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Han Matado La Natividad

Guido Castro Duarte

Estos días la mayoría de las personas viven con la ansiedad que genera el consumismo propio de estas fechas, algunos se ufanan de los regalos que da y que recibe, y otros se deprimen al no poder dar ni recibir.

Una fiesta litúrgica de la Iglesia Católica, la solemnidad que recuerda el nacimiento del Hijo de Dios, se ha convertido en la máxima expresión del consumismo mercantilista.

San Nicolás de Bari ha sido transformado en un viejo regordete que ahora fabrica celulares, tabletas, computadoras, plasmas, etc., a diferencia del pasado, cuando fabricaba juguetes de madera para los niños bien portados. Ahora lleva sus juguetes tecnológicos a los niños mal portados o para que se porten mal.

Nosotros crecimos esperando al Niño Dios, pero de Él ya nadie se acuerda. La magia de la Natividad se terminó. Los niños empiezan a pedir sus regalos desde el llamado Viernes Negro en el mes de noviembre, una de las últimas invenciones mercantilistas. Importa más la ropa de marca o supuestamente de marca, que lo que se recuerda en esta fecha. La apariencia superó al ser.

Ese consumismo desbordado rebasa toda racionalidad. En un país que supuestamente está sufriendo una dura crisis económica y de inversión pública y privada, las remesas de los hermanos lejanos parecieran florecer para poder darle rienda suelta a la vorágine consumista de la época.

En el mes de enero todo el jolgorio habrá pasado. Mientras los grandes comerciantes hagan cuentas de sus jugosas ganancias, y se asesoren como evadir impuestos y enviarlas a los paraísos fiscales, los pobres empezarán a desfilar en las casas de empeño para solicitar préstamos inmediatos sobre los regalos recibidos para poder empezar el año, mientras vuelva a llegar la próxima remesa o reciban el próximo salario.

Este desorden de las finanzas es una de nuestras taras culturales. Pero al mercantilismo le conviene que sea así, igual pasaba hace cien años cuando algunos hacendados le negaban la educación a los campesinos para que no reclamaran sus derechos. Existe, por un lado, una deficiencia en la cobertura de la canasta básica, pero por otro, un consumismo desmedido que permite priorizar lo superfluo sobre lo necesario. Es más importante pagar telefonía celular o el cable para disfrutar de la liga española de futbol, que adquirir una alimentación adecuada o una buena educación. He conocido personas que envían a sus hijos a pie a la escuela pública, y se alimentan en un 80% con comida chatarra, posee cable y servicio de línea telefónica celular con aparato de última generación.

La defensoría del consumidor no es capaz de educar a la gente porque no le conviene al sistema. El mercantilismo se alimenta de la imprudencia de la gente y de la ambición de los empresarios y políticos. No conoce de principios ni de valores, el pragmatismo es su bandera de lucha. Muchas tumbas adornan el largo camino del mercantilismo en la historia, así como grandes fortunas amasadas a costa de esas vidas, y todo parecería que sigue igual. No importa el signo político de los gobiernos de turno, los dólares siguen siendo verdes.

La Natividad, entonces, se volvió pagana. Los bacanales y las orgías sexuales, de poder y de dinero, sustituyeron a la Misa del Gallo y a las Posadas. Jesús es el gran ausente en su cumpleaños y la envidia y el egoísmo, apartaron al Amor con el que Él se hizo hombre para salvarnos. La Natividad se ha muerto, si bien algunos templos se llenan más de lo usual en estas fiestas, lo cierto es que muchos de esos “feligreses” están más preocupados de la fiesta que han dejado o a la que se dirigen, que la celebración religiosa en sí misma.

La antigua cena familiar se ha cambiado por el mundo cibernético de cada persona en sus celulares, los viejos poco a poco van quedando más solos, y cada quien agarra camino para sentirse acompañado por sus amigos, no por sus padres o familiares cercanos.

La destrucción familiar es otro de los objetivos del mercantilismo, porque de esa manera maneja mejor a los individuos explotando su egolatría.

Así las cosas, dudo que alguna vez la Natividad vuelva a nacer en el mundo.

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