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Es impresionante la actitud competitiva del tenimesista inclusivo, Melvin Muñoz. Foto INDES/Diario Co Latino

Melvin Muñoz: “Fue hasta en mi adolescencia cuando me dí cuenta que no tenía mi brazo”

Rolando Alvarenga
@DiarioCoLatino

El ingeniero y tenimesista santaneco, Melvin Jonathan Muñoz Benítez, es un ejemplar atleta inclusivo que a través de los años y a punta de raquetazos ha salido adelante en una misión cuesta arriba, pero no imposible. Con una increíble destreza para sujetar la bolita con la mano izquierda y dispararla con la misma mano en un abrir y cerrar de ojos, Melvin se constituyó el fin de semana anterior en una de las figuras estelares del “Campeonato Centroamericano Master de Tenis de Mesa” para jugadores desde los 30 años hasta sin límite, ganado por El Salvador.

Durante su trayectoria ha logrado varios títulos convencionales e inclusivos, cumpliendo su máxima actuación en los Juegos Parapanamericanos de Río 2007 y Lima 2019.  A sus 40 años, su gran sueño y aspiración es clasificar a los Paralímpicos de París 2024.

–   ¿Cuál fue la causa de la pérdida de su mano y brazo derecho?

“Ocurrió mientras estaba en el vientre de mi madre, allá por 1981, y fue a causa de un antibiótico.

–  Me resulta una pregunta dura, pero debo hacerla. ¿Cuando se dio cuenta que no tenía su mano y brazo derecho?

¡Ah!,¡sí! esa es una pregunta bien interesante, porque por increíble que parezca, cualquier persona podría pensar de que yo me di cuenta desde que tuve uno, dos años, al tener conciencia, pero realmente no fue así. Yo siempre me veía en el espejo a un niño normal y curiosamente me di cuenta (de mi falta de brazo y mano), desde el momento que me lo empezaron a señalar.

Melvin Muñoz tiene la vista en clasificar para los Juegos Paralímpicos de París 2024. Foto INDES/Diario Co Latino

–   ¡Vamos!, ¡vamos!, cuénteme más, esto se pone interesante.

La verdad que es algo cómico cuando sucedió eso. Fue cuando entrando en la adolescencia y al debutar en la etapa de querer andar de novio, más o menos entre los 14 y 15 años, las chicas me preguntaban sobre ¿qué me había sucedido? y que sí mis hijos podían llegar a salir igual que yo. Preguntas normales, pero sobre las que yo nunca me había puesto a pensar.

–  ¿Cuál fue su reacción al enterarse de esta realidad?

Recuerdo que la primera vez que fui preguntado sobre mi caso. No me impactó. Me quedé callado, me fui a mi casa, me puse a pensar y me vi en el espejo. Allí fue la primera vez que me di cuenta que me hacía falta mi brazo. No experimenté una reacción de shock y me dije: “bueno este soy yo” y unas veces aceptado y otras rechazado por las chicas, a proseguir la vida. En ciertas ocasiones tuve lapsos de inseguridad, pero gracias a Dios no me costó asimilarlo, pude cambiar eso y seguí siendo quien soy.

–  ¿ A qué edad inició en el tenis de mesa o empezó en otro deporte?

Es algo bien interesante porque a los diez años yo vi por primera una raqueta de este deporte y a los once empecé a practicar.  Pero fue, hasta cuando me gradué de Ingeniero en la Universidad Nacional que entendí el por qué yo me había inclinado tanto al deporte desde niño. Es bien interesante porque para mí, la práctica deportiva fue una forma de expresarme y demostrar que, física y deportivamente, yo podía competir al mismo nivel de tú a tú con un tenimesista convencional pudiendo ganar o perder.

–  Siendo un atleta inclusivo, ¿logró llegar a tener el nivel de un atleta convencional?

–  Es una pregunta bastante compleja porque no solo estamos hablando de la discapacidad física, sino que, como cualquier otro niño, a quien si no se le abren las oportunidades, con infraestructura y entrenadores profesionalmente especializados, difícilmente logrará un desarrollo para competir en el alto nivel.

–  A la mitad de su trayectoria y ya cuando se lanzó a competir a nivel federado, ¿sintió que el atleta convencional le sacaba diferencia o a la hora de jugar olvidaba su discapacidad?

De hecho, en el pasado y en el presente, siento que no. Simplemente estoy ubicado en que tengo que dar lo mejor de mí, sabiendo que puedo ganar o perder, pero siempre dando lo máximo en ataque y defensa. Siempre jugaré con la misma motivación y la vista en el triunfo. Desde luego que a la hora de los “quiubos” siempre entran las variables como el esfuerzo, entrenamiento previo, la preparación y otros factores. No obstante y aunque es innegable que hay diferencias, nunca he pensado en eso y jamás pensaré que estoy en desventaja por el tema del equilibrio.

–  A propósito, cómo funciona lo del equilibrio al atacar y defender’

En mi caso y por falta de mi brazo y mano yo compenso el equilibrio de tres libras. Esto me lo explicó en su oportunidad una fisioterapeuta cuando estuve en tratamiento. Me dijo que siempre hay una compensación del lado de la columna de tres libras de diferencia, lo cual resulta un dato muy interesante.

–  ¿Con qué enfrenta cada uno de sus juegos convencionales y paralímpicos?

Juego con el alma y siempre buscando ejecutar las técnicas correctas en todos los remates y creo que al final allí hay igualdad, porque uno, como una persona con discapacidad, mentalmente compensa eso, mentalmente uno puede reponer eso en el cuerpo.

–  ¿Y que hay sobre su profesión de Ingeniero en Sistemas?

Hace varios años empecé trabajando en Cristiani Burkard, después en el SIECA, teniendo compañeros excepcionales y últimamente ejecutando varios proyectos independientes y gracias a Dios y al apoyo de mi esposa, que siempre es un pilar muy importante, nos está yendo bastante bien.

–  ¿Y sobre los niños?

– Tengo dos hijos maravillosos. Samirah Carolina, de 14 años, actual campeona nacional de la categoría U-15, y Melvin Javier, de 8 años, campeón nacional de la U-9. Por lo tanto,  creo que con los primeros resultados y sus condiciones, el apellido Muñoz seguirá por varios años en nuestro tenis de mesa, dándole vigencia y protagonismo a nuestra querida Santa Ana

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