Alfonso Velis Tobar,
Carletón University. MA.
Por casualidad cuando investigaba en la Sección de “Estudios Latinoamericanos, en la Universidad de Carletón en Ottawa, Canadá, donde cursaba en 1996 mis estudios para optar el grado de Máster en Literatura Hispanoamericana e historiografía literaria, grande fue mi emoción al encontrar el libro “MONSEÑOR ROMERO: EL PUEBLO ES MI PROFETA”, editado en 1995 por Alfredo Burgos y Mario Trejo del Equipo de Arte “EDUCACIÓN DEL MAIZ” en El Salvador. Reconfortante a mí espíritu, estando lejos de mí patria, encontrarme con textos escogidos de sus “Homilías, Cartas Pastorales”, su pensamiento. Dichosos mis latidos del corazón por la impresión que me causaron las ilustraciones fotográficas, dibujos, caricaturas, reflejos biográficos, del rostro de Monseñor Romero, donde hay una muestra de su infancia en su pueblo Cacahuatique, hoy Ciudad Barrios donde nació Monseñor en 1917 en El Salvador, Centroamérica. Este hermoso libro “Collage” refleja con mucha conciencia la vida pastoral y valentía de Monseñor desde el instante de su conversión misma, la que supo forjar como líder espiritual, preocupado por los problemas nacionales, al defender desde el pulpito de la Catedral Metropolitana de San Salvador a los pobres indefensos de nuestro país, en un momento de convulsión revolucionaria, abogando por la justicia y por una democracia plena en El Salvador. Monseñor Romero la “voz de los sin voz”, como le llama el pueblo, por la justicia, la libertad y por el respeto a los derechos humanos.
Es increíble la psicología artística que estos dos geniales artistas “guanacos” logran reflejar con esas graciosas caricaturas de la figura, imagen humilde, bondadosa y humana que se resplandece con el eco histórico de su misma palabra. Quiero aclarar, que este comentario es parte de un libro inédito: “Monseñor Romero y la Cultura: El Salvadoreño más Universal”, trabajo realizado con amor a lo largo de algunos años con la finalidad de mostrar al mundo, cómo la personalidad de Monseñor, en relación a la cultura salvadoreña, es símbolo para los creadores de todas las manifestaciones artísticas e intelectuales del mundo entero que se inspiran en su honor. También pude rescatar dibujos y otras caricaturas anónimas sobre Monseñor desde la calle misma en las manifestaciones, porque hubo un tiempo en que unos tuvieron miedo hablar de Monseñor. También no será de extrañar cuando se conozca mi trabajo monográfico, que nos encontremos con otras caricaturas, dibujos o pinturas que he logrado rescatar por aquí por allá y desde la calle misma en las manifestaciones, cuando el pueblo salía a protestar por su derechos humanos, encontrados en hojas volantes, periódicos, revistas de cultura popular, nacionales, extranjeras, algunas de ellas anónimas, porque hubieron algunos faltos de moral que tuvieron temor de mencionar su nombre en su momento, de ahí muchos poemas, textos, dibujos, calzados con pseudónimos. Porque hubieron también artistas que se prestaron creando mas de alguna caricatura mofándose de Monseñor, por Ejemplo, las caricaturas sarcásticas que aparecieron en un periódico matutino con el título de “San Marxnulfo Romero” (todos entendemos este anagrama con este prefijo), que la ultraderecha recalcitrante se encargó de difundir en pasquines con el afán de difamar la persona de Monseñor, en un momento crucial hacia 1977 a los 80s cuando hablaba a favor de los pobres, años de intensa represión militar en contra de las organizaciones democrático revolucionarias, que luchaban a muerte en contra de la dictadura militar fascista, que con la venia del imperialismo norteamericano, asesoraba, financiaba la represión con dólares de muerte y artefactos militares para hacer la guerra al pueblo; un pueblo indefenso, pero que tenía todo el derecho moral a defenderse, a organizarse para responderle al enemigo de clase, declarándole también como respuesta moral la lucha armada, todo por la justicia social y la liberación nacional. Valga decir que Monseñor Romero fue rechazado por los sectores reaccionarios de la Iglesia Católica misma cómplices, con la oligarquía, a quien duramente atacó, quienes siempre hasta hoy quieren seguir manteniendo sus privilegios de clase explotadora; quien tuvo la osadía de calumniarlo, con saña, con odio, condenándolo a muerte, pero lo único que consiguieron sus enemigos, fue que Monseñor se mantuviera más firme ante sus amenazas que no lo amedrentaron jamás. Las veces que fue calumniado, rechazado por los dueños del poder económico, a los enemigos de clase, se pronunció con valentía, con mucha humildad y coraje diciéndoles la verdad: “Me hacen un inmenso honor cuando me rechazan porque me parezco un poquito a Jesucristo que también fue piedra de escándalo” (31/1278VI88). Por ello Monseñor fue como otro Cristo más en este Calvario del pueblo salvadoreño, igual que Jesús también fue vejado, inmolado en el Calvario de su propia cruz, por ello años después la voz valiente de otro jesuita Ignacio Ellacuria, también héroe y mártir al velar por los derechos del pueblo dijo con razón: “Con Monseñor Romero Dios pasó por El Salvador”.
