Tijuana/AFP
Said Betanzos
José abraza a su esposa Nubia mientras esperan para pedir asilo a las autoridades estadounidenses a un costado del paso peatonal que une la ciudad fronteriza mexicana de Tijuana con San Ysidro, en Estados Unidos.
La pareja durmió en un improvisado campamento junto con otros 150 centroamericanos de una caravana de migrantes que provocó la furia del presidente estadounidense Donald Trump. Algunos de ellos no despiertan pese al ruido que genera la muchedumbre que camina rumbo a la garita fronteriza.
Hasta el momento sólo ocho personas han logrado entrar a Estados Unidos para pedir asilo. Se trata de cuatro niños, un joven de 18 años y las madres de ellos, que ingresaron a territorio estadounidense la noche del lunes. «Si los dejaron pasar es porque van a permitírselo al resto porque saben que huyen de la violencia en sus países», dijo Irineo Mujica, de la organización Pueblo Sin Fronteras.
Entre tanto, José y Nubia no han podido cruzar, su sueño de larga data, pues las autoridades estadounidenses aseguraron que están a su máxima capacidad. «Dependiendo de las circunstancias a su arribo, algunos tendrán que esperar en México», dijo en un comunicado Kevin McAleenan, comisionado de las autoridades migratorias.
Nuria asegura que la pasaron «mal durmiendo en la calle». Sin embargo, dice que van a esperar el tiempo necesario.
Al igual que muchos migrantes, ellos evitan dar sus apellidos por temor. La gran mayoría huye de la violencia que generan las pandillas en sus países.
La pareja viajó desde su natal Honduras con sus hijos