Gito Minore,
Escritor argentino
Gabriela Pesclevi es integrante del colectivo “La Grieta” fundado en la ciudad de La Plata en 1993. Con ellos, entre las múltiples actividades que realizan, llevó adelante la investigación que dio origen al volumen Libros que muerden en el cual se analiza la literatura infantil censurada durante la última dictadura.
P-¿Cómo y por qué surge el colectivo “La Grieta”?
R-Surge hacia finales del año 1992/comienzos del 93 en función de un deseo de realización de una revista. Durante once años realizamos la revista La Grieta y alrededor de la ella hicimos una serie de actividades como recitales de poesía, charlas, proyecciones de películas, seminarios, y particularmente una actividad a la que llamamos “Muestra ambulante” que se desarrolló durante algunos años en el barrio Meridiano V., sitio en el que el grupo cuenta con su cede desde el 2004. A partir de ese momento se realizan actividades múltiples ligadas a los lenguajes artísticos. Dentro de este espacio se aloja la Biblioteca Popular La Chicharra donde se guardan algunas colecciones significativas: “Libros que muerden” (Literatura prohibida infantil y juvenil durante la dictadura); la obra completa de María Elena Walsh; “La muñecoteca”, una experiencia de varios libros y muñecos; “La colección Robin Hood”. La colección completa del Centro Editor de América Latina (que está en formación). Y otros libros de referencia en el campo de las artes y las juventudes.
P-Durante la última dictadura militar fueron censurados, prohibidos y quemados infinidad de libros ¿Qué fue lo que los motorizó a indagar precisamente en la literatura infantil?
R-Nosotr*s desde la experiencia de LG veníamos trabajando con niños/as y jóvenes desde el año 97 aproximadamente en lenguajes plásticos y literarios, realizando ediciones de libros producidos junto a chic*s. La relación con ell*s y nuestra devoción por pensar las infancias actuales y las otras: las que pasaron hace más o menos tiempo intuyo que nos llevó a encontrarnos con una colección arbitraria que compusimos a partir de la marca, de la tacha, del estigma que dejó el censor sobre una materia tan potente como delicada. Los libros que pudimos encontrar en nuestras niñeces antes de la prohibición o bien, los que no pudimos leer.
En la decisión de exhibir los libros prohibidos infantiles y juveniles en Argentina, con motivo de los treinta años del golpe (2006) había como una mezcla de razones de orden simbólico.
En lo personal siempre me cautivó la construcción de un mapa de distintos referentes de la literatura y las infancias porque muchos versos e historias me parecían de una fuerza descomunal para su época, invitaban a pensar a los niños de otra manera, encontrar imágenes para ell*s audaces, presentando intereses diversos, sin infantilizarlos y a la vez haciendo espacio para encontrarnos con eso primero: el juego, la música, los universos donde todo se vuelve posible o imposible. Entonces —en ese recorrido— fueron apareciendo autores que hacia finales de los años sesenta y especialmente en el último golpe cívico militar fueron los que recibieron la orden de censura, de no circulación. Había algo para examinar allí. Porque además se había seguido como dice Gociol e Invernizzi, “un plan sistemático” de cancelación de piezas para niños y jóvenes, no solo bibliografía ensayística y de izquierda.
Por otra parte no fueron solo una o dos obras paradigmáticas las que se habían cancelado, sino muchos libros infantiles. Eso nos producía desde curiosidad a una necesidad de conocer las razones de prohibición, de saber qué argumentación se había elaborado. Nos parecía que el análisis y la lectura que podían realizar los censores podía explicar además la mirada del mundo que estos portaban. Que eso daba cuenta de tantas otras cosas.
P-Siendo libros que han sufrido este destino de persecución, imaginamos que habrá sido dificultoso su hallazgo. Contanos ¿cómo fue el proceso de búsqueda, archivo, documentación y posterior curado de la muestra?
R-Efectivamente fue dificultoso encontrar entre el 2005 y 2006 todos los libros prohibidos, porque para comenzar existían varios títulos dedicados al estudio de la censura de libros, pero no reunían un listado de las obras infantiles en su completitud sino de modo fragmentario; aunque se transformaron junto a listas que teníamos (desde unos años atrás), más una información digamos de relatos orales, en nuestras primeras fuentes, y así poder comenzar a pesquisar obras que además estaban perdidas.