En todo caso por hoy solo intento hablar de las caricaturas de los compañeros artistas Alfredo Burgos y Mario Trejo creadores del mencionado libro. Menciono a ambos, porque son ellos los responsables de esta creación de todas estas caricaturas (valga que no me equivoque a la distancia), no sé entre todas ellas, cuál de las cuales pertenece a quien, pero lo cierto, es creación de ambos y lo importante el carácter especial que manifiestan para ser comentadas. Las que de entrada reflejan el amor de Monseñor por el pueblo y el pueblo por Monseñor. Ejemplo, cuando una multitud de graciosos rostros del pueblo trabajador viene con flores, guitarras, panderetas, tambores, portando pancartas que dicen “Monseñor Romero vive”, donde hasta los perros “aguacateros” de la calle siguen con alegría entre la multitud que viene alegremente avivando a nuestro pastor. Y en cada una de las secuencias vemos su imagen en diferentes situaciones, Monseñor quedándose dormido muy tranquilo en un sofá, compartiendo la mesa campesina rodeado de niños pobres, Monseñor llorando, quejándose de la actitud e incomprensión reaccionaria de los otros obispos “tamagases”, los “Judas de la iglesia” inquisidores a escondidas en contubernio con militares y oligarcas, burlándose, acusándole de alentar la subversión de las organizaciones populares que buscaban justicia social. Por esa razón un militar tristemente célebre, un tal mayor D’abuisson, su asesino intelectual y material, lo apodaba con odio de ser un “guerrillero angelical”. Pero sigamos con las secuencias de estas imágenes, Monseñor Romero manejando su camionetilla cargada de campesinos, obreros, niños pobres, miembros de las Comunidades Eclesiales de Base, Monseñor con su mitra dando la comunión, recibiendo alguna gallinita, alguna fruta de parte de la niña Margarita en visita a los cantones del Jicarón y el Salitre, Monseñor mirando los muñequitos en la televisión, le gustaban mucho, como cuentan, gozaba con ellos, viéndolo reír, o viendo la película de un trágico payaso, viejo, desanimado, vencido, lloroso. Monseñor posando con familias pobres que quieren tomarse una foto con él, para colgarla con orgullo en un cancel de su rancho, Monseñor alentando a los niños hambrientos, a la vendedora de las calles con el canasto en su cabeza lleno de frutas y su gran delantal de manta, sudando a chorros. Monseñor de la mano de los niños barrigones de lombrices y chulones, hijos de Juan pueblo y de la María Tecúm que está de nuevo embarazada, pidiendo a ellos las oraciones para ser fiel a la promesa, de que jamás los abandonará, así corra todos los peligros que su ministerio cristiano le exige en esos momentos. Monseñor Romero viendo jugar barrilete a Juanito, mientras atiende a Lucía con su cántaro en la cintura en camino a la fuente de San Andrés de Apaneca o alentando a la niña Choly que viene cantando la venta de flores por las calles de San Salvador, quien le pide una oración por su niño ardiendo en fiebre por la tifoidea y no me van a creer, que hasta los perros y gatos enroscándose en las piernas de Monseñor demostrándole con amor animal su cariño. También hay caricaturas de sus momentos de crisis o tentaciones, quien decía que las crisis son momentos de cambio y todos tenemos terribles crisis y hasta el Papa que también fue incomprensivo con él las tuvo, pero la crisis debe ir en búsqueda de la verdad. Pero Monseñor tenía la capacidad moral para vivir y decir la verdad. Y decir la verdad es sufrir el tormento que sufren los profetas y poetas, porque es más fácil decir la mentira, ya que la verdad duele, saca sangre y de la que a veces no hay justicia. Así vemos en este recorrido artístico sobre su figura, Monseñor Romero y su álbum viejo de fotografías. Incluso desde niño de ocho años en brazos de su padre don Santos Romero un telegrafista del pueblo, y de su madre la niña Guadalupe de Jesús Galdámez. Monseñor Romero sentado en su humilde despacho, recibiendo, alentando las quejas de todos los padres, enfilando hacia él, pidiéndole muy angustiados que interceda ante el gobierno por sus hijos en manos de la entonces criminal Guardia Nacional y Policía Nacional, pidiéndole que investigue por el paradero de sus familiares desaparecidos, encarcelados, masacrados. Esta otra Monseñor