“Dios hizo las distintas clases de animales, según su especie. Y vio Dios que todo era bueno”
(Libro del Génesis, Cap.1, versículo 25).
Gabriel Moraes,
Escritor
Dicen que cada corazón comienza a vivir donde nadie se lo espera. Aparece de pronto y hay que buscar un nombre para distinguirlo.
Entonces a la manera de toda criatura viviente, el corazón al encontrarse y sentir el aroma de tu presencia, te mira desde unos ojos con una ternura que te hace pensar en el cariño infinito como el brillo de algo inolvidable…
Ese corazón día y noche guarda admiración, se goza de tu cercanía, tanto que te espera cada tarde para ofrecerte la bienvenida, saludarte o para enredarse en tu asombro; a veces, además de su fiesta individual evidente, lo confirma agitándose como remolino porque está contento como si fuese la primera vez de haberte conocido.
El corazón palpita, vive ofreciéndose sin detenerse como las ilusiones… El ahora se transforma en inocentes travesuras que desordenan cada rincón de los secretos entre cuatro paredes; el corazón nunca podrá mostrarse en una sonrisa, pero te hace reír hasta hacerte derramar lágrimas.
Ese corazón quisiera hablar como lo hace tu voz única, pero las palabras son frágiles y se las lleva el tiempo… Y su silencio desbordado, abierto y espontáneo, asoma sincero como la luz que te despierta por las mañanas.
El corazón sueña solo momentos posibles y su alegría se convierte en una realidad invadiendo tus brazos y rompiendo tus costumbres de pies a cabeza.
Cada corazón tiene su diferente e irrepetible forma para invadir el empiezo y el límite de tu propio mundo personal; los hay en dos o en cuatro huellas, pero mucho más cerca de lo que crees para conquistarte si salen a pasear juntos y las horas se transforman en diversión. Entonces ocurre lo inevitable, el corazón necesita del otro para convivir, se pliegan como dos historias en una por aquello del amor y la amistad.
En un abrir y cerrar de lluvia o de arco iris, pasan los años, y ese corazón a veces de tanto amar y amar, sin darnos cuenta se vacía, calla y se duele porque nunca ha pretendido ni quiere abandonarse a la suerte de no verte más…
Nadie sabe ni puede imaginar el horizonte de una fecha que sin remedio tiene que llegar, ese corazón debe parar, descansar a la sombra de un ayer instantáneo y cercano, ha ganado su lugar a cielo estrellado en las noches de pensamiento cuando se encienden los recuerdos.
Dedicado a Lucky, 16 años de amor, amistad y lealtad.