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Estudiantes y profesores de bachillerato de la Academia Santa María en Winnipeg, Manitoba, Canadá, en la cripta de catedral, visitan la tumba del Beato mártir Oscar Romero, de quien pretenden conocer su legado. Foto Diario Co Latino / Ludwin Vanegas.

Mensaje de Monseñor Romero exhorta a vivir con justicia y dignidad, sin atentar contra la paz

Alma Vilches
@AlmaCoLatino

Durante el tiempo que Monseñor Romero fue Arzobispo de San Salvador, siempre predicó que quien no deja vivir con justicia y dignidad los derechos humanos del prójimo y oprima los débiles atenta contra la paz. Este mensaje de fe, esperanza, solidaridad, justicia y paz fue recordado en la misa dominical celebrada en la Cripta de Catedral Metropolitana por el sacerdote Fredy Sandoval.
Sandoval dijo que inmerso en una realidad difícil y compleja surge el profeta, como acción de Dios para su pueblo, tal como en el caso de Monseñor Romero que se convirtió en el pastor y en la voz de los sin voz, que eran excluidos y a quienes constantemente se les violaban sus derechos.
“A monseñor, cada domingo, cada semana, cada homilía le tocó dar nombres y apellidos de personas asesinadas, siempre fue una constante denuncia de los atropellos, violaciones a los derechos humanos y las desigualdades, eso fue difícil para una personalidad tierna, amable y bondadosa como fue Monseñor Romero”, externó el religioso.
Ningún obispo sufrió tanto, trabajó tanto y gozó en un solo año. Monseñor Romero predicaba con pasión, pero, no dijo ninguna cosa que no partiera de la fe, del Evangelio, del magisterio, de la vida. Las causas de Monseñor Romero, sus ideales y principios de acción son los que hoy pueden iluminar y ayudar para transformar la realidad. Es evidente que la gran causa del beato era la santidad en el seguimiento de Cristo, pero esa causa adquiría matices muy concretos en su diario vivir.
El obispo mártir siempre se dedicó a defender a los pobres y ser voz de quienes no tenían voz para defender sus derechos. En un momento en que la dignidad humana se negaba con facilidad, exigir respetarla se mostraba indispensable desde la vivencia cristiana. Romero estaba afianzado radicalmente en el mensaje evangélico que considera a todas las personas hijos e hijas de Dios, con una dignidad inalienable, por eso insistía en el “no matarás”. Ese “no matarás” que cuando se lo dijo a los soldados le costó la vida.
La vida en dignidad de los pobres le llevaba a ser testigo de la verdad y, simultáneamente, a luchar para desmontar la serie de mentiras, idolatrías que rompían la hermandad y la vida del pueblo salvadoreño. La idolatría de la riqueza era, según el mártir, la más dura de todas ellas, así como defendía a los pobres, recordaba a los ricos sus responsabilidades; el destino universal de los bienes, la prioridad del trabajo sobre el capital, la hipoteca social del capital, tres afirmaciones clave en la doctrina social de la Iglesia y en el pensamiento de Romero.
La paz era otra de sus causas, Monseñor Romero era un pacifista declarado, creía en el diálogo, en la conversión, en la fuerza del Evangelio que impulsa a la hermandad; creía en la superación del odio y creía también en la igual dignidad de la persona. Para el beato Romero, toda violencia comienza despreciando la igual dignidad de la persona, por eso trataba de restaurarla con su voz, con su ejemplo, con su fuerza personal, con su diálogo con todos. Sus repetidas declaraciones insistiendo en que la única violencia posible es la que se hace uno a sí mismo cuando se lucha contra el propio egoísmo o espíritu de venganza, le muestran como alguien que cree posible la reconciliación.

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