German Rosa, s.j.
La pandemia del Covid-19 ha provocado muchas medidas restrictivas de los flujos migratorios. A pesar de las restricciones a la movilidad impuestas a partir del cierre de las fronteras y las medidas de cuarentena, las migraciones continúan y no se van a detener ahora ni después de la pandemia. Hay una tendencia a la movilidad migratoria por causas diferentes, ya sean de carácter económico, político, ecológico, como también por los conflictos armados e incluso por causa de la violencia delincuencial, etc. Según los estudios de la CPAL, en el año 2010 alrededor de 30 millones de latinoamericanos y caribeños residían en países distintos al de su nacimiento, unos 4 millones más de los que había en el año 2000. Se estima que en 2019, había 11,7 millones de inmigrantes y 40,5 millones de migrantes de América Latina y el Caribe, lo que corresponde a un 1,8% y un 6,2% de toda la población regional, respectivamente (Cfr. https://repositorio.cepal.org/bitstream/handle/11362/46353/4/S2000618_es.pdf).
Esta realidad hace imprescindible que reflexionemos sobre el tema de la hospitalidad. Y lo hacemos desde la perspectiva de la fe de las tres grandes tradiciones religiosas abrahámicas: el cristianismo, el judaísmo y el islam. Refrescar las fuentes mismas de estas experiencias de fe desde la perspectiva de la hospitalidad, nos parece importante porque nos ofrecen grandes aportes ante los grandes desafíos de las migraciones que constituyen una realidad universal.
La hospitalidad es una característica que vincula estas tres tradiciones religiosas. La fe de estas grandes tradiciones nos fortalece para continuar construyendo puentes, quitar muros y no seguir edificándolos. Sabiendo que los muros más difíciles de derribar son los que construimos en los corazones humanos.
Las tres tradiciones tienen en común a Abraham como su ancestro espiritual, porque siguen su espiritualidad monoteísta que está basada en el libro del Génesis de la Biblia. Abrahám salió de su tierra, fue un nómada, se conviritó en un extranjero en tierra ajena, vivió como huesped y fue el padre de un gran pueblo. Abrahán creyó en la promesa de Dios y fue a tierras desconocidas y lejanas. Él es un gran modelo y testimonio para estas grandes tradiciones por su liderazgo y su autoridad en el tema de la hospitalidad. En las tres tradiciones se destaca la hospitalidad que tuvo Abraham hacia los desconocidos mensajeros de Dios quienes le confirmaron que sería padre de un gran pueblo y se bendecirían por él todos los pueblos de la tierra (Gn 18,1-33).
En el islam, el nombre árabe para referirse a Abraham es Ibrahim que se interpretó después como ab Rahim, cuya traducción es “el Padre Compasivo”, o bien podríamos decir, el Padre de la Compasión. Abraham es el padre de los que no tienen padre. El que cuida de los huérfanos y los necesitados (Cfr. Reaves, J. R. 2016. Safeguarding the Stranger. An Abrahamic Theology and Ethic of Protective Hospitality. Eugene, Oregon: Pickwick Publications, pp. 32-33).
La hospitalidad es un punto de convergencia y el vértice de estas grandes tradiciones y experiencias religiosas universales, las cuales tienen históricamente elementos fundamentales en común: un período de exilio y persecución; el rol de los profetas y ejemplos personificados de hospitalidad; valores comunes como la dignidad, la generosidad, etc. Pero además, tienen en común la reverencia hacia grandes personajes como Moisés y Jesucristo. Aunque para el judaísmo y el islam nuestro Señor Jesucristo no sea aceptado como el Mesías y el Salvador.
Curiosamente en donde existen grandes conflictos bélicos en el Medio Oriente, ahí confluyen grandes multitudes de migrantes y refugiados, entre los cuales ingentes grupos practican alguna de estas tres expresiones explícitas de fe. Y en otros contextos, también existen personas que practican alguna de estas maneras de vivir la fe.
Es muy importante tener en cuenta que estas grandes experiencias de fe son practicadas por unos 4,350 millones de fieles aproximadamente, es decir, un poco más de la mitad de la población mundial. Si se fomentara más la disposición real de los creyentes y la auténtica cooperación para practicar la hospitalidad con los migrantes y los refugiados, su impacto sería tremendamente positivo para responder a este gran desafío global, y su influencia real en la política, la economía, la cultural, las leyes, sería impresionante e inimaginable.
La hospitalidad es una necesidad fundamental en nuestros días porque las migraciones constituyen un fenómeno universal. Y en nuestro continente existen tantas causas que impulsan a migrar a la población (Cfr. https://www.diariocolatino.com/el-nino-que-nacio-en-un-pesebre-y-los-ninos-en-la-frontera/).
