“El Miércoles de Ceniza es un recordatorio de nuestra condición humana, nuestro llamado al arrepentimiento y nuestra esperanza en la misericordia de Dios”
Alma Vilches
@AlmaCoLatino
Miles de feligreses visitaron este miércoles los diferentes templos católicos, para que les colocaran en sus frentes la cruz de ceniza, con este símbolo de arrepentimiento se inicia el tiempo litúrgico de la Cuaresma, un período de preparación espiritual para la Semana Santa.
El Miércoles de Ceniza es el primer día de Cuaresma, inician así los 40 días en los que la iglesia llama a los fieles a la conversión. La ceniza recuerda al hombre la necesidad de la misericordia de Dios. Las cenizas también pueden imponerse sin celebrar la misa, pero la bendición de las cenizas como todo sacramental, sólo puede hacerla un sacerdote o diácono.
Este es un día de oración, ayuno y reflexión, una oportunidad para acercarse más a Dios, renovar el corazón y prepararse para la Pascua con humildad y esperanza, avanzar en comunidad con el propósito que después de este camino, encontrarse con el gozo de la resurrección de Jesús.
En la iglesia católica el Miércoles de Ceniza es una invitación a la conversión, renunciar a los deseos mundanos para vivir en Cristo, es un acto público de fe donde los feligreses muestran su compromiso de cambio, representa el dolor y la tristeza por las faltas cometidas, y un llamado a regresar hacia Dios.
Las palabras “Polvo eres y en polvo te convertirás”, pronunciadas por el sacerdote al momento de colocar la ceniza, es un recordatorio de la fragilidad humana y necesidad de depender de Dios. Desde el Antiguo Testamento, la ceniza se usaba como signo de penitencia y conversión.
El Miércoles de Ceniza, al igual que el Viernes Santo, es de ayuno, una disciplina espiritual y de penitencia que significa una oportunidad de acompañar a Jesús durante la tentación en el desierto. El ayuno consiste en hacer una comida completa, así como dos comidas pequeñas que juntas no equivalen a una comida completa.

El párroco de la Basílica del Sagrado Corazón, Fernando Villalobos, explicó que con el Miércoles de Ceniza inicia el tiempo litúrgico de Cuaresma, cuyo color es el morado, pero también un momento de renovación, conversión y sobre todo en este Año Jubilar, de mucha esperanza.
El sacerdote dijo que este día se enfatiza en los tres pilares fundamentales de la Cuaresma, los cuales son la limosna, la oración y el ayuno, pero tal cual debe vivirse, es decir, cuidando de no practicar las obras de piedad delante de los hombres solo para ser vistos, de lo contrario no se tendrá ningún tipo de recompensa.
“Cuando se busca que nos vean dando limosna, haciendo oración o ayuno, no estamos confiando en el Señor, sino estamos teniendo esperanza y confianza en nosotros mismos, estos gestos tienen que originarse y deben nacer desde las entrañas, lo más profundo del alma y del corazón”, enfatizó.
Según el religioso, las cenizas recibidas este día no son solamente un signo de muerte sin sentido, sino un recordatorio de que Dios puede hacer renacer la vida del hombre, transformando el corazón a pesar de ser frágiles, pero el Señor encontrará esa fortaleza.
“Este año comencemos la Cuaresma con alegría y esperanza, conscientes realmente de los pasos que tenemos que ir dando cada día, confiando de que Dios nos transforma y conduce hacia la pascua, donde vamos a experimentar realmente ese renacimiento de su amor en nuestra vida”, agregó Villalobos.
La ceniza utilizada este día proviene de quemar las palmas bendecidas el Domingo de Ramos del año anterior, significa el comienzo de la Cuaresma con la celebración de la Pasión de Cristo, mostrando que el camino de conversión lleva a la cruz, y finalmente a la Resurrección.
Cubrirse de ceniza para simbolizar penitencia y arrepentimiento es una tradición que viven muchas religiones, los judíos, por ejemplo, acostumbraban a cubrirse de ceniza cuando hacían algún sacrificio, al igual que los ninivitas.
En los primeros siglos de la iglesia, las personas que querían recibir el Sacramento de la Reconciliación el Jueves Santo se ponían ceniza en la cabeza y presentaban ante la comunidad vestidos con un «hábito penitencial», como un signo de su voluntad por convertirse.
En la Iglesia católica esta tradición perdura desde el siglo IX y existe para recordar que, al final de la vida las personas sólo se llevarán aquello hecho por Dios y por los demás.
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