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Memoria de Jaime Nuñez

Álvaro Darío Lara,

Poeta y escritor

 

Hace exactamente veintiséis años, un sábado 15 de junio de 1991, dos muchachos, morían tras un enfrentamiento con fuerzas gubernamentales en la Colonia Vista Hermosa de San Salvador. El comando urbano había atacado con un RPG-7, fallidamente, minutos antes, posiciones del Regimiento de Caballería, ubicado en las cercanías de la Colonia Dolores.
Los militares persiguieron a la camioneta donde se conducían, según las fuentes periodísticas de la época, Noel Ulises Hernández Padilla, José Jaime Núñez y Nelson Antonio Orellana. Para la mala fortuna de los muchachos, en la calle principal de Vista Hermosa, se encontraba un retén de la Policía Nacional. Éste disparó al vehículo, hiriendo a Nelson Antonio, quien al perder el control, se estrelló contra el muro de una residencia particular. De acuerdo a la prensa, Noel y Jaime, descendieron del automóvil, y abrieron fuego. Sus cadáveres quedaron tendidos, cubiertos de sangre. Sólo sobrevivió Nelson Antonio.
El caso nunca fue aclarado totalmente; sin embargo, lo cierto es que Noel y Jaime eran estudiantes de Derecho de la Universidad de El Salvador. Ambos pertenecían al movimiento estudiantil ALTERNATIVA, tras el cual se encontraba el Ejército Revolucionario del Pueblo (ERP). ALTERNATIVA había ganado la presidencia de la Asociación General de Estudiantes Universitarios (AGEUS) y gozaba de mucha popularidad entre la comunidad universitaria. Sus actividades eran muy atractivas, a tono con el inicio de los noventa. Pero el nexo con la guerrilla urbana, era real. Como real era su estrategia de reclutamiento para la agitación y la lucha armada.
Por mi pertenencia al Taller Literario Xibalbá era frecuente que yo llegara a la UES. Casualmente, un día, nos encontramos con Jaime (mi excompañero de bachillerato, con quien nos habíamos graduado en 1983), después de algunos años de no vernos. Recuerdo perfectamente como Jaime y su hermano Ricardo, estaban ya muy integrados al movimiento. Y el gran entusiasmo de Jaime, esa mañana, cuando lo vi pintado las paredes de la Facultad, junto a una decena de jóvenes.
Jaime escribía. Escribía, desde el colegio. Además era un gran lector de sociología y de política. A pesar de provenir de una condición social estable, Jaime soñaba por cambiar la realidad del país. Amaba a la justicia, a la poesía y a las muchachas. Y sentía que su lugar estaba ahí, en la lucha revolucionaria, no en la comodidad «burguesa», como se decía entonces.
En junio del 91, mientras las negociaciones entre las «partes» apuntaban ya al fin de la guerra, Jaime y tantos otros, ofrecieron la última cuota de sangre.
La vocación humanista de Jaime lo hizo ser fusil, en un tiempo cruel, absurdo y peligrosamente oscuro. Su sacrificio me trae a la memoria estos versos de Hugo Lindo: «¿Si tuvo Patria? No más Patria/que su ideal de flor purísima/pues lo demás era jauría, /hato, redil, manada y piara/». Y luego: «Y alguna vez, andando el tiempo, /ya sepultada la jauría, / sobre la tierra de tu cuerpo/brote una Patria noble y digna/ Y aunque el olvido y el silencio/ muerdan tu nombre, ¡será envidia!».

 

 

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