Berlín/AFP
Antoine Lambroschini
Angela Merkel fue reelegida el miércoles como canciller de Alemania, para un cuarto mandato que inicia debilitada tras seis meses de incertidumbre, y que probablemente sea el último al frente de la primera economía de Europa.
De los 688 sufragios válidos, 364 diputados se expresaron a favor de su reelección en la votación secreta. No obstante, el resultado de la votación demuestra las dificultades políticas a las que se enfrentó para formar coalición, ya que solo obtuvo nueve votos más de la mayoría necesaria (355) y 35 menos de la mayoría teórica de 399 diputados conservadores y socialdemócratas.
«Hay más ‘contra’ de lo que me esperaba», reconoció la presidenta designada del partido socialdemócrata, Andrea Nahles, formación con la que los conservadores forman el gobierno de Merkel.
«Me hubiese gustado otro resultado», admitió el jefe de la juventud conservadora, Paul Ziemiak.
Merkel, de chaqueta blanca y pantalón negro, estaba no obstante sonriente ante los ojos de su madre de 89 años y su marido. Poco después prestó juramento.
Su elección pone fin a una larga búsqueda de mayoría, nunca vista en la Alemania democrática, que terminó por renovar la coalición saliente de la Unión Cristiano Demócrata (CDU) de Merkel y sus aliados bávaros de la CSU con los socialdemócratas del SPD.
Merkel dirigirá un país sacudido por el ascenso de la extrema derecha de Alternativa para Alemania (AfD), que tras las elecciones de septiembre se convirtió en la primera fuerza de la oposición, con 92 diputados.
«Claridad» en Europa
Muchos observadores creen que este será probablemente su último mandato. Algunos predicen incluso un fin prematuro, ya que Merkel puso en apuros hasta a las filas conservadoras en los últimos meses.
El SPD hará un balance de la coalición dentro de 18 meses.
El ministro designado de Finanzas y peso pesado socialdemócrata, Olaf Scholz, reconoció que el Ejecutivo no era fruto de «un matrimonio por amor» pero prometió que los aliados van a «trabajar juntos y gobernar correctamente».
Europa espera que la primera economía del continente esté lista para dar batalla pronto. Merkel tendrá que tranquilizar a sus socios sobre su capacidad para actuar en un momento en que la Unión Europea (UE) está sacudida por el Brexit, por el repliegue sobre sí mismos de algunos Estados miembros y por la creciente popularidad de los partidos antisistema.
La reforma de la UE es una prioridad en la hoja de ruta del nuevo Ejecutivo alemán. Según fuentes diplomáticas concordantes, el viernes viajará a París para discutir con el presidente francés, Emmanuel Macron, sus propuestas de reforma de la UE, especialmente la creación de un presupuesto para la zona euro, algo que no entusiasma mucho a Berlín.
De cara al Consejo Europeo de los días 22 y 23 de marzo, los dos dirigentes quieren, según Merkel «aportar claridad sobre lo que consideramos la próxima etapa».
Desafíos del siglo XXI
La tranquilizadora estabilidad encarnada durante mucho tiempo por Merkel en Alemania acabó por volverse contra ella. Algunos consideran que puso el país en peligro al abrir las puertas a los refugiados y otros creen que representa el inmovilismo en un mundo en cambio.
Frente a la amenaza de AfD, tuvo que hacer concesiones al ala más conservadora de su partido, con promesas de poner límite a las llegadas de migrantes y dando una cartera a su principal crítico en el seno de la CDU, Jens Spahn.
Además, su gobierno prometió ser el de «la gente de a pie», según Horst Seehofer, designado ministro de Interior, intentando acompañar a una población a la que le faltan referencias en un mundo globalizado y ante la acelerada digitalización de la economía.
«Cuando vemos la elección de [Donald] Trump, el Brexit, el éxito de los partidos de extrema derecha en Europa […] vemos la urgencia de encontrar nuevas respuestas a los desafíos del siglo XXI», apuntó Scholz.