Álvaro Darío Lara
Escritor y docente
Con fecha 9 y 14 de octubre de 1929, don Alberto Masferrer, nuestro gran pensador y maestro, publicó en su periódico Patria, un editorial en dos partes, titulado “El ejército que necesitamos”, en él, el periodista agudo y consumado, efectúa un valiente y serio análisis sobre el origen, naturaleza, función, desarrollo y estado en que el ejército salvadoreño se encontraba casi un siglo atrás.
Sus esclarecedoras palabras valen esta larga cita: “Cuatro millones y trescientos mil colones nos cuesta el Ejército, según el Presupuesto vigente. Más de la sexta parte de los ingresos totales. Para un país que ya no hace guerras, es un organismo extraordinariamente caro. Antes, cuando teníamos guerra con Guatemala cada cinco o seis años, y guerra civil cada tres o cuatro, ese gasto enorme era explicable. Ahora, hace treinta y cinco años que no padecemos guerras civiles, y unos treinta que abrimos los ojos sobre la estupidez que significaba guerrear con Guatemala. De día en día, la posibilidad de guerra exterior se hace más rara para nosotros. Primero, porque ya perdimos los instintos bárbaros que nos impulsaban frecuentemente al conflicto de sangre. Segundo, porque la extensión de la agricultura, del comercio y de la industria, nos ha colocado en una situación que exige prudencia, orden y paz: sabemos que toda guerra es un negocio pésimo, aun para el vencedor. Tercero, porque ha penetrado en nuestra conciencia, a fuerza de golpes, que nada favorece más al desarrollo del Imperialismo en América, que las guerras civiles o internacionales. Para nosotros, guerra, empréstitos y concesiones, equivalen al suicidio. Finalmente, porque sentimos ya que, habiendo cambiado el mundo radicalmente en sus comunicaciones, vale decir en su sistema nervioso y vital, ha nacido, y crece día por día, una solidaridad mundial, un estado de ánimo mundial, una manera de ser que nos lleva a relaciones cada vez más íntimas y estrechas; a tal punto, que ya no es posible dañar a un pueblo sin dañarlos todos (…). Por lo que hace a nosotros, ni guerra exterior ni guerra civil nos atraen. El pueblo, que se ofrecía antes, gustosamente, de materia prima para esas aventuras, sabe ya que ningún provecho le reporta; dejó de creer en los viejos caudillos; se ríe de las glorias de nuestra opaca historia; del histrionismo que tantas veces se confundió con el heroísmo, y prefiere que le den trabajo a que le atiborren de leyendas guerreras y de falsificadas marsellesas”.
Oportuna pregunta, en la hora actual: ¿Para qué sirve nuestro ejército o los ejércitos en América Latina, lastimosamente cortados por la misma tijera? Triste el resurgimiento del autoritarismo; el intervencionismo de las fuerzas armadas y policiales en el rompimiento de los estados de derecho; en asumir la función represiva, que pensábamos, ya se había superado, pero ahí está Bolivia, Chile, Perú, Ecuador y otras naciones, como testigos presentes. Pan para nuestra matata, ¡cuidado con envalentonar de nuevo a los uniformados! ¡Cuidado con nuestra política exterior hacia los Estados Unidos!