JOSÉ GUILLERMO MÁRTIR HIDALGO
Los políticos y los psicópatas, están afectados por una enfermedad llamada megalomanía. La megalomanía es un trastorno mental delirante, con sentimientos de omnipotencia infantil y grandeza personal.
El religioso protestante de origen estadounidense, Texe Marrs, en el segundo capítulo de su obra “Codex Mágica” titulado “La Megalomanía y la rabias de los psicópatas: ¿Por qué los illuminati hacen lo que hacen?”1, describe al psicópata como alguien que le falta remordimiento, conciencia y comprensión de los sentimientos de los demás. Señala que esta descripción psicológica es propia para líderes políticos y empresarios importantes. Exclama que la sociedad americana y el gobierno federal, están poblados por psicópatas. Igualmente, las filas de la orden masónica están cargadas de psicópatas peligrosos. Asimismo, la Naciones Unidas son un pozo negro hirviente de psicópatas no arrepentidos.
Considera que la élite tiene una obsesión por el secretismo, expresado en el uso de la magia para lograr sus fines. Define a la magia como una actuación ritual, cuya actividad influye en los acontecimientos humanos o naturales, a través del acceso a una fuerza mística externa más allá de la esfera humana. Marrs cree que a través de ella, los psicópatas que conducen el círculo interior de los illuminati, invocan o invitan a demonios de un reino invisible.
El autor opina que los ricos y famosos están en el iluminismo, en el ocultismo o en la brujería porque es la tendencia de moda. La mayoría -considera- son personas ignorantes utilizadas por los illuminati. Otro grupo de personas están involucradas, a un nivel inferior, en sociedades y órdenes secretas. Estos imaginan que hacen bien a la sociedad, pero, son personas incautas y engañadas por el grupo invisible del “círculo interno”, que les dice lo que deben hacer.
Los illuminati “los constructores” tienen la intención de destruir el orden mundial existente, para construir su Nuevo Orden Mundial gobernado por su Dios-Hombre. La estructura illuminati suscita en sus discípulos humanos, el hambre de poder. Estos hombres codician el poder. La jerarquía illuminati está impregnada de ambición al poder y lujuria carnal. El elemento vital que nutre las partes superiores de la pirámide es, el dominio sobre una masa de siervos. El acceso sin restricciones al poder sobre personas, organizaciones, recursos y naciones les lleva a premiar o castigar a discípulos, escogidos, amigos y enemigos. La pérdida masiva de vidas, no es ningún obstáculo que preocupe a la élite. Para ellos engendrar destrucción y caos es un proceso alquímico sin fin. La perversidad y el orgullo exagerado, es la realidad corrupta de los hombres iluminados.
La élite de los illuminati está dividida en rangos y autoridades. Hay un círculo interno oculto, seguido de un núcleo de varios miembros, luego, un círculo más grande de influencia y finalmente los títeres. En ellos predomina la mentalidad de colmena, que hacen eco al unísono de las palabras “¡Si, Maestro!” a sus superiores. El elitismo es una enfermedad mental, donde los afectados no experimentan culpabilidad alguna.
No todos los hombres poderosos y malvados son ricos, pero, muchos lo son. El estilo de vida ocioso y la riqueza los llevan al aburrimiento. El aburrimiento impide su desarrollo moral y su potencial, para ejercitar el buen juicio y el sentido común. Por lo que la magia y la brujería ritual se convierten en esenciales para sus vidas, sin ellas, volverían a lo mundano. Sus posesiones no son en base al mérito, sino, a la herencia, al “amiguismo” y a la adulación. Los illuminati identifican como su señor a Lucifer, a modo de ángel bueno, al que nombran el Gran Arquitecto del Universo. El elitista iluminado no se considera un hombre, sino, un Dios. El miedo y el terror son usados al interior de la organización, para mantener a los iniciados enfocados. Así evitar la traición y la revelación de secretos que dañen sus actividades.
