Rafael Lara-Martínez
New Mexico Tech,
Desde Comala siempre…
= CUERPO — RAZA — ETNIA ≠
AccesArte, agosto de 2017
XII.
Una muerte… la verdadera liberación
De la novela como historia a la historia como violencia en Alberto Rivas Bonilla
(Apoyo documental de Luis Borja)
—¿Has visto tú qué indio más bruto? Tenía razón. Los hay más brutos que los mismos animales.
(Alberto Rivas Bonilla, 1997: 125. De eso que la Biblioteca Básica de Literatura Salvadoreña llama “idiosincrasia salvadoreña” (contraportada))
Resumen: “Una muerte… la verdadera liberación” estudia la obra cumbre de Alberto Rivas Bonilla: Andanzas y malandanzas (1936). Hasta 1997, al publicarse la Biblioteca Básica de Literatura Salvadoreña, la novela se consagra por su estilo humorista y sobrio que prosigue la clásica picaresca española. Sus logros formales opacan que la temática fundamental de la novela ofrece una honda reflexión de la violencia contra el ser más indefenso. El mundo rural se caracteriza por una violencia escalonada que del hombre, el más fuerte, desciende hacia la mujer, hacia los hijos y, al cabo, hacia los animales domésticos. El perro encarna la metáfora del eslabón más vulnerable de una violencia generalizada y, por tanto, el hazmerreír del grupo doméstico. Al relacionar los estudios literarios a la cultura de la violencia, el mejor antídoto a un problema social consiste en reírse con un estilo clásico y formal.
XIII.
Memoria y masculinidad
en Ramón González Montalvo
Envejecen los recuerdos y borran el pasado (Ramón González Montalvo 1935/1950 118).
Una mujer […] quiere fuerza […] le gusta sentirse dominada [por] los güevos [y] la verga en la mano. [Atributos de la hombría y de la autoridad] (Ramón González Montalvo 1960 15 y 164).
Resumen: “Memoria masculinidad ” estudia la novela Las tinajas (1935-1950), escrita por el diplomático salvadoreño Ramón González Montalvo (1908-2007). El ensayo plantea las diversas maneras contradictorias que inquieren el pasado en el escrito: memoria, recuerdo, retorno al origen y archivo. De su cotejo deriva una restitución del pasado que se proyecta como modelo del futuro, ya que el hijo reitera la figura paterna difunta. Esta compensación porvenir recicla la autoridad suprema del hacendado, quien ejerce un doble poder: uno paternalista sobre los colonos y otro de violencia patriarcal sobre la mujer. En el presente de la escritura (1935), el ideal utópico de la hacienda resolvería de manera armónica el conflicto entre capital y trabajo para proponer un nuevo proyecto de nación, ni “comunista” ni “capitalista”.
XIV.
Dos novelistas femeninas olvidadas
Blanca Lydia Trejo y Amary Zalvera
El Infierno es una mera violencia física…
La poética es más filosófica que la antropología…
Las palmeras [El Salvador] se ufanan de ser verdes cuando en realidad las viste el ropaje del olvido …
0. Resumen en prólogo
A continuación se ofrecen dos ensayos que recobran la novelística femenina de la década de 1940. La primera obra se intitula El padrastro (1944) de la chiapaneca Blanca Lydia Trejo; la segunda, Sobre el puente (1947) de la salvadoreña Amary Zalvera. Pese a una doble diferencia geográfica y social, ambas autoras piensan la situación de la mujer en Latinoamérica. Trejo sitúa su novela en los barrios bajos de la capital salvadoreña y en el extranjero; Zalvera, en la zona del canal de Panamá y en Colombia. A la geografía diversa, se agrega el ámbito social disímil de ambas narrativas. La escritora chiapaneca describe la condición femenina en una familia desposeída; la salvadoreña, la mujer de estirpe acaudalada. Ambas literatas se reclaman testimonialistas que transcriben una experiencia femenina desdeñada.
El padrastro denuncia la violencia contra una joven llamada Marcela en varios recintos privados. Sea el hospicio religioso, el círculo intelectual, la familia misma, todas esas esferas íntimas las regula una violencia jerárquica y patriarcal. Esta censura se acompaña de una descripción etnográfica de San Salvador, de su folclor urbano e indígena en los barrios céntricos marginales. El desempleo obliga a los personajes a emigrar hacia otros países centroamericanos donde cobran consciencia de la amplia diversidad étnica del Istmo. La diáspora hacia EEUU se propone como domicilio permanente de la heroína para erigir una ética que evalúe la violencia constitutiva de su nación de origen. Trejo establece que un axioma ético separa la poética de la historia, de igual manera que el deber-ser (“no matarás”) se desvía del simple hecho, del ser histórico en sí.
De corte más tradicional, Sobre el puente describe la emigración salvadoreña hacia la zona del canal de Panamá, el cual se halla en construcción. Pese a la diversidad étnica que confluye —anglo, hispana, africana, indígena, etc.— Zalvera sólo exalta su origen mestizo, componente único de una nación imaginada. Desde el Río Grande hasta la Patagonia, la autora proyecta un molde romántico de nación (de natio, nacer) uniforme en raza y etnia, en religión, cultura y lengua: mestizo-hispano-católica. Por tal axioma fundador, ciertos conceptos políticos que hoy adquieren un sesgo liberal se dotan de un contenido conservador contrapuesto. Así, el anti-imperialismo hispano implica una oposición a la intervención estadounidense, al igual que un antagonismo anti-comunista. Asimismo sucede con su postura feminista que, en vez de concederle un oficio público, mantiene a la mujer es la esfera privada del hogar. De esa manera, apoya el quehacer político del marido quien trabaja por la unidad latinoamericana. Una pauta endógama —hispano-católica— advierte contra toda misceginación racial y mezcla cultural. Esta pureza nacionalista la renueva la pareja arquetípica que, asentada en el Cauca colombiano, se sirve de la tecnología moderna, del derecho y de la justicia para crear una patria grande hispanoamericana, unida en su triple legado étnico, religioso y lingüístico. La simpatía —que Zalvera muestra por el trabajador salvadoreño en el canal de Panamá— retrocede al reconocer que su valentía laboral se acompaña de un carácter violento y de una falta de preparación técnica.
El contraste radical de perspectivas no impide que ambas autoras reflexionen sobre la larga duración de un fenómeno actual. La tendencia migratoria de la población salvadoreña no representa un suceso reciente. En cambio, su movilidad define un proceso continuo que expulsa a los habitantes, sin mayores oportunidades de empleo, ante todo por su falta de preparación técnica. Si Trejo refiere la emigración como alternativa al forjar nuevos valores nacionales, Zalvera visualiza en El Salvador un “país expansivo”, cuya historia de destierro se reviste del “ropaje del olvido”. Esta larga dimensión de diáspora masiva parece ser una constante de la naciente novela salvadoreña. Desde el cambio del siglo XX. Abraham Ramírez Peña (1870-1930) anticipa el exilio salvadoreño como un quehacer nacional, al igual que reconoce en el “disfraz” y en el “fingimiento” una parte constitutiva de su identidad fluida y mutable. Las tres citas siguientes verifican la temática transnacional de la identidad salvadoreña, desde los inicios del siglo XX hasta la década de los cuarenta.
“La gente piensa emigrar […] muchas son las familias que piensan emigrar, unas porque ya no hallan quehacer, a causa de la carestía; otras por la pobreza y…” (Abraham Ramírez Peña, 1916).
“—¿A qué vienes a tu tierra? ¡Te arrepentirás! ¡Vete! ¡Vete! […]
—¿Pero hay algo más triste que un hombre sin patria?
—Sí. Una patria sin hombres. Como ésta […] ¡Y es mi tierra!, un país de serviles” (José Leiva, 1933).
“Una justicia nueva que protegiese al débil.
—Dentro de dos días salimos para Estados Unidos —le dijo persuasivo— quiero que conozcas la libertad de la que nunca has disfrutado […]
Lejos, al Sur, más allá de México, más allá, como una pesadilla del siglo XIX, quedaba la esclavitud” [El Salvador]… Blanca Lydia Trejo (1944: 244-245).
A continuar
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