Siempre llegaba con respuestas baldías,
con lágrimas empeñadas a ser disecadas,
llegaba siempre a diario tardío a la escuela,
pero su alegría volvía entre cantos lleno
de tenacidad, cruzando su tristeza vil,
entre cuatro paredes quienes firmes guardaban
silenciosas sus voces de tiernas gargantas,
que emitían sin descanso la sencillez
de infantes llenos de púgil esperanza fiel,
a no obstruir la alegría entre números,
y cuentos discursados en voz de lúdica,
junto a aquellos momentos sin explicación,
que aparecían como magia incompresible,
entre cantos de himnos sagrados alegóricos,
quizá enviados por Dios, desde el cielo azul,
Dios quien jamás olvida en su libreta de memos
bajaba silencioso con el viento nocturno
a cada noche para alimentar la sencillez
entre paredes iluminadas de la escuela
colmada de benevolencia y sabiduría
que mantenía a mi profesor de moral;
un día imprevisto sin pedirlo en mi oración
creí no dormir junto a mis pensamientos
y la lluvia incomodó mis ensueños
que sin saber, Dios volvió a bajar callado
vestido de color plata blanquísima
quedé perplejo, atónito, quieto e inmóvil
diciéndome al oído, escribe mi nombre
a la mañana siguiente en el aula inquieto
conté mi sueño, conté mi clara realidad,
mis compañeros contaron el sueño suyo
también les visitó Dios en claros sueños
quien nos había enseñado un bello canto
y le contamos en coro al profesor el sueño:
“Noble apóstol que siempre en la lucha a la ciencia
la haces triunfar” y el profesor nos dijo
-¡¡¡Gracias mis bellos angelitos tiernos!!!
-¡¡¡Por quitarnos la tristeza, por darnos amor
por ser nuestro segundo consagrado padre,
corrigiendo caminos de mi pequeña nación
llamada mi patria querida: El Salvador!!! …
Aristarco Azul
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