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Sobrevivientes y sus familiares participan en la conmemoración de la masacre de La Quesera, San Agustín, Usulután. Foto Diario Co Latino/Alfredo Carías.

Masacre de “La Quesera” en el camino a la verdad y justicia para sus víctimas

Gloria Silvia Orellana

@SilviaCoLatino

“Yo soy una sobreviviente de la masacre de La Quesera”, expresó María, ante la comunidad llegada al acto litúrgico en memoria de más de 500 víctimas, quienes fueron asesinadas a manos de los batallones Atlacatl y Atonal con apoyo de la 5a y 6a brigadas de Infantería, Guardia Nacional, Fuerza Aérea Salvadoreña y miembros de la Defensa Civil.

“Nos avisaron que saliéramos de nuestras casas porque iban entrando los soldados por San Agustín, nos alistamos para abandonar nuestras casas, pero me retrasé para salir con la gente (en grupo) así que junto a mi compañero de vida, mi hijo, mi hermano y mi padre, salimos después a escondernos en el monte. Estábamos por un lugar conocido como Los Marroquines, cuando vimos gente era de madrugada, como las dos de la mañana, y nos dijeron que si conocíamos otros lugares para escondernos, que evacuáramos, porque los soldados iban avanzando y ahí me llegó la tristeza”, relató.

El monumento memorial a las víctimas de la masacre La Quesera, construido en La Loma del Pájaro, en San Agustín, Usulután, recibe la sombra de un par de alas enormes, de la “paloma de la paz”, símbolo universal de la armonía y concordia. Allí reunidos sobrevivientes, familiares de víctimas, la comunidad y la iglesia, honraron la memoria de las víctimas.

Conocida como masacre La Quesera, efectuada entre el 21 y 31 de octubre de 1981, precedió a la masacre de El Mozote en diciembre del mismo año. Con la misma táctica militar de “tierra arrasada”, en la cual aniquilaban los animales domésticos, quemaban cultivos e incendiaban casas.

“Me quedé a la par de Consuelo Esquivel que andaba con cuatro niños, y me dijo ‘¿María, qué va a ser de nosotros?’. ‘Solo Dios lo sabe’, le constesté, y comenzó a caminar con sus hijos y oíamos los disparos de los soldados, pero la perdí en el camino, era invierno y con niños era difícil caminar, era una lodasera. Yo porque solo llevaba un niño caminaba rápido, pero otras no. Cuando llegamos al panteón de Santa Clara, ya se oían los helicópteros y los disparos, ya estaban masacrando a la gente que estaba aquí en donde estamos hoy”, relató María.

Los testigos de la masacre La Quesera han reiterado que los soldados de las diversas unidades del ejército salvadoreño que intervinieron en el operativo militar “Tierra Arrasada” torturaron y violaron a las mujeres jóvenes y adultas. Y lanzaron a otras desde los helicópteros a las aguas del río Lempa, así como a niñas y niños.

“Los soldados comenzaron a disparar y matar gente en Valle Nuevo, Caulotal, El Salitre. A la Consuelo se la llevaron con sus hijos, los anduvieron cargando todos los días que estuvieron adentro, y cuando iban a salir, la mataron por Linares, a orillas del (río) Lempa, la mataron, la amarraron a unos palos y la tiraron. Y cuando secó el río la encontraron. Los soldados han dicho que no mataron niños, que se los llevaron, y es mentira, tal vez unos pocos. Nosotros escondidos en el monte veíamos a los helicópteros que sobrevolaban por Valle Nuevo y se iban para abajo y dejaban caer las pelotillas (niños) que tiraban al Lempa, para ahogarlos. Yo de puro milagro me libré, porque me disparaban y pudimos evadir las balas”, concluyó.

María (sobreviviente) lleva en sus manos la foto de María Julia Hernández como ofrenda a las víctimas de la masacre La Quesera, por la cual luchó para que se judicializara el caso. Foto Diario Co Latino/Alfredo Carías.

El asesinato de esos niños y niñas en la masacre de La Quesera se compara al evangelio del Día de los Santos Niños Inocentes, predicó el padre Rogelio Poncele, al advertir que igual que Jesús nacieron en un ambiente de pobreza en una pequeña ciudad, y que muchas de las víctimas infantiles fueron provocadas por la avaricia del poder económico y militar.

“En medio de nosotros está Dios, que quiere caminar con nosotros y comprende nuestro dolor, nuestras aflicciones, que está de parte de las víctimas. Y además de Dios está ahora nuestro Santo Monseñor Romero. Y nos están mirando desde el cielo a esta comunidad tan linda que se ha congregado esta mañana para mantener la esperanza y reflexionar sobre lo sucedido para buscar justicia y recordar a nuestros mártires, porque este fue un crimen de lesa humanidad”, señaló Poncele.

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