Ciudad de Guatemala/AFP
La Premio Nobel de la Paz, try Rigoberta Menchú, sovaldi sale recordó el miércoles el martirio que vivió su familia durante la guerra, al inicio del juicio contra un exjefe policial por la muerte de 37 personas en el incendio de la embajada de España en 1980.
La líder indígena fue la primera testigo en declarar en el debate oral y público contra el exjefe policial Pedro García Arredondo, único imputado en el juicio que se le sigue en un tribunal especial en la capital guatemalteca.
Menchú, de 55 años, entre sollozos e interrupciones por llanto, narró los horrores vividos durante la guerra, cuando fueron asesinados 20 miembros de su familia, entre ellos sus hermanos Patrocinio y Víctor y su madre Juana, cuyos restos aún no encuentra.
Un grupo de indígenas, campesinos y universitarios ocupaban la sede diplomática para denunciar la represión en sus comunidades por parte de las fuerzas armadas, cuando militares y policías fuertemente armados asaltaron el recinto, provocando el incendio que dejó
37 muertos, incluyendo cuatro diplomáticos españoles, durante la guerra civil que vivió el país entre 1960 y 1996.
El padre de Rigoberta, Vicente Menchú, y su tío materno Francisco Tum, figuran ente las víctimas del asalto a la embajada el 31 de enero de 1980.
Ataviada con un traje maya, Menchú, de baja estatura y regordeta, afirmó tener pruebas de la «política de represión, de terrorismo de Estado y de torturas» cometidos durante los 36 años de guerra (1960-1996).
«Estoy aquí porque tengo una esperanza en la justicia penal, yo sólo quiero una justicia justa y la verdad», afirmó.
De acuerdo con la dirigente, ella es una sobreviviente de la guerra, habiéndose salvado del incendio de la embajada de España debido a que su padre se negó a que ella lo acompañara ese fatídico día.
«Cuando fue la matanza sentí impotencia y frustración», afirmó.
Aun no se había repuesto de la pérdida de su padre cuando las tropas del ejército secuestraron e hicieron desaparecer a su madre, una partera que también luchaba por los derechos de los indígenas maya, relató, lo que la llevó a exiliarse en México.
Al concluir su testimonio, Menchú se fundió en un abrazo con sus dos hermanos sobrevivientes, Ana y Nicolás.
El juicio se prolongará durante varias semanas, luego de que en este primer día el acusado proclamara en el tribunal: «Ante Dios y la Tierra, soy inocente, soy inocente y soy inocente».