Álvaro Darío Lara
Escritor y poeta
El año comienza, como debe de ser, en nuestro país, con esperanzas y sueños renovados en un mejor destino para todos los que habitamos esta fabulosa región del mundo.
Vivimos tiempos tumultuosos, inmersos en un complejo escenario social, político y económico. Sin embargo, a pesar de la violencia que nos abate, de hondas raíces estructurales, y del clima de sordera que prevalece entre nosotros, incapaces de unirnos en momentos cruciales de nuestra historia; un nuevo ciclo del planeta es siempre una ocasión propicia para traer al recuerdo esas sabias palabras de la gran poetisa chilena Gabriela Mistral (1889-1957): “Donde haya un árbol que plantar, plántalo tú. Donde haya un error que enmendar, enmiéndalo tú. Donde haya un esfuerzo que todos esquivan, hazlo tú. Sé tú el que aparta la piedra del camino”.
Esperar que sean otros, quienes nos resuelven los problemas, es iluso. La verdadera transformación comienza siempre en nuestra propio ser.
Esta época de inicio de año, es ideal para expresar gratitud por todo lo recibido. Pero también, para evaluar, de forma autocrítica, aquellas zonas de nuestro quehacer, que necesitan una gradual rectificación. Siempre es posible cambiar, y lo maravilloso que asiste al ser humano, es esa posibilidad de perfectibilidad, es decir, la capacidad de poder perfeccionarnos continuamente, de lograr superar todos aquellos aspectos que aún nos separan de la divinidad, de nosotros mismos, y por ende, de los demás.
El compartir, al comienzo de este nuevo período, más allá del entorno familiar, con los que nada tienen, con aquellos que sufren penurias, soledad, tristeza, abandono, es recordar que “todos somos uno”, y que, el próximo, soy yo, pese a nuestras aparentes diferencias de piel, idioma o creencias de cualquier naturaleza.
Recientemente leía la sabatina columna del poeta David Escobar Galindo, en un matutino nacional, donde destacaba el valor que la confianza y la fe, pueden alcanzar en la ardua tarea de “salir adelante” como individuos y como país. Palabras de esperanza.
David, recordaba a doña Lillian, su querida abuela materna, quien le decía, al niño de entonces: “Este es el mejor país del mundo”; y así es. El Salvador, pese a todos los nubarrones, es nuestro hogar, al que nunca hemos abandonado, y por quien debemos trabajar desde la posición que ocupemos.
Frecuente es, que, ante la oscura noche de la maldad, creamos que todo está perdido. Es ahí, donde debemos alzar la esperanza, ya lo dice el gran poeta libanés Kahlil Gibran (1883-1931): “Por muy larga que sea la tormenta, el sol siempre vuelve a brillar entre las nubes”. Por lo tanto, debemos confiar, serenamente, en un futuro más prometedor.
Gracias a Co-Latino, y a todo su equipo de trabajadores; al escritor Mauricio Vallejo Márquez, Coordinador de este suplemento; y a ustedes, estimados lectores, por ser parte de este esfuerzo en este 2018.