Tanto el cristianismo como el judaísmo y el islam si los estudiamos seriamente, toman muy en serio el sufrimiento, la violencia y la marginación. Icluso hay un mutuo enriquecimiento entre las tres grandes traciones religiosas sobre el tema de la hospitalidad.
Amar a Dios y amar a la humanidad es la más obvia motivación en las tradiciones abrahámicas para dar hospitalidad.
En el tiempo de Jesús basta recordar el relato en el cual María y José pidieron posada para el nacimiento del Salvador. Y no hubo lugar para Él por lo que tuvo que nacer en un establo y lo acostaron en un pesebre (Lc 2,1-7). La parábola del buen Samaritano ilustra muy bien la importancia del cuidado, la protección de los extranjeros y los forasteros, ante los riesgos y la amenzas que viven (Lc 10,30-37). Además, la hospitalidad es una práctica de los cristianos para proteger a los estrangeros de aquel tiempo ante la persecución de los romanos.
Incluso también los judíos comparten la herencia de la hospitalidad con los cristianos como norma común aceptada culturalmente. Las enseñanzas y las prácticas cristianas de la hospitalidad, el amor a Dios y al prójimo se remontan a la ley y la tradición judía, amar a Dios es amar al prójimo, al vecino, al forastero, al migrante, al refugiado (Mt 22,34-40; Lc 10, 26-28). Esto aparece explicitament en el libro de Levítico 19,18: “No te vengarás ni guardarás rencor contra tus paisanos, sino que más bien amarás a tu prójimo como a ti mismo, pues Yo soy Yahvé”.
Recordemos que Abraham, Isaac y Jacob migraron a Egipto, después sus descendientes fueron esclavizados por los egipcios, vivieron la experiencia de la liberación de la esclavitud con el Éxodo, ahí se gestan las grandes enseñanazas de la hospitalidad que se expresan en la Torah (Ex 22,20; 23,9; Lv 19,34; Dt 10,19). El libro del Éxodo lo dice así: “No maltratarás, ni oprimirás a los extranjeros, ya que también ustedes fueron extranjeros en tierra de Egipto” (Ex 22,20).
Además, la derrota del reino del norte de Israel por los asirios, llevo al exilio a muchas tribus de los israelitas en el año 740 a.C. De la misma manera el imperio de Babilonia derrotó a los asiriros y al reino del sur de los israelitas de Judá en el año 586 a.C., sufriendo de la misma manera la deportación a Babilonia. Estas experiencias de exilio modelaron las creencias y la identidad del pueblo hebreo que también se expresa claramente en la tradición de los profetas.
Quienes profesan la fe islámica y habitan en el desierto, saben que darle a un extranjero o a un invitado el agua y la alimentación es un acto de solidaridad y de supervivencia, porque si no lo hacen y lo regresan se entiende que es entregarlo a su propia muerte. Pero los huéspedes no pueden abusar de la hospitalidad. En el islam existe una regulación de la hospitalidad que expresan la generosidad y los límites para los huéspedes así como para los anfitriones. Hay un conjunto de valores que contribuyen a la práctica de la hospitalidad en el islam y existe una relación estrecha de ésta misma con el honor, la dignidad, el valor, la sabiduría, la generosidad, el respeto y el perdon. En el islam al igual que en el judaísmo, ser bendecido es bendecir a otros; y recibir bendiciones requiere bendecir a otros. Además, la fe islamica encuentra en el relato de Abraham, una bendición dada por Allah la cual requiere que los descendientes del mismo Abraham sean una bendición para las naciones (Cfr. Reaves, 2016, p. 110-122). Y una manera para que esto ocurra es practicar la hospitalidad. De ahí que el diálogo y la cooperación entre las distitintas tradiciones abrahámicas es para continuar construyendo la paz y la justicia, el encuentro y la solidaridad para hacer posible la hospitalidad.
Los discursos del Papa Francisco que pronunció en Azerbaiyán en 2016, en Egipto en 2017 y en su histórico viaje a Iraq, en la inolvidable ciudad de Ur de los Caldeos, la ciudad de Abraham, son una llamada para ser fieles a la propia identidad religiosa y rechazar cualquier instrumentalización de la religión que fomente el odio, la división, el terrorismo, la discriminación, y al mismo tiempo para dar testimonio en las sociedades cada vez más secularizadas de que necesitamos a Dios (Cfr. https://www.vaticannews.va/es/vaticano/news/2021-03/el-papa-francisco-y-el-islam-tres-pilares-de-un-magisterio.html). Hay experiencias y proyectos extraordinarios de hospitalidad con los migrantres y refugiados que están realizando los creyentes de las tres grandes tradiciones abrahámicas. Animémonos a seguir fomentando y construyendo la hospitalidad sin discriminar a los migrantes y los refugiados en todas las partes del mundo.