PATOCRACIA
Jack Mullen es un empresario radial norteamericano, certifica que el investigador polaco Andrew Lobaczewski, correlaciono el comportamiento de los psicópatas, con la depravación de regímenes políticos masivamente opresivos. En su artículo “Patocracia: tiranía en las manos psicópatas” asevera2, que las organizaciones sociales pueden infestarse de personalidades psicópatas. Cuando son los gobiernos los infestados surge una patocracia, la cual es una enfermedad macro social que se caracteriza por proteger el poder adquirido, erradicando a cualquier oposición. Es decir, limpiar la casa para evitar la pérdida de control. Lo cual puede evolucionar en miles o millones de muertes.
Asegura Mullen que hay un crimen deliberado y agresivo contra los estadounidenses. Quienes son premeditadamente aterrorizados con falsas banderas y falsas promesas. Las cuentas de jubilación están siendo robadas por los banqueros y por un gobierno en bancarrota. Ante esto afirma, que Estados Unidos está bajo el control de los psicópatas.
En una patocracia, todas las posiciones de liderazgo están ocupadas por personas con la misma desviación psicológica. Para mitigar la amenaza a su poder una manera es, emplear todas las formas de terrorismo y políticas de exterminio. Otra actividad específica para contrarrestar la amenaza a su poder es el “adoctrinamiento”, lo que conduce a la patologización de los procesos de pensamiento de los individuos y la sociedad.
Mullen considera que los bancos son la líneas eléctricas y la moneda, la corriente eléctrica de la patocracia norteamericana. Sugiere que para contarle el suministro de combustible, hay que eliminar las cuentas que se tengan en bancos y mercados de inversión, comprar oro físico y plata, así como suministros de alimentos perecederos.
En el artículo “Psicópatas y políticos: la patocracia del «Estado Profundo»” 3, el abogado y escritor estadounidense John W. Whitehead considera que los políticos tienen más probabilidades de ser psicópatas. Asegura que no hay ninguna diferencia entre un político y un psicópata. Ambos exhiben una falta de aceptación de responsabilidad por sus acciones, tienen alta autoestima, son inestables, tienen estilos de vida desviados, necesitan estimulación constante, presentan estilos de vida parásitos y son poco realistas. Psicópatas y políticos están cortados del mismo tejido patológico.
Rebosantes de un encanto fácil y mentes calculadoras, terminan creando patocracia. Esta es una sociedad totalitaria que apuesta por el orden, el control y la destrucción de la libertad. Una vez que los psicópatas ganan el poder, el resultado es la formación de un gobierno totalitario. Por tanto, una patocracia es un gobierno que opera en contra de los intereses de su propio pueblo. Excepto para favorecer a ciertos grupos.
En este ámbito, la disposición a priorizar el poder por encima de todo es el rasgo definitorio del psicópata. Y la psicopatía no se limita a altos cargos del gobierno, ya que se puede propagar como un virus entre la población. Esto porque la gente se identifica con el líder, con el partido o con el orden social. Depende de cómo los líderes cultivan un sentido de identificación con sus seguidores, será si estos se convierten en agentes del bien o del mal.
La resistencia a tales regímenes depende de la fuerza de las opiniones, en la mente de aquellos que eligen defenderse. Una de las mejores curas para los malos líderes es la democracia política. Esto es, responsabilizar a los políticos por sus acciones y las acciones de su personal. El periodismo de investigación, denuncias de alertadores que exponen la corrupción, demandas judiciales y protestas y acciones políticas de masas son las mejores maneras de mantener a una persona sin conciencia bajo control. El objetivo es crear un sistema que responsabilice a los psicópatas ante una conciencia más amplia de la sociedad.
PSICÓPATA Y MASÓN
Para ello, los ciudadanos tienen que hacer el trabajo de educarse de lo que está haciendo el gobierno y descubrir cómo responsabilizarlo. Pero, hombres y mujeres de la élite son adorados por las masas. Esta es una de las razones del porqué los votantes continúan eligiendo psicópatas para posiciones de poder. A pesar de que escoger a un psicópata para un cargo público es el equivalente de un harakiri nacional.
El psicópata está convencido que es divino, que las reglas no se aplican a él. Siguen la máxima del satanista Aleister Crowley, “haz lo que desees será la totalidad de la ley”. Aunque tienen una clara percepción de la realidad, el psicópata busca la satisfacción inmediata y no tiene obligaciones sociales ni morales. Si la sociedad cae en manos de un psicópata criminal, puede que le haga un daño muy significativo desde esa posición de gran responsabilidad.