Gol, viagra grito de rabia y desahogo: Lionel Messi tardó en llegar a su cita con el Maracaná, pero la gran estrella de la noche finalmente estuvo ahí para convertir su segundo gol en un Mundial de fútbol.
La potente celebración del “10” de la selección argentina no era sólo por el 2-1 que liquidaba el partido ante Bosnia. No, Messi estaba gritando también porque venía de ocho años de mudez en Mundiales, desde aquel ya lejano 16 de junio de 2006 en Gelsenkirchen, en el 6-0 a Serbia.
Todo el equipo lo celebró con Messi, y muy especialmente Gonzalo Higuaín, socio en la doble pared que desarmó a Bosnia, hasta entonces más dueña del partido que una abúlica, lenta y asombrosamente plana Argentina.
Cuando se espera a dos grandes y uno de ellos no aparece, la decepción es inevitable. En la cálida noche de Río de Janeiro, el Maracaná estaba ahí, pero Messi no. Y Argentina, tampoco.
“Esto es fútbol, y a veces cuesta”, argumentó el entrenador argentino, Alejandro Sabella. Lo de Messi no fue muy diferente: “Bosnia es un buen equipo y tenemos cosas que mejorar, pero lo bueno es empezar con los tres puntos”.
¿”Mató” al partido el gol en contra de Sead Kolasinac a los tres minutos de juego? Imposible de comprobar, pero de lo que no hay dudas es de que el 2-1 de Argentina sobre Bosnia fue el peor de los 11 partidos jugados hasta ahora en el Mundial.
Todo parecía distinto antes de que comenzara el partido. El Maracaná estaba tomado por miles de argentinos y los botines del “10” del Barcelona se hundían en el césped a las 18:22, ese mismo que sueña con pisar otra vez dentro de 28 días en la final del 13 de julio.
Corriendo cinco metros por delante del resto del equipo, Messi entró con toda la energía y autoridad que después no se le vería en casi todo el partido. El puntapié inicial fue también del capitán argentino, que un par de minutos más tarde lanzó un centro que Marcos Rojo peinó y Kolasinac convirtió en gol para sus rivales.
El último gol que se había visto en un Mundial en el Maracaná había sido de otro calibre, aquel de Alcides Ghiggia a los 79’ del decisivo partido con Brasil, el tanto del 2-1 para el “Maracanazo”. Kolasinac fue un paréntesis, porque el verdadero gol de la noche, el sucesor del uruguayo, fue Messi, que no anotaba en Mundiales desde hacía 623 minutos.
Cuando todos se estaban preguntando qué le sucedía al zurdo -abúlico y desconectado-, el “10” se enchufó. Conectó con Higuaín -según la prensa española inminente compañero suyo en el Barcelona desde la próxima temporada- e hizo la jugada más “messiánica”, esa diagonal desde la derecha que destruye defensas y le dio fama en sus primeros años, antes de que Josep Guardiola comenzara a probarlo en el centro del ataque.
La boca llena de gol, las venas hinchadas, la camiseta estirada y el córner como escenario del festejo con todo el equipo. El único buen momento de Argentina en una noche que dejó muchas preguntas y dudas acerca del funcionamiento de un equipo que busca el tricampeonato mundial.
Que Messi caminara por la cancha durante largos ratos no era lo importante, al fin y al cabo el cuatro veces Balón de Oro caminó siempre en los partidos. Lo que no mostraba, en cambio, era explosión, cambio de ritmo, claridad.
Encimado por dos o tres rivales cada vez que la pelota merodeaba su zona, la desconexión de Messi era acompañada de la depresión argentina.
Los albicelestes llegaban al Mundial con dudas por la fragilidad de su defensa y la infertilidad del mediocampo, pero al menos eran un equipo con gran capacidad de gol. En aquel primer tiempo se los vio en cambio en el peor de los mundos: endebles atrás, nulos en el medio e inexistentes adelante.
Sabella apostó por el 5-3-2, cuando todo el país sabe que Messi quiere un 4-3-3. Pero como el mismo dijo el viernes, lo que importa no es “la cantidad, sino la calidad”.
Con muchos defensores -cinco- y nada de calidad en el funcionamiento del equipo, Sabella hizo ingresar en el segundo tiempo a Higuaín en lugar de Hugo Campagnaro y a Fernando Gago como sustituto de Maxi Rodríguez. El mediocampo que le gusta al “10” y los “cuatro fantásticos” adelante: Messi, Sergio “Kun” Agüero, Ángel Di María e Higuaín.
Alcanzó para que naciera el gran gol de Messi, para salvar levemente la noche y para que el “10”, ejerciendo de capitán, llamara a sus compañeros a saludar y ofrecer el triunfo a la hinchada argentina. Y eso fue todo.