Por Rubén A. Dalby, F.R.C.
(Pasado Gran Maestro de la Gran Logia de AMORC, GLH,
Revista El Rosacruz, agosto de 2007)
(Hacemos un paréntesis en el tema de “Cuerpo, Mente y Alma” para ofrecer a nuestros distinguidos lectores otro tema alusivo a la época navideña que celebra felizmente el pueblo salvadoreño y los otros de la fe cristiana.
Es el siguiente)
Florecimiento de ideales y sentimientos nobles
N
os encontramos frente al calendario y sentimos que nuestro ser se inunda de ternura al descubrir que se aproxima la Navidad. ¿Qué tiene de especial esta fecha que nos hace vibrar así, haciendo surgir en nosotros recuerdos alegres y, al mismo tiempo, una agridulce tristeza por aquellos que nos han precedido en este lento peregrinaje evolutivo hacia el más allá?
En casi todos los países del mundo libre se celebra la Navidad y en la mayoría de las personas surge una demostración similar, espontánea de ternura. Esta es la época en la que florecen en nosotros los ideales y sentimientos más elevados, los mismos sentimientos que viven en el ser humano desde hace muchos siglos pero que nuestro egocentrismo opaca día a día, siendo sustituidos por sentimientos negativos como lo es el deseo desmedido de poseer cada vez más, de dominar, conquistar, de creernos una entidad separada de la raza humana, pensando solo en aquello que gratifica nuestros sentidos y olvidándonos de que otros merecen tener techo, trabajo y pan.
Pero se aproxima la Navidad, y cual rosa mística florecen en nosotros los ideales que puso en marcha el Cristo, principios que se fortalecieron en él a través de su preparación esenia y que se simplificaron en sus prédicas sobre el amor que debemos profesamos unos a los otros. Todos nuestros problemas podrían verse resueltos mediante una sencilla doctrina basada en el vivir armónico con todo lo que nos rodea. Se han escrito y se podrían seguir escribiendo innumerables libros sobre el fundamento e implicación de lo que Cristo nos legó, y es interesante meditar sobre el hecho de que a pesar de que Jesús no escribió personalmente nada, por medio de su ejemplo y de su amor, nos legó un tesoro de valiosas enseñanzas.
Reflexionar con el maestro de Galilea
Quizás al reflexionar sobre los ideales del maestro de Galilea y en la conmemoración que se hace de su Natalicio se produzca en el mundo el milagro de la armonía, que reine en todos el deseo de vivir en paz, manifestando a nuestros amigos, vecinos y familiares lo mucho que los apreciamos y queremos. Durante estos días festivos siempre nos inunda el deseo de dar, pues en cada obsequio o tarjeta navideña enviamos impregnada la vibración de nuestro amor. Es posible que haya quienes dan para obtener mayores ventajas y, como dice Khalil Gibran en su libro El Profeta: “Existen quienes dan poco de lo mucho que tienen y lo dan a cambio de reconocimiento; su oculto deseo hace que sus dones sean dañinos. Hay también quienes tienen poco y lo dan todo. Estos son los que creen en la vida y en la generosidad de la vida, y su cofre nunca estará vacío.
Existen aquellos que dan con alegría, y esa alegría es su recompensa; existen también quienes dan con dolor, y ese dolor es su bautismo; por último, existen aquellos que dan y no conocen el dolor de dar ni buscan en ello alegría, ni lo hacen con el afán de ser virtuosos; dan como los mirtos en el valle; aquí y allá lanzan su fragancia al espacio. A través de las manos de tales seres habla Dios, y desde detrás de los ojos de ellos, Dios sonríe sobre la Tierra”.
Meditemos sobre el significado de esta Navidad. Han pasado más de dos mil años desde que, envuelto en humildad, nació en un pesebre el más grande paladín de la justicia social; sin violencia revolucionó al mundo. “Amaos los unos a los otros”, dijo: para aquel Maestro de Maestros no fue necesario el armamentismo ni el poder desmedido. Bastaría con que cediéramos un poco de lo mucho que tenemos, que diéramos nuestro amor sin ostentación.
Es el deseo de la Gran Logia Hispanoamericana de AMORC que esta época navideña sea el preludio de un nuevo despertar en nuestra consciencia, que sin la intromisión del ego llegue a cada corazón el ideal Crístico de amarnos los unos a los otros, dispuestos como él a darlo todo para que lo mucho venga a nosotros en forma de Luz, Vida y Amor.