Mauricio Vallejo Márquez
Escritor y coordinador
Suplemento Tres mil
C
recí con la televisión y viendo caricaturas. Recuerdo algunas series que hasta la fecha me provocan la sensación de que no he dejado los seis años, pero gracias a Youtube aún me es posible apreciar porque ya no son parte de la programación de las televisoras.
Es increíble como sigue cautivándome esos escenarios y argumentos que vi de niño, tanto que puedo pasar horas mirando las series sin sentir aburrimiento y recuerdo con tristeza como me deshice de la mayoría de esos muñecos, que en su tiempo eran mucho más baratos de obtener. Ahora uno de ellos pueden costar 600 veces su precio original y solo los coleccionistas los persiguen.
Me resulta interesante ver que los dibujos animados de este siglo y los de aquel entonces tienen enormes diferencias, no solo en la calidad de la animación si no también en los mensajes. “La evolución, por supuesto”, diría un étilico vecino. Y en parte tiene razón, ya no somos los mismos. Los mensajes de ahora no tienen los argumentos de esos tiempos porque responden más a estudios de mercado que a provocar alguna mejora en el individuo.
He Man y los amos del Universo dejaban siempre una moraleja, nos daban una lección. Seguramente eso ayudó mucho a mis coetáneos a formar su ética, además del deseo de vencer a personajes como Skeletor y Hordak. Pero lo que más me llama la atención es que a pesar de que existían combates no veíamos con tanta normalidad la muerte y la violencia como ahora gracias a las normativas que existían para clasificar el contenido. Los G.I. JOE sólo asestaban los disparos en los vehículos y en los androides, pero el resto de individuos parecía poseer un escudo protector antibalas. Y así la gran mayoría de estas caricaturas no nos mostraban una solo muerte explicita violenta, y mucho menos sangre o escenas vulgares o sexualmente explicitas.
En nuestros tiempos la violencia es tan parte de nuestra sociedad que no podemos darle todo el crédito a las caricaturas, ya que son tantas las causas. Pero lo que si podemos tener de seguridad es que si los dibujos animados estuvieran enfocados por edades y existiera verdadero control en lo que ve la niñez la cosa sería diferente. En estos tiempos la gente está tan curtida de esto que ya ni presta atención, se vuelven insensibles y se sorprenden cada vez menos con esas escenas, que seguramente comparan con algunas de las series más sanguinarias y crudas que ven en el cable.
Las caricaturas de antaño son una máquina del tiempo y nos permiten no sólo volver a ver a nuestros personajes favoritos, sino también a elaborar un ejercicio mental que refresca la memoria. Había olvidado toda la cosmogonía de Eternia y Eteria que ahora siento que los años son más hondos de lo que son. Quizá ese sea el verdadero valor de volver a estas, como cuando uno vuelve a un buen libro y lo lee y relee al igual que mi abuela Josefina a su amado Fausto de Goethe.
*Eternia es el mundo de He Man y Eteria el de She Ra.