Claraboya
MASFERRER Y EL MAGISTERIO NACIONAL
Por Álvaro Darío Lara
“El maestro es el hombre que ha de traernos el nuevo día, que bordará con sus resplandores las brumas asfixiantes del día del dólar, no puede ser si no uno que se da. Y para darse, antes hay que ser”.
ALBERTO MASFERRER
Hace ya, 93 años, el maestro salvadoreño don Alberto Masferrer (1868-1932), escribía con ocasión, del día del Maestro Salvadoreño, una de las páginas más lúcidas de su prolífica y extensa obra periodística, desarrollada en su especial magnitud, a través del periódico Patria, que dirigía durante días muy aciagos para el país.
Masferrer desarrolla en su texto de prensa titulado “El día del maestro” (Periódico Patria, junio 22 de 1928), tres ideas capitales: en primer lugar, la acción del maestro transcurre en un escenario mundial y nacional, caracterizado por la dinámica del capitalismo en crisis: “Este mundo del dólar, en que todo se halla subordinado al dinero; en que atesorar y gozar son los anhelos predominantes, casi únicos; en que para amasar riqueza se extorsiona y se asesina en mil formas, no es bueno, ciertamente”.
En segundo lugar, el día del maestro, debe de significar la búsqueda de la dignificación del magisterio, una búsqueda que atraviesa la sólida formación profesional y su compromiso ético, con las necesidades de las nuevas generaciones, ése es el día del maestro, que Masferrer, espera: “Si comenzamos a pensar en lo que debe hacerse, y cómo debe hacerse para que llegue el día tan ansiado, indicaremos como elemental condición, que nuestros maestros adquieran una extensa, sólida y conexa preparación. Cinco años de serios estudios, después de una Primaria bien hecha, es lo menos a que debe aspirar quien tenga conciencia de lo que requiere esa profesión del Magisterio, cuando no es un charlatanismo inhábil, ni un simple arbitrio para ganar un sueldo”.
Maestros comprometidos con la realidad nacional, que vuelvan el conocimiento aplicable a las urgencias de El Salvador, así nos dice: “Después, será preciso que los maestros estudien profundamente la dolencia de su país; que sondeen en su carne enferma para localizar el mal, y que de su corazón y de su cerebro extraigan los remedios eficaces. Han de penetrarse y saturarse de esta convicción de que sólo en el niño y en el joven se puede redimir y renovar la patria”.
Finalmente, Masferrer, señala lo que a nuestro juicio es la médula del asunto: “Pero, <nadie da si no lo tiene>. Esta ley universal, sin excepción ni atenuación posible, traza a los maestros, en estricto resumen, lo que han de ser ellos para que preparen el advenimiento del día del Maestro”.
93 años después seguimos viviendo tiempos difíciles (sobre todo ahora, en el actual contexto de la pandemia, que ha acelerado y posibilitado la adopción de nuevas formas multimodales de formación) que nos deben hacer repensar la función y naturaleza de la educación convencional, no como la única y totalizadora vía posible de “superación” de los individuos y pueblos, ya que en esto, la voluntad política de transformación de nuestras sociedades es imprescindible, por parte de los actores pertinentes: pueblo, gobierno, sectores de poder; pero sí, reconsiderando que sobre los hombres y mujeres que educan desde la escuela, descansa buena parte de las nuevas actitudes y conocimientos que nos deben orientar hacia la realización de una sociedad más fraterna, justa y democrática.
La inversión material y humana, en los planes educativos; y la profesionalización del magisterio nacional, donde la formación académica, los ajustes salariales y la dimensión ética es fundamental, deben constituir la ruta que nos guíe como Estado, hacia una auténtica revaloración del magisterio nacional.
Hay que reconstruir la escuela, física y espiritualmente. Hay que recuperar el control territorial y la seguridad de la comunidad educativa. Es urgente integrar a todos en este esfuerzo, un esfuerzo nacional, que excede, incluso, la buena voluntad y disposición del Estado, ya que debe ampliarse a la importante cooperación internacional, a la empresa privada, y a la sociedad civil como tal.
Y en esto, pensadores, como don Alberto Masferrer, nos siguen iluminando, 93 años después, en el trabajo por el advenimiento del verdadero día del Maestro.
Finalmente, un emocionado recuerdo a mis queridos maestros del Colegio Cervantes de San Salvador, profesores don Alfonso Vega Retana (+ Director Genera), don Filiberto Antonio Trujillo Córdova (+ Director de Sección Masculina), don Miguel Ángel Alas ( + Coordinador de Tercer Ciclo, Varones), don Rafael Antonio Velasco (+ Coordinador de Bachillerato), don Jesús Castillo Villegas (Maestro de Literatura) y don Fernando Paredes (Orientador de segundo año de bachillerato y Maestro de Inglés); así como la bien recordada profesora Srta. Marta Mena Palomo (+ Directora de Primaria).
Junto a estos apreciados maestros, vaya también mi gratitud a mis magníficos profesores en la Universidad (UCA): Francisco Andrés Escobar (+), Ana María Nafría (+), Rafael Rodríguez Díaz, Javier Ibisate (+), Héctor Samour, Franzi Hato Hasbún (+), Rodolfo Cardenal y los padres jesuitas mártires.
A todos ellos, y a los que la memoria me arrebata, un infinito agradecimiento por esa noble misión, como amigos y como educadores.
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