Creo que lo nuestro —durante los primeros años— fue esencialmente poner los libros que habían tenido una clausura a la mano de los lector*s que no habíamos tenido oportunidad de leerlos o aquellos que los habían leído, pero las condiciones hicieron que el miedo fuera la norma, o las nuevas generaciones aproximándose como a una historia de la LIJ.
Por lo tanto, en un primerísimo momento, teníamos en nuestra biblioteca alguno de los libros que sabíamos que el autor había recibido un tache, y luego cuando decidimos reunirlos salimos en la búsqueda de uno por uno, incluidas aquellas objeciones que se habían realizado a obras escolares para la infancia y la juventud, es decir, una literatura más aplicada al uso de la formación ya sea en Ciencias Sociales como en otras disciplinas, incluso diccionarios. Por lo tanto, el número de obras iniciales fueron alrededor de 18/19 obras, mayormente literatura que se prohibió por decreto, pero luego se fueron sumando otras tantas, incluidos cantidad de fascículos dedicados a la juventud, el estudio de la geografía, la historia, atlas, etc.
Fue un proceso paulatino de reunión de obras porque muchas podíamos procurarlas a través del mercado de libros antiguos y usados, pero otras, realmente estaban perdidas y había que ver cómo encontrarnos con ellas, ya que no se había realizado una reedición , cosa que ocurrió después de algunos años con obras que nos costó muchísimo encontrar. Como ejemplo cito, El nacimiento, el amor y los niños de Agnes Rosentiehl. Dos libros corrían otra suerte en el mercado de libros de Argentina: Un elefante ocupa mucho espacio de Elsa Bornemann y La torre de cubos de Laura Devetach. Ambas escritoras habían estado prohibidas pero unos años después reestablecida la democracia, se realizaron nuevas ediciones ya que las autoras pudieron continuar su producción poética y pudieron fortalecer y fortalecerse en lo que se llamó “el campo” de la LIJ. Por lo tanto, las historias de los libros corrían digamos diferentes fortunas. Unos circulaban en bibliotecas, otros se volvían a publicar, otros quedaban por completo afuera de la circulación. Ni siquiera se conocían o conocen sus autores, editoriales, etc.
Paralelamente veníamos estudiando los decretos con las solicitudes de prohibición. Muchos contaban con más de una hoja de análisis donde se exhibían las características de la obra, sus temas. Los censores subrayaban palabras inconvenientes, generaban una lectura minuciosa. Argumentaban las razones porque el libro no podía circular. Es asombrosa la cantidad de obras que se pusieron en tela de juicio y el procedimiento que se generó para su clausura. La lectura de los decretos nos permitía tener el discurso del censor, revisar el tipo de concepción de mundo y de relaciones sociales que esgrimían, una mirada monocorde y dogmática basada en el culto a la patria, desde un ojo reaccionario y segmentado, la imagen de la familia como algo fijo, la promulgación de valores ligados al catolicismo como fe religiosa.
En resumidas cuentas en los mismos tiempos que estábamos procurándonos los libros prohibidos y perdidos, revisamos otros documentos que nos permitían aproximarnos al devenir de cada uno. Incluso comenzábamos a archivar artículos de diario de la época en los que aparecía públicamente la labor de la censura en el aparato cultural, comunicacional. En algunos casos decidimos que era necesario conocer la obra completa de los autores que fueron objetados. Nos sentimos motivad*s en encontrar todos los libros de Álvaro Yunque, de Enrique Medina y de Pepe Murillo, de Bornemann y así… A la vez que leíamos ficciones estábamos realizando entrevistas a los autores/as, a lectores que se habían formado con esas piezas, realizando lecturas de orden teórico sobre nociones de memoria. Sabíamos que detrás del examen de estos libros, lo que estábamos haciendo era participar de un debate más ampliado sobre formas del recuerdo, una revisión de lo que comenzó a llamarse “el pasado reciente” desde la literatura y desde la posibilidad de crear relaciones de los libros entre los objetos y las acciones que comenzábamos a desplegar en los espacios en los que exhibíamos la muestra.
