Alma Vilches
@AlmaCoLatino
El miércoles de ceniza es el inicio de la Cuaresma, un tiempo de penitencia y renovación para toda la iglesia a través del sacrificio, el ayuno y la abstinencia; donde se invita a los fieles a la conversión y a prepararse verdaderamente para vivir los misterios de la Pasión, Muerte y Resurrección de Jesús en la Semana Santa.
Durante el Miércoles de Ceniza, se bendice e impone en la frente de los fieles la ceniza hecha de las palmas bendecidas el Domingo de Ramos del año anterior. Esta tradición surge en los primeros siglos del cristianismo, cuando
las personas se colocaban la ceniza en la cabeza y se presentaban ante la comunidad con un “hábito penitencial” para recibir el sacramento de la Reconciliación el Jueves Santo. El diácono Mauro Perdomo explicó que el miércoles de ceniza, es el día propicio para regenerar la relación con Dios, perdida por el pecado cometido por Adán y Eva, ya que el único tesoro de los cristianos es ser hijos de Dios, y la única razón del vínculo de relación preciosísimo es “que nos hizo de polvo, pero a imagen y semejanza de Él”.
“Desde el miércoles de ceniza la iglesia nos da un tiempo de cuarenta días para comenzar a preparar la pascua del amor, es donde restauramos el amor con Dios, un amor de padres e hijos. El hacer oración, obras de caridad y tener misericordia con los demás, nos recuerda que Dios nos hizo buenos, y que nuestro corazón posee la bondad, el amor, la comprensión, la misericordia, pues somos imagen de Él”, afirmó Perdomo.
Asimismo, externó que la Cuaresma recuerda los cuarenta años que el pueblo de Israel peregrinó por el desierto y cuarenta días que Jesús pasa en oración y ayuno; son cuarenta días donde la iglesia pone para que cada uno revise el desierto existente en su corazón. Sin embargo, es un tiempo no de poner las caras tristes y llorar por las miserias, sino de compartir, revisar el corazón, ver en el interior las malas acciones y sentimientos hacia el hermano, y en vez de desear el mal, compartir lo poco que se posee, con alegría y amor; demostrar al mundo que el mal sí se puede vencer con la fuerza de Dios.
“La iglesia año con año espera que seamos Luz y sal del mundo, ya que la diferencia se hace en las pequeñas cosas y poco a poco, se nos invita a convertirnos a Dios, porque es compasivo y misericordioso, lento a la cólera, rico en clemencia, y se conmueve ante la desgracia. Es necesario convertirnos a Dios de todo corazón, con ayunos, lágrimas y llantos, se debe enlutar el corazón, más no sus vestidos”, destacó el religioso.