Romero, recibido por otra multitud de cristianos pobres, con bombas, cuetes y música de violines “Que viva Monseñor Romero”, gritaba la gente cuando llegaba de visita en sus peregrinaciones cantonales. Otra con su rostro en secuencia partiendo de una transparencia para ir reflejándose en radiante luz. Monseñor Romero entrevistado por periodistas extranjeros, diciendo que la iglesia se alegra de ser perseguida, así fue siempre, sufrir y sufrir el martirio y solo sufrir de lo contrario disfruta del apoyo de los privilegios y como decía aquel apóstol, si es necesario muramos con él, Monseñor Romero rezando a solas el rosario a Santa María con la camándula en las manos, celebrando un matrimonio pobre, dando el bautizo, confirmando a José pashaca, celebrando la eucaristía, la confesión, ungiendo a los enfermos moribundos, dando la bendición, cuestionando la falsedad de las sectas, la idolatría del dinero, opio del pueblo y del imperio que las financia, porque a la verdadera iglesia se le persigue porque predica la verdad. Monseñor en sus sentencias exclamando: “Un cristiano que se solidariza con la parte opresora, no es buen cristiano, / Es inconcebible que se diga alguien cristiano y no tome, como Cristo, una opción preferencial por los pobres”. Monseñor Romero estaba clarito en su visión humana a favor del pueblo oprimido. Símbolo de un pueblo sacrificado; y el que a espada hiere a espada muere, todos estos atropellos tanto de militares, como los del poder dictatorial, no pueden quedarse impunes, no hay crimen que se quede sin castigo, es una ley de Dios, así pensaba Monseñor en su palabra. En otras caricaturas vemos a un Monseñor conduciendo a su pueblo, velando por él. Decía que costaba que el pueblo aprendiera el camino de la liberación y es la verdad la que nos hace libres. Según su pensamiento todos tenemos un compromiso cristiano con el pueblo y quien dice me aparto del mal, en eso yo no me meto y que no lo combate y al decir siempre la verdad no hay temor de quedarnos solos. En las caricaturas Monseñor Romero expresa: “siempre que se predica la verdad contra las injusticias, contra los abusos, contra los atropellos, la verdad tiene que doler”(29/05/77/I, II, 74) En un sistema como el nuestro, donde impera la corrupción, la burocracia, la muerte, el crimen, el terror, la violencia institucional, la tortura, la cárcel, la ambición al poder del dinero, sin dejarle nada a los pobres que son quienes trabajan la tierra, quienes mueven las maquinas y poleas, quienes hacen los quehaceres de los pudientes, mal comidos, enfermos, sin casa y escuelas dignas de su sentir humano, buscando y gozando solo de sus privilegios y los más pobres sufriendo en la miseria, sin un pedazo de tierra donde sembrar y cosechar los frutos de sus alimentos, eso no es justicia de un sistema, eso es un sistema del infierno. Pues para Monseñor un medio del cese de la violencia, dice que “hay que ir a cortar las raíces, así cesara ese malestar, porque es la causante de la injusticia, porque hay una violencia estructural e institucional que engendra la injusticia social.” Monseñor Romero fue muy valiente en su momento, su actitud y compromiso cristiano con el pueblo, aunque con temor, pero “el temor es algo humano”, como el mismo decía.
En fin todas estas maravillosas caricaturas, es una muestra antropológica social, mágicamente salidas del lápiz de nuestros dos artistas Alfredo Burgos y Mario Trejo, finos trazos psicológicos, que enaltecen nuestro espíritu y nos hacen pensar, meditar y reflexionar sobre la condición humana y social en nuestra conciencia para sentirnos en esa verdad cristiana. Enseñan, educan moralmente, para reconocer el valor humano de lo que era y sigue siendo en la memoria del pueblo la figura de Monseñor que jamás se olvida. Hombre sencillo, presto a ejercer su palabra pastoral, a favor de los pobres de El Salvador, actitud que lo llevara al martirio de su muerte. Es admirable cómo su figura hasta en el presente momento significa mucho y es símbolo de esperanza, no solo para la historia, sino símbolo también para la cultura salvadoreña, la paz justa su imagen universal. No hay palabras de elogio para estos dos artistas geniales de nuestra patria que encausan el arte dentro de nuestra historia misma. AVT/2019.