Por lo tanto los libros fueron una excusa formidable de encuentro para poder participar del intercambio de saberes al respecto de las historias que aparecían sobre finales de los años 60 y comienzos de los 70, pero muy mirados desde el presente. Con el presente en oblicuo facilitando viejos y nuevos interrogantes, pensando nociones conceptuales de ruptura en la noción de niñeces. Se volvía atractivo para nosotr*s, poder resignificar palabras, señalarlas de alguna forma, pasar por eso que consideramos “mínimo” o “micro” pero que integraba el andamiaje sobre el que luego recaía la censura. Palabras. Un glosario novedoso con finales abiertos en muchos casos, situaciones burlonas y juguetonas de pensar la vida adulta, situaciones donde lo social es fundamental para pensar el resto de las cosas. Libros ilustrados donde se podía encontrar un elefante huelguista, una mano verde y otra roja, una línea que muestra “el hombre nuevo”. Palabras, dibujos, historias nos conducían a un espacio de reflexión. Quiero señalar y agradecer algunos amig*s que nos facilitaron en los primeros tiempos de la indagación de LQM no solo información, sino algunos libros como puntos de partida de algo que hoy reúne un número mucho más ampliado que el que conformamos a comienzos de los años 2000. En la guarda de la Biblioteca La Chicharra se encuentra la colección LQM que cuenta con aproximadamente 300 volúmenes, como decíamos al comienzo, tanto de fascículos como de libros que un primer momento no teníamos. Varios de Editorial Progreso y otros.
4- En Libros que muerden, una de las autoras participantes, Judith Gociol afirma que “la literatura infanto-juvenil no es inocente. Y en buena hora. Los militares que firmaron los decretos de prohibición de circulación de esos textos los leyeron bien. Justamente porque sabían que los libros eran y son fabulosos vehículos de transmisión de ideologías, de pensamientos, valores y de libertad, es que los perseguían” ¿Pensás que esta aseveración sigue teniendo vigencia? ¿Se sigue persiguiendo a los libros infantiles por otros mecanismos?
Comparto la afirmación de que no es inocente. No hay ninguna literatura que guarde este atributo. Puede ser que se infantilice a los lector*s, o que se propongan literaturas que vuelen al ras del suelo. Me refiero más que nada a un perfil que aplana a diferencia de las sacudidas y los remolinos que tanta falta hacen. Me cautiva mucho más una literatura con inquietudes que sin inquietudes. Y las inquietudes desestabilizan, desordenan, movilizan. Dejan vacantes, o suman posibilidades. Nunca resta una literatura de calidad. Además la noción “inocencia” tan asociada a la imagen niño/niña es una imagen completamente quieta. En literatura un pensamiento ingenuo tiende aplacar el repertorio de preguntas que pueden estar haciéndose. La LIJ prohibida en Argentina no era inocente. En la mayoría de esos libros encontramos movimientos, luchas, dudas, apertura para encontrarnos con el cuerpo. Porque además, es una literatura corpórea, sin ángeles. No hay inocencia ni mirada angelical ni subestimación de un niño/a porque los niños sienten y participan del mundo que les toca tanto como los adultos aunque con sus diferencias. Y si bien la noción de desigualdad hace escollos en las formas de llevar adelante los cotidianos, todas las infancias están llenas de matices. Guardan muchísimos pliegues.
Por cierto, detrás de las escrituras, se expresan formas de dialogar con los otros y con el mundo que nos rodea, por lo tanto la ficción es vehículo de concepciones que se guardan acerca de esos otros, de uno mismo y del mundo de la cosas.
El que persigue a los libros infantiles en la actualidad es el mercado. Como lo hace con el resto de los productos para los niñ*s. Pero es cierto que no todo el mercado ofrece literatura empobrecida en ideas, imágenes, etc. Hay contrapuntos e intereses en pugna desde luego. También el mercado mueve y edita autoras/es que de otro modo no llegarían a nuestras manos. El concepto de persecución hoy en día es distinto a décadas pasadas con gobiernos de facto. Sin embargo, el censor/a “se guarda adentro” y cuando puede vuelve a resurgir. Hay situaciones donde se habilita esa posibilidad y desde la escuela, la familia, es decir las instituciones que siguen siendo las primeras instituciones de los niños/as se reproducen discursos más estáticos o menos estáticos, todo depende de trayectorias, biografías, direcciones y formaciones de cada uno/a de los referentes con los que se topan tanto chicos como adultos.
Muchos libros a veces “se esquivan” (en este caso me refiero a que no se incorporan ni en la currícula ni se eligen a la hora de regalar) por considerar que tratan los temas de manera muy cruda o plantean situaciones ligadas a temas complejos como la muerte, la enfermedad, lo sexual, como si esos temas no participaran de las infancias.
