Tania Primavera
Fotografías Archivo Histórico Museo de la Palabra y la Imagen
“Algunas personas creen
que es en la mano que está el dibujo, pero no, está en la memoria”
Maya
Intento entrar en tu mundo. Dibujante desde abrir los ojos. Pinturas con color intenso. Pinturas con memoria e historia. En pequeños formatos o grandes tapices. Historietas. No tienen fecha. Solo tu nombre: “MAYA”, así, con mayúscula. Esa sos: María Teresa Salazar Lardé “Maya”. La solitaria, la brusca y dulce, la musical y cantora, la escritora, la artista, la abundante multifacética, la hija de Salarrué y Zelié Lardé, brillás con luz propia. Y sos una artista aun desconocida.
A los tres años comenzás a pintar “había agarrado el lápiz y hacía corazones”, dijiste en una brevísima entrevista inédita que el Museo de la Palabra y la Imagen (MUPI) en San Salvador resguarda, y que pude transcribir hace unos meses. Confirmás tu seriedad hacia el arte como un modo de vida. Porque vivís como artista. Y no lo decís vos.
Procedente de una familia de artistas, Salvador Salazar Arrué “Salarrué” y Zelié Lardé, vos de niña junto a tus hermanas, la mayor Olga y la menor Aída, conformaron un núcleo muy especial. No he logrado confirmar el día exacto de tu nacimiento en San Salvador el 26 de diciembre de 1924 (hay un misterio), y tu muerte en julio 1995, sin un centavo en el Hospital Rosales de San Salvador. Cuidaste de tus padres hasta el final de sus días.
En 1946 viste Nueva York con tu familia, la ciudad que no duerme. Y expusiste tus cuadros y tapices en una muestra colectiva. Luego, continuas en El Salvador junto a tu madre, mientras tu padre trabaja como agregado cultural hasta 1958 y regresa. Estudiaste piano con Ion Cubicec, diversas filosofías y religiones. Tus hermanas, una hace su familia en Nueva York y la otra en México. Vos nunca te casás. Le decías sus verdades a Salarrué. Eras “brava” dicen. Pero amabas a tu familia.
Me contó el pintor Ricardo Humano, donante del Legado Salarrué al MUPI en 2003 y amigo de la familia, que entraste a un monasterio en Panamá. Escribiste una novela llamada “Rosas tempranas para un obispo griego” que se comieron las polillas. Estudiaste ruso y arameo. En ese monasterio también diste clases de dibujo. Regresaste al enterarte que tu madre estaba enferma, ella murió a finales de octubre de 1974, año en que se publica una edición de “Cuentos de Cipotes” de tu padre, con tus ilustraciones. El 27 de noviembre de 1975 muere Salarrué, tu amado Dagdito. Por veinte años habitaste sola Villa Montserrat, en Los Planes de Renderos, hasta tu partida.
Te fascinaban los dibujos de Gustave Doré. El sueño era el dibujo. No te voy a encajar solo en el “arte primitivo”. Sos más. Y estás en mi lista de artistas salvadoreños para la serie “No existe”, que he publicado en el diario digital Contrapunto.com.sv
Tu nombre suena y no suena, porque se desconoce. Falta estudiar tu obra. Y darte el lugar que mereces. La razón por la que hacías naif era por que “vendía”. Y lo disfrutabas igual. Lo tuyo era el dibujo. Siempre.
El MUPI muestra por primera vez dieciséis pinturas tuyas en su sede, en la exposición “Maya: color y memoria”. Creaciones en técnica mixta, tinta china, crayolas, témperas, en arte ingenuo o naíf. La denominación naíf (del francés naïf, ‘ingenuo’) se aplica a la corriente artística caracterizada por la ingenuidad y espontaneidad, el autodidactismo. Pero vos decís que no quisiste hacer naíf “Cuando yo quería hacer “ingenuo”, lo que hice fue fijarme, primero en las cosas que mi madre (Zelié) hacía. Pero lo que yo quería hacer era distinto. Habían unos niños chiquitos como de tres años, afuera de una casa. Se le veían tres lados a la casa. Entonces, lo pinté. Y tenía cuidado que no tuviera absolutamente nada de perspectiva. Porque los primitivos tratan de imitar la perspectiva. Entonces yo suprimí completamente la perspectiva. Si pintaba una muchacha con un cántaro, la mano estaba aquí, el cántaro aquí…”.
Esas pinturas revelan tu sutileza y dulzura, tu trazo imperfecto es perfecto, tu mirada, quitás la perspectiva y realizás tu obra sin intentar copiar nada. Solo sentir. Caminás. Observás. Ya has visto muchas cosas. Los paseos dominicales con tu padre, en pueblos, subiendo al azar en cualquier bus, los perros y otros animales, las danzas, la agricultura, el barro, los ancianos, el telar de cintura, la conversación, comidas, denunciás la pobreza al dibujar a la niñez descalza, los tejados y techos de paja, el paisaje, el circo, el río, la mar. Por eso confirmás: “algunas personas creen que es en la mano que está el dibujo, pero no, está en la memoria”.
Puedo imaginar tu gozo al crear estas pinturas. Puedo imaginar también Maya, que pintaste por hambre y orgullo, sin bajar el rostro. Muchas de tus obras fueron compradas baratas. Las vendías para tu sobrevivencia a galerías o coleccionistas también. Seguro adornan muchas paredes en mansiones.
En estas pinturas expuestas en el MUPI desde septiembre de 2016, revelás la época, los árboles de maquilishuat llenos de flores rosa lila y otros árboles como el cortés blanco con flores amarillo intenso, en un solo cuadro. Y hay un tiempo cuando florean. Registrás escenas cuscatlecas que captás magistralmente.
En la colección del MUPI hay un manuscrito de Salarrué, que transcribí hace poco, donde habla de vos: “en Maya ha nacido de un lenguaje franco que hace florecer en forma inteligente una ingenuidad casi angélica, que despoja el dibujo y el color de toda vacilación y toda torpeza plástica, propias de la expresión infantil y sus restricciones. Un Sentimiento de abstracción, al mismo tiempo ensoñadora e informativa.*
Maya, vas mas allá de pintar por pintar. El dibujo es una pasión. Vivir para el arte. Vivir sin dejar el arte nunca. Una artista nunca se detiene. Pareciera que sos otra pintora que no existe en El Salvador. Y has dejado mucha obra dispersa.
Entro al museo, te saludo. Veo tus pinturitas en la pared blanca nívea. Estás aquí. Mas bien, ustedes están aquí, Los Salarrué, descansan y están juntos en el Archivo Histórico. Una cápsula en el tiempo. Te pido permiso, para hablar de vos. Has vivido, has dejado la abundancia de la artista sin encargo, de la artista que existe y florece en la sonrisa de las niñas y niños que veo cuando ven tus pinturas. Y se sorprenden y te descubren.
• Exposición “Maya color y memoria”
Museo de la Palabra y la Imagen (MUPI)
27 Avenida Norte Urbanización La Esperanza,
#1140 entre 19 y 21 Calle Poniente, San Salvador, El Salvador.
Teléfono 2564-7005
www.museo.com.sv
• Desde 2003 el MUPI mantiene la exposición “El Legado de Salarrué” en el Museo Salarrué/La Casa del Escritor, Villa Monserrat, Los Planes de Renderos, a unos metros de la entrada principal del Parque Balboa.
* Salarrué se refiere a Maya. Archivo Salarrué. Manuscrito. sv/mupi 1ª1/1/1.1.1.f43.104