RENÁN ALCIDES ORELLANA
Escritor y Poeta
En julio de 1972, viagra el presidente de la República, buy viagra Arturo Armando Molina, ordenó intervenir la Universidad de El Salvador (UES), clausurando las actividades académicas y administrativas y, sobre todo, persiguiendo, sin distingos, a la comunidad universitaria: autoridades, docentes, alumnos y personal administrativo y de servicio. Además, los recintos de la UES fueron saqueados y destruidos sus bienes y haberes, en flagrante violación a la Constitución de la República. Cierre total y ocupación absoluta de la UES, por el ejército salvadoreño.
Entre aquellos académicos perseguidos, estaba la poeta Mercedes Durand, directora entonces de extensión y divulgación universitarias. Mercedes partió, en 1972, al exilio a México, donde ejerció la docencia y, especialmente, el periodismo cultural, en periódicos como Excélsior, El Nacional y algunas revistas. Colaboró también como correctora de pruebas en importantes editoriales y en programas de radio para la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM). Por la situación política de represión, no regresó a El Salvador, donde los gendarmes de la anticultura continuaban oprimiendo al pueblo.
Mercedes Durand (pseudónimo de Mercedes Durán Flores) nació en San Salvador, el 9 de agosto de 1933 y falleció en México, el 7 de julio de 1999. Amante de la cultura desde su niñez, estudió pedagogía en la Escuela Normal de Maestras “España”, graduándose de profesora en 1950. Formó parte del grupo literario “Octubre”, integrado por los jóvenes escritores: Irma Lanzas (también profesora normalista), Ítalo López Vallecillos, Orlando Fresedo, Waldo Chávez Velasco Álvaro Menéndez Leal (después Menén Deseal), Jorge Cornejo, Eugenio Martínez Orantes y otros…, actividad literaria que interrumpió porque, entre 1952 y 1958, residió en México, becada por el gobierno salvadoreño de Oscar Osorio, para estudiar Letras, en la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM. Regresó al país en 1960, dedicándose a la docencia universitaria, como catedrática en la Facultad de Humanidades y al periodismo cultural, desde la dirección de Extensión Universitaria de la UES. Y fue ahí, precisamente, donde la conocí. Yo sabía de ella, por referencias y por algunos de sus poemas. Nada más. Ahora, le visitaba, periódicamente, para obtener información sobre el funcionamiento integral de la UES, para la columna periodística “Voz Universitaria”, que yo mantenía en el periódico “Tribuna Libre”, donde laboraba. Para entonces, la ciudad universitaria estaba en construcción y la oficina de Mercedes, estaba temporalmente en el edificio que después sería la biblioteca universitaria. Ahí, le visitaba yo y eran conversaciones amenas, junto a una humeante taza de café.
Pasó el tiempo. Durante un receso laboral en la UES, Mercedes fue redactora de varios periódicos, entre ellos “Tribuna Libre” (1964), en el cual compartimos tareas como redactores; brevemente, porque en esos días fui llamado a laborar en otro medio. El periódico “Tribuna Libre” estaba ubicado sobre la 3a. Calle Poniente, a escasos metros de la Avenida España y cerca de la Plaza Morazán. Además del director, Pedro Geoffroy Rivas, estábamos Álvaro Sánchez, como Jefe de redacción; Juan Alberto Martínez, Napoleón Corleto, Juan Ramón Avilés, los compañeros poetas Gilberto René Granados y Mercedes Durand y yo.
De aquellos tiempos, el recuerdo fraterno de una anécdota: dos años después (1966), como periodistas de distintos medios, Mercedes Durand por “Tribuna Libre” y yo por “La Prensa Gráfica, un día se dio la competencia, pero siempre de manera cordial, amistosa y solidaria. La tarde del 1º de febrero de 1966, a la misma hora ambos coincidimos en la intención de entrevistar a la cantante Olga Guillot, para entonces de visita en El Salvador. Le gané la delantera; pero después, esa misma noche, con el fraternal saludo de siempre, ambos compartimos mesas de primera, durante el show de Olga en el hotel, invitados por la artista. La invitación había sido amplia, Mercedes estuvo acompañada de su esposo, el reconocido abogado Mario Salazar Valiente; y conmigo asistió el fotógrafo del periódico Humberto Mena, quien me había acompañado en la entrevista.
Y vino la invasión a la UES de 1972, trago amargo para la cultura del país. Año aciago determinante, porque cambió el rumbo y sentido de la vida a muchos salvadoreños, por la grotesca intervención militar. Pérdida integral para el Alma Máter: infraestructura, mobiliario, laboratorios, equipo, libros y material didáctico, medios de transporte, todo… pero, lo peor, la despiadada persecución, captura y destierro de valiosos intelectuales universitarios. Como ha quedado dicho, en el caso de Mercedes, su cambio fue irse de nuevo a México, pero esta vez exiliada, debido a la represión militar salvadoreña. Se radicó definitivamente en México, ejerciendo la docencia y el periodismo. Fue catedrática en la Facultad de Ciencias Política y Sociales y Directora del Departamento de Difusión, ambos de la UNAM.
El siguiente, un resumen de las obra de Mercedes Durand: “Espacios” (México, 1955); “Sonetos elementales” (San Salvador, 1958); “Poemas del hombre y del alba” (1961); “Las manos en el fuego”, en coautoría con el poeta David Escobar Galindo (1969). Este trabajo recibió mención de hono en el Certamen Nacional de Cultura en 1967; “Las manos y los siglos” (México, 1970); “Juego de Ouija” (San Salvador, 1970); “Todos los vientos” (Antología poética, San Salvador, 1972); y “A sangre y fuego” (Poesía, 1980), entre muchas otras.
Cierro esta semblanza de Mercedes Durand, con el siguiente soneto:
MUNDO VEGETAL
Yo conocí la edad de la palmera
Y el verbo de los blancos arrozales.
El mundo de los seres vegetales
Me dio la anunciación de Primavera.
Las rosas visitaban a la higuera,
El bálsamo curaba a los maizales,
El pino repartía madrigales,
La pascua su encarnada cabellera.
Hermano era el abeto de las tunas,
Amigo era el maguey de la gladiola,
Y novios tulipanes y aceitunas.
¡Amor, se respiraba verdemente!
¡Amor, gritaba al viento la corola!
¡Amor fue la canción de la simiente!
Fotografía proporcionada por su hermano Juan Ramón Durán Flores.
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