Igualmente creo que en todos estos años hay un gran avance del debate, por lo tanto considero que la reflexión (un canal fundamental e imprescindible) no se ha perdido sino que por lo contrario, viene siendo un factor a ser desarrollado. El campo de las imágenes, los libros ilustrados nos ha deslumbrado pero exigen de nosotr*s mayor capacidad analítica, mayor complejidad para pensarlos, para situarlos. Creo que la lectura es la clave de todo esto. ¿Cómo leo lo que leo?, ¿Cuáles serían las censuras hoy?, Qué omite cada quién? Y ¿qué se permite a la hora de pensar la literatura para niños/as?
Hace pocos años, tal vez tres, nos llegaron noticias de que varios libros que había editado el Ministerio de Educación de La Nación, habían recibido objeciones por parte de algunos directivos en unas escuelas de la Provincia de Mendoza y en algún espacio de la Provincia de Buenos Aires. Lo que pudimos pensar en el marco de esa situación fue lo siguiente: por un lado la producción de libros ya sea nuevas ediciones o reediciones, todas (nos consta) de grandísima calidad, le faltaba una vuelta de tuerca, poder formar a quiénes median con esos libros en las aulas. Se requiere espacios de formación de modo permanente para poder ofrecer un material que permita abrir y no cancelar, abrir y no clausurar. Fueron ocurriendo otras situaciones que venimos pensando, porque el cambio de gestión de gobierno, impuso una nueva lógica y abandonó la anterior. Respecto de nociones de lectura, producción de libros podemos decir que lo que se realizó (anterior gestión) en estos años pasados fue muy valioso. Ese movimiento que existía se detuvo, no solo porque no se invierte en la edición de libros sino porque todo el aparato educativo se viene reduciendo, muchas cosas que impulsa el nuevo gobierno tienen un tinte neoconservador.
P-En la actualidad, ustedes desde el grupo “La Grieta” siguen fomentando la literatura infantil emergente. Muestra de ello es su proyecto “El camaleón” ¿Nos podrías contar un poco acerca de esto?
R-El sello “El camaleón” se inscribe en un repertorio de publicaciones que realizamos con jóvenes desde hace años. Contiene la voz y las imágenes de chicas y chicos de sectores populares con los que trabajamos en el marco de un proyecto social. Arte y literatura para chic*s. Lo que nos importa son los cruces y la mixtura de lenguajes. Cruces entre chicos que habitan distintas propuestas de talleres en La Grieta. Chic*s que vienen de realidades hostiles y diferentes. Por esa razón nos vamos motivando entre tod*s para generar esos roces, contactos que sumen en lenguajes, en formas de acercarnos a la producción de textos y producción de imágenes. Nos interesan los oficios, por lo tanto consideramos a la escritura y a el arte gráfico como oficios que pueden contagiarse, pueden legarse también a los chic*s. Son los chic*s los que dibujan, escriben, proyectan junto a un grupo de adultos. Los adultos proponemos quizá un tamaño de hoja, pero todo pensado junto a ell*s.
Tal como lo decimos en nuestro primer editorial: “Del camaleón nos gusta el sonido, la palabra entera. Su tránsito por los humedales, su devoción territorial, su lengua retráctil. Su tendencia al cambio. Efectivamente cambia, se transforma, de unos colores a otros. Parecido a un lagarto, en la capa superficial de las células contiene unos cristales, los pigmentos de colores que están allí pueden cambiar a otros. De los marrones, naranjas y azules llegar al verde, o al verde y al marrón del marrón al bermellón del bermellón al marrón. El camaleón contendrá para nosotros la posibilidad del cambio. El camuflaje en ocasiones de riesgo. No solo la mutación en los creadores invitados, ya sean del universo del lenguaje escrito o de las artes gráficas, sino el más profundo. El que se produce del encuentro con los otros”.
P-¿Cuáles son sus proyectos futuros?
R-Los proyectos son múltiples, pero varios están asociados a las actividades que se generan desde La Biblioteca Popular La Chicharra que se encuentra en el mismo edificio (viejo galpón del ferrocarril) en La Grieta. En el marco de la experiencia LQM la idea es continuar con el grupo de estudio y lanzar una nueva colección de cuadernillos que contienen nuestras revisiones de textos y debates en torno a concepciones de libros, memorias que calan en lo singular, lo peculiar, lo original.
En relación a La Grieta como totalidad siempre como espacio de formación colectiva, donde se valoricen los conocimientos de cada uno y que puedan proliferar y dialogar con otr*s y en otros espacios. Es decir, La Grieta que pueda mudar, viajar, persistir e insistir en la generación y cruces de poéticas.
Gito Minore: [email protected]