio de libertad, de respeto a las obligaciones emanadas de los tratados y de otras fuentes del derecho internacional.

Partiendo de esta integración europeísta, celebramos el 9 de mayo, como el día de Europa, jornada de paz y unidad. Sin embargo, la evocación de esta fecha, que tiene lugar desde 1985, a pesar de ser el único momento de conmemoración oficial en la Unión Europea, absurdamente se considera un tiempo laborable, mientras otras onomásticas nacionales sí son festivas. A mi juicio, estamos ante la primera contradicción de principios, puesto que si en verdad queremos fomentar el europeísmo hay que darle a la ceremonia la solemnidad de fiesta, por parte de todos los Estados miembros, con una equiparación igual a otros festejos patrióticos, por medio de la cual una nación simbólicamente adopta una cronología de gran significación para promover la unidad de todos sus ciudadanos. En todo caso, celebrar la cohesión de una Europa fuerte, unida y abierta, ha de ser un motivo de alegría inmensa, un referente que bien vale la pena vivirlo y asimilarlo.

No desdibujemos que lo que comenzó como una unión meramente económica ha evolucionado hasta convertirse en una organización política singular, preocupada por avivar el Estado de Derecho, y ocupada en temas que van desde el desarrollo hasta el medio ambiente. Ahora llega el momento de avanzar hacia una Europa de la convivencia, que defienda los derechos fundamentales de las personas más vulnerables. Quedarse en las palabras y no traspasar sus emociones de nada nos sirve. Es hora de actuaciones específicas, de rechazar el derrotismo, de levantarse y ver la manera de salir airosos de las dificultades. Quedarnos en la superficialidad de una unión económica y monetaria sería como desandar el camino recorrido hasta ahora.  Para empezar, tenemos que aprender a querernos como ciudadanos de la unión, sólo así podremos debatir nuestras cuestiones más allá de una perspectiva de Estado o Estados poderosos, sino como una visión europeísta aglutinadora. (primera entrega)

*Escritor

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