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Familiares y amigos rinden homenaje a las víctimas de la masacre en Colima. Foto Diario Co Latino

Masacre de Colima, una historia represiva en una comunidad salvadoreña

@DiarioCoLatino

Colima está situada sobre la carretera Troncal del Norte, salve entre Aguilares y el desvió de Amayo. Las casas de sus 2 mil humildes pobladores están a los dos lados de esa carretera que conduce de la capital San Salvador al departamento de Chalatenango.

Del lado occidente pasa el río Acelhuate que lleva las aguas negras de la capital al lago Suchitlán, cialis sale del lado Este se encuentra la hacienda Colima, viagra un edificio colonial, cuyas 2 mil hectáreas de tierras para el cultivo de la caña de azúcar abastecieron al Ingenio a pocas cuadras de la Hacienda.

En 1975, con la llena de la presa hidroeléctrica del Cerrón Grande, todas estas tierras fueron inundadas por las aguas del Suchitlán, los pobladores de la comunidad que mal vivían de la periódica corta de caña, quedaron sin su fuente de subsistencia y fueron condenados aún más a la miseria. Sin su valor productivo la hacienda Colima fue entregada por el Gobierno el 6 de marzo de 1980 a una cooperativa como parte de la Reforma Agraria, cuyo único objetivo fue la contrainsurgencia.

El 17 de marzo del mismo año, una semana antes del asesinato de Monseñor Oscar Arnulfo Romero, 200 jóvenes campesinos, sin tierras, de la Zona Baja del Cerro de Guazapa, de las comunidades El Bario y San Rafael La Bermuda ocuparon en la madrugada simbólicamente la Hacienda Colima, ocupación prevista para 48 horas.

Aunque los jóvenes milicianos de la Resistencia Nacional portaban unas pistolitas y dos fusiles “checos”, no estaban preparados para una confrontación armada. A las 9.00 a.m. apareció la Policía de Hacienda y la Guardia Nacional y sin mediar palabras abrieron fuego sobre los jóvenes que no ofrecieron casi resistencia.

Solo un guardia resulto herido. Por el bajo nivel del agua del lago Suchitlán en esa época seca del año, muchos de los milicianos lograron huir por las tierras de la Hacienda, 22 muchachos fueron baleados por la metralla asesina y encerrados posteriormente en un cuarto, granadas tiradas adentro por los cuerpos represivos despedazaron a las víctimas.

Otros 26 milicianos fueron capturados vivos y llevados en camión al Cuartel General de la Guardia Nacional de San Salvador, de ellos los pobladores solo saben que 3 fueron liberados y reaparecieron vivos, porque sus verdugos les creyeron la leyenda de que “fueron llevados a la fuerza a la toma”.

Dos muchachas milicianas fueron salvajemente violadas por toda la jauría, según el Ex Comandante Local de Colima, quien niega la violación porque obviamente participó en ella, las dos compañeritas ensangrentadas fueron llevadas “como perritos” varias cuadras afuera de la Hacienda, donde el Coronel de la Tropa les dio el tiro de gracia en la frente.

Chepe, el Comandante Local se encargó de enterrarlas en el lugar, a 50 metros una de la otra. En la tarde del mismo día, Chepe enterró los restos de los 22 muchachos en una fosa común del lado occidente de la carretera.

Durante toda la Guerra Revolucionaria en la década de los 80, el Ejército de la Dictadura mantuvo un retén militar sobre los 2 puentes de Colima que pasan sobre el río Acelhuate, paraban los buses y otros vehículos, bajaron a los jóvenes que les parecieron sospechosos de ser “guerrilleros” y los capturaron, ellos fueron entregados a Chepe, el Comandante Local y Jefe de Seguridad del Ingenio Colima, quien los encerró en un cuarto, arreglado como celda para tal fin.

Cuenta Chepe, de apodo “Café Amargo”, que al siguiente día de las capturas siempre se presentaron al Ingenio los familiares alertados y pidieron la libertad de sus hijos y esposos.

“Pero nunca les dimos alguno”.

Chepe guardaba hasta 6 de esos jóvenes en su celda, en los siguientes días los coroneles le ordenaron llevarles a media noche dos o tres de los muchachos al puente, sobre el río Acelhuate. En tiempos de lluvia el río crecido se llevó los cadáveres al lago Suchitlán.

En el verano, con el Acelhuate casi sin agua y corriente, Chepe y sus subalternos tenían el compromiso de sacar los restos mortales de las víctimas del río, cuando después de dos días subieron del fondo a la superficie, en un terreno baldío en la orilla del río los enterraron.

El 17 de marzo de 2007 en una multitudinaria conmemoración por las víctimas de Colima sembramos 6 cruces de metal sobre las tumbas de los masacrados una en el cementerio clandestino de decenas de desaparecidos del reten militar, otras 2 en la cercanía sobre el entierro de otros 4 muchachos, una cruz sobre la fosa común de los 22 milicianos asesinados durante la toma de la Hacienda y una cruz por cada una de las 2 muchachas.

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