Carlos A. Burgos
Hoy, thumb 5 de julio de 2014 completo 8 décadas de mi vida. Parece que 1934 fue ayer pero han pasado 29,220 días o sean 701,280 horas que equivalen a más de 42 millones de minutos. Vida de millonario la mía: más de 3,366 millones de pálpitos a un promedio de 80 por minuto.
Este día he amanecido más nostálgico que otras veces, pensando en la nobleza de mi madre y en la grandeza de Dios al concederme cada pálpito.
Sumando mis éxitos y restando mis fracasos me da un saldo positivo de éxitos. Sumando mis dichas y restando mis desdichas me resulta un saldo de dichas. He sido dichoso no lo puedo negar, gracias a mi madre que me dio la vida.
Fue una madrugada, el alba comenzaba a difuminarse por mi pueblo, cubierto de neblinas. Con mi madre nos acercábamos a la HORA CERO:
Dos gritos
a la hora cero
uno detrás del otro
con dolor y sentimiento
el de mi madre y el mío.
Era fría
muy fría la madrugada
y se abrió el telón
de mi primer amanecer
en el barrio San Juan, Cojutepeque.
Varón
cuajó la esperanza de mi madre
y yo renacuajil
no quería chupón de miel
ni café con pan dulce
ni agua contaminada.
Exigía mi pecho maternal
con gritos y más gritos
era mi primer derecho
mientras el implacable reloj
ya descontaba pálpitos
de mi vida.
Cada hora
mi cuenta de pálpitos prestados
ha crecido
he llegado a ser millonario.
Mi acreedor el reloj es usurero
y no quiero llegar a la otra hora cero.
Hoy, sigo sin prisa en la cuarta velocidad, digo en la cuarta edad, pero puedo guiar mi nave con energía y lucidez, sin menospreciar a nadie. He recordado cuántas clases impartí y cuántos alumnos atendí en mis aulas durante 55 años continuos.
En cualquier nivel educativo trabajábamos como mínimo 200 días lectivos cada año, en mi caso por la mañana, la tarde y la noche. Fueron 11,000 días laborados, con un promedio de 10 clases de una hora al día, totalizaron 110,000 clases. ¡Cuántas clases compartí con mis alumnos!
En mis aulas atendí un promedio de 500 alumnos al año, en las diferentes secciones de los tres turnos y me resultan 27,500, más 2,500 en cursos de vacaciones e interciclos universitarios, suman 30,000 alumnos presenciales, activos en el aula física, no virtuales ni a distancia.
Muchos de ellos ya partieron de esta vida y otros me los encuentro en supermercados, oficinas o bancos, siempre respetuosos y atentísimos. A veces les recuerdo sus travesuras cuando los atendí en mis aulas y se sorprenden.
–¿Qué todavía lo recuerda? – me dicen algunos.
–Claro que sí, si estoy vivo, chico.
Y reímos al son de los recuerdos y sus travesuras estudiantiles.