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Masferrer, sus lectores y la vida

Álvaro Darío Lara

Escritor y poeta

Cuando se escribe en un periódico, and sea cual sea, pills su sección: economía, viagra política, sociales o cultura. Se escribe –fundamentalmente- pensando en el amplio público, en todos aquellos bondadosos lectores que pueden privilegiarnos con su dedicada atención, sometiendo a su juicioso examen, las distintas ideas presentadas.

Por eso, cuando un ciudadano nos comenta sobre lo que sábado a sábado aparece en este prestigioso suplemento  -dirigido tan acertadamente por el escritor y poeta Mauricio Vallejo Márquez-  nada nos puede llenar de más sincera  y honda satisfacción.

Ese es el sentimiento que experimento, cuando don Manuel Antonio Mena Trejo, al igual que otros salvadoreños, me detiene para externarme sus impresiones sobre la Claraboya que sabatinamente aparece en estas páginas de Co-Latino.

Su  comentario consistió esta vez, en una muy positiva valoración sobre la vigencia de la obra de don Alberto Masferrer, tema que nos ocupó en una publicación reciente.

Masferrer fue un  gran buscador de verdades. Un activísimo estudiante de los senderos místicos. En ellos, el Maestro encontró una guía, que lo condujo hacia sí mismo, donde se encuentra la respuesta a  los misterios de la naturaleza y del alma humana.

Estudioso y devoto de la espiritualidad oriental, Masferrer nos sentencia en “Las siete cuerdas de la lira”: “La ilusión de la Forma nos hace aparecer distintos; en realidad, somos uno, el mismo. De consiguiente, el error y el pecado de cualquiera, aun cuando el daño inmediato recaiga sobre mí, son mi propio error y mi propio pecado, y lo único que se impone, es alumbrar al pecador, es decir alumbrarme”.

Maravilloso vocablo, “alumbrarme”, darme luz, comprendiendo que el otro no es distinto de mí; y  que, al irradiarlo yo, yo mismo me irradio. Éste es el auténtico concepto de hermandad, como doña Betty Suárez, directora de Radio El Mundo,  nos lo recordó recientemente.  Pero sigamos a don Alberto, en sus fuentes teosóficas: “Espiritualidad es la conciencia de la Unidad, dice Miss Annie Besant. Así que no se trata ni del amor anímico, ni del conocimiento de las verdades científicas, por altas que sean, sino únicamente del sentimiento vivo, perenne, de que somos uno, con las demás criaturas; de que su error es nuestro error; su ascensión, nuestra ascensión; su ventura, nuestra ventura.

Si los salvadoreños comenzáramos por derribar los muros  que nos dividen, para ir al encuentro de todo aquello que nos une, sin lugar a dudas, las más urgentes necesidades de la Patria, comenzarían a ser solventadas firmemente. Y todas aquellas fuerzas oscuras que siembran el terror, la destrucción y la muerte, serían aniquiladas.

Hoy más que nunca, es indispensable reparar en lo que de forma sabia, nuestros ilustres prohombres nos señalaron en el pasado, no con ingenuidad romántica, sino con los pies bien puestos en tierra.

La apuesta por salvaguardar la vida, el patrimonio, la seguridad y el bienestar de la ciudadanía trabajadora, demanda para todos: gobernantes y gobernados, el más preciado esfuerzo y sacrificio.

Que una activa esperanza nos conforte a todos, mientras esuchamos al Masferrer de “El libro de la vida”: “Pero la vida triunfará. No así mezquina y cruel como la conciben y adoran sus fanáticos fieles de ahora, sino con las alas abiertas y anchas, como la queremos nosotros”.

 

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