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Mi encuentro con Floritchica

Sara Moreno

Escritora joven

 

El sol castigaba y el vapor cargaba el ambiente. Nos encontrábamos ya en el lugar determinado por Floritchica para reunirnos, discutiendo un poco sobre Matilde Elena López. Si todo iba acorde al plan, ella llegaría por mí a las 3:30 de la tarde.

Iría a su casa y mi novio esperaría mi regreso. Llegando aproximadamente las tres de la tarde, mi teléfono notificó la llegada de un mensaje. Floritchica se disculpaba por un retraso que la haría llegar un poco más tarde. No tuve problema con ello. De ese modo, dispondría de más tiempo para releer algunos apuntes y ordenar ideas para afinar detalles y presentarme con solidez a nuestra conversación.

Pasados los minutos, a lo lejos, advertí la figura de una señora mayor, delgada pero plena de energía, acompañada de alguien más joven. Intentamos adivinarnos con la mirada y reconocernos. No tomó mucho tiempo identificarnos. Me levanté y me acerqué a ella.

La joven que la acompañaba, al cerciorarse que yo era la persona que buscaban, se retiró. Floritchica me abrazó con un aire familiar y salimos del lugar. Nos detuvimos frente a mi novio al otro lado del vidrio. Me preguntó si había esperado por mucho tiempo, yo le expliqué que en realidad no había sentido el paso del tiempo, pues había estado platicando con mi novio – a quien señalé – mientras esperábamos.

Ella me dijo que él debería ir con nosotras, así que lo llamé con la mano. Él se levantó, un poco confundido, y se dirigió hacia nosotras.

Floritchica nos preguntó dónde habíamos estacionado nuestro vehículo. Lo señalamos para indicarle dónde estaba. Ella nos dijo que fuéramos a traerlo mientras esperábamos que Zulma, la joven que la acompañaba, saliera del supermercado. Y así la podríamos seguir hasta su casa. Eso hicimos. Mi novio y yo nos quedamos en el carro, cerca de Floritchica.

Luego de un momento ella sugirió un cambio de planes: ella podría irse con nosotros y Zulma se iría en el otro carro. Cuando Zulma llegó, Floritchica le informó el plan a seguir.

Efraín, mi novio, se pasó al asiento trasero y Floritchica ocupó el asiento delantero. En el camino a su casa, Floritchica y yo avanzamos en una conversación que no cedió espacio a la tensión. Yendo por la carretera, unos papeles que iban en la parte delantera se movían con el viento, amenazando caer sobre Floritchica, por lo que, tratando de no descuidar el timón, traté de alcanzarlos. Floritchica rápidamente los tomó y ordenó con ternura: “Usted concéntrese en manejar”.

Me apené un poco y luego reímos. El camino fue corto, bastaron menos de diez minutos para llegar a nuestro destino. Pasamos por una pluma para visitantes, donde los vigilantes identificaron a Floritchica para dejarnos pasar. Ella me advirtió que adelante habría una cuesta bastante empinada. Subimos lentamente hasta llegar a su casa, que se encontraba en medio de la cuesta. Me indicó dónde podría parquear y, al parecerme bastante complicado, le pedí ayuda a Efraín.

Floritchica se movió rápidamente y salió del carro. Mientras Efraín maniobraba, Floritchica me invitó a pasar. Pasamos por una pequeña puerta que daba a unas gradas, seguidas de un camino que daba a la sala de estar. Floritchica entró a la sala mientras yo esperaba que mi novio terminara de parquear. Habiendo él finalizado, se bajó del carro y se dirigió hacia mí.

Entramos juntos a la sala, sentándonos en sofás diferentes. Él en uno blanco frente a la ventana y yo en uno naranja, que formaba un ángulo de noventa grados con el blanco.

Floritchica, luego de preguntarnos qué sabíamos sobre Matilde, se dirigió a su cuarto, que se ubicaba inmediatamente al frente de la sala. Al volver, nos entregó un libro de Obras escogidas I de Matilde Elena López, abierto en la introducción. Nos indicó que ella tendría que hacer algunas cosas antes de sentarse a hablar con nosotros, pero que, mientras tanto, leyéramos un poco la introducción que nos daría nociones generales sobre Matilde. Efraín y yo iniciamos la lectura, discutiendo un poco acerca de ella, de vez en cuando. Floritchica se movía de un lado a otro por la casa. Mientras leíamos, Zulma se acercó y nos preguntó si queríamos algo de tomar. Yo pedí una limonada y Efraín café. Al cabo de un rato, Floritchica finalmente se sentó a mi lado y nos expuso su idea para la reunión: Ella nos contaría sobre la vida de Matilde, exponiéndonos en cada momento relevante, los escritos correspondientes. Mi novio y yo nos miramos, miramos a Floritchica y asentimos con una sonrisa. Me dijo también que el libro que nos había prestado para leer, ahora era mío, que lo tomara como un obsequio. Me emocioné mucho y le agradecí. Inmediatamente después, Floritchica empezó a contarnos sobre la vida de Matilde, haciendo énfasis, una y otra vez, sobre la alta autoestima que la caracterizaba. Zulma, pasado un corto tiempo, se acercó a la sala y dejó; sobre la mesa dos trozos de pastel y las bebidas. Habiendo nosotros agradecido, Zulma se retiró y Floritchica continuó con la historia. No había pasado tanto tiempo cuando el teléfono sonó y Zulma volvió presurosa a atender la llamada. Hizo una pregunta a Floritchica y, tras su respuesta, se retiró. Floritchica continuó contándonos sobre la vida de Matilde; y yo, interviniendo pocas veces, tomaba apuntes. Mi novio y yo, de vez en cuando, al escuchar un dato muy relevante, intercambiábamos miradas. Luego de un rato, Floritchica se levantó a buscar algo en su cuarto. Volvió con dos libros de Matilde Elena López, Sollozos oscuros y Cartas a Groza, este último firmado por la autora, dedicado a su nieto. Ella, como adivinando mi rostro de emoción, me dijo que me los prestaría y que confiaría plenamente en que yo volvería a conversar con ella y traería los libros de vuelta. Le dije con toda seguridad que contara con ello. Habiendo pasado todo esto, hice un par de preguntas, a las cuales Floritchica respondió a la perfección. Llevábamos un tiempo conversando cuando su primo, al que cariñosamente llamaba Piquín, arribó a la casa. Se sentó al lado de mi novio luego de saludar. Floritchica le hizo preguntas bastante familiares sobre Matilde, generándose así una interesante conversación.

Floritchica le pidió a Zulma que le mostrara el álbum de fotos de Matilde y ella, muy conocedora de lo que en la casa aún guardaban de Matilde, le explicó que no lo tenía. A falta de álbum, Piquín nos mostró algunas fotografías en su celular y ofreció mandármelas. Yo, felizmente, acepté. Floritchica se levantó nuevamente en busca de algo a su habitación, volviendo con un sobre de manila. Lo abrió con sumo cuidado, dándonos a conocer a todos la importancia de su contenido: eran la correspondencia entre Gabriela Mistral y Claudia Lars, conservadas por Matilde Elena. Tratamos, por largo rato, de descifrar la letra de Gabriela Mistral y discutimos la posibilidad de que esas cartas, en algún momento, llegaran a editarse y publicarse. La conversación se tornó en temas varios, finalizando con una pregunta que resumió toda la conversación: ¿En qué género literario considera usted que Matilde explota toda su capacidad? A lo que Floritchica respondió: Definitivamente, poesía.

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Amaneceres de temblores y colores. Fotografía de Rob Escobar. Portada Suplemento Cultural Tres Mil. Sábado,16 noviembre 2024