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Michael Cohen, el confidente de Trump convertido en soplón

Nueva York / AFP

Catherine Triomphe

Era el abogado personal y la encarnación de la lealtad a Donald Trump, dispuesto a «recibir una bala» por su jefe. Pero desde hace 10 meses, Michael Cohen se ha convertido en el más temido de los testigos para el presidente estadounidense y en un blanco privilegiado para la Casa Blanca y sus partidarios.

Cohen, de 52 años, utilizó calificativos como «estafador», «tramposo» y «racista» para referirse a Trump el miércoles durante una audiencia en el Congreso que millones de estadounidenses ven por televisión.

«Estoy aquí para decirle al pueblo estadounidense lo que sé del presidente», dijo. «Lamento el día en el que dije ‘sí’ a Trump (…). Me da vergüenza» haber colaborado con él, afirmó el letrado.

Desde el año pasado, Cohen ha dejado de lado el personaje del hombre de confianza que durante 10 años fue para Trump y su familia.

Interrogado durante horas por los investigadores, este hombre pálido de cabello canoso reconoció haber mentido durante mucho tiempo para «cubrir los sucios golpes» del millonario, pero asegura que a partir de ahora «dirá la verdad», en el interés de su familia y del país.

Cohen, que conoció a Trump tras haber comprado apartamentos en sus edificios, ganó la confianza del presidente gracias a una fidelidad irreprochable.

Fan del magnate desde su adolescencia, Cohen, que leyó dos veces su superventas «The Art of the Deal» (El arte de la negociación), fue propulsado, junto a los hijos del millonario, como vicepresidente de la Organización Trump.

Con un salario de unos 500.000 dólares anuales, este amante de los buenos coches se encargaba de tareas sucias como amenazar a los periodistas que se interesaban por las parcelas más oscuras del presidente, convertido en una estrella de telerrealidad.

– Un «pitbull» –

«Si alguien hace algo que no le gusta al señor Trump, hago todo lo que está a mi alcance para resolverlo en beneficio» del presidente, dijo Cohen a ABC News en 2011. Y agregó: «Si haces algo mal, voy a atacarte, agarrarte por el cuello, y no te dejaré ir hasta que termine».

Esta feroz devoción, mezclada con un gusto por el lujo y el dinero, le hizo ganar a Cohen, hijo de una enfermera y un médico de origen polaco sobreviviente del Holocausto, el apodo de «pitbull» de Trump, y lo llevó al lado equivocado de la ley.

Las primeras experiencias profesionales del joven Cohen, nacido el 25 de agosto de 1966 en un suburbio de Nueva York cerca del aeropuerto John F. Kennedy, ya mostraban una inclinación por los negocios cuestionables.

Al salir de la facultad de Derecho en Lansing, Michigan, una de las menos calificadas del país, se especializó en accidentes con lesiones personales, uniéndose al grupo de abogados conocidos como «cazadores de ambulancias» por su rapidez para ofrecer sus servicios a las víctimas.

Con su esposa de origen ucraniano, invirtió luego en licencias de taxi en Nueva York y Chicago, en la era «pre-Uber», cuando aumentó su valor y la mitad de los taxis amarillos olían a mafia.

Admitió a las autoridades fiscales que había ocultado unos cuatro millones de dólares en ingresos relacionados con sus negocios de taxis.

Al servicio de Trump, intervino para silenciar a dos mujeres, la actriz de cine porno Stormy Daniels y la exmodelo de Playboy Karen McDougal, quienes amenazaron, durante la campaña presidencial de 2016, con revelar su supuesta conexión amorosa con el multimillonario.

– Declaraciones comprometedoras – 

Fue poco después del espectacular allanamiento en su oficina y su casa en abril que Cohen, decepcionado por no haberse unido a la Casa Blanca, comenzó un giro de 180 grados.

En agosto, reconoció haber pagado a Daniels y McDougal un total de 280.000 dólares por su silencio, admitiendo que había violado las leyes de financiamiento de campañas, que prohíben que una persona contribuya a éstas con más de 2.700 dólares.

Pero además involucró al presidente, enfatizando que realizó esos pagos «a pedido suyo».

Cohen también se convirtió en un testigo clave en la extensa investigación del fiscal especial Robert Mueller sobre una posible colusión entre el equipo de Trump y Rusia durante la campaña presidencial de 2016.

En noviembre, admitió que sus contactos con Moscú para promover un proyecto inmobiliario con la Organización Trump continuaron mientras la campaña ya estaba muy avanzada, en contra de lo que había dicho en el Congreso. Y también reconoció haber sido contactado a finales de 2015 por un ruso que propuso una cooperación «política» con el equipo del republicano.

Estas confesiones, comprometedoras para el presidente estadounidense, reavivaron las posibilidades de una posible destitución o acusación contra Trump en caso de no reelección en 2020, y valieron a Cohen una pena de tres años de prisión y múltiples ataques del presidente y de sus partidarios.

Donald Trump le trató de «mentiroso» y de «rata», y hasta insinuó, en un tuit, que su mujer y su suegro también habrían podido cometer delitos. Amenazas complementarias de revelaciones extraconyugales lanzadas el martes por un parlamentario republicano de Florida confirmaron que los partidarios del presidente no le iban a poner las cosas fáciles en su audición.

A pesar de todo, Cohen, al que expulsaron del colegio de abogados de Nueva York, tiene interés en soltar todo lo que pueda antes de su encarcelamiento el próximo 6 de mayo. Cualquier elemento útil para los investigadores puede suponerle una reducción de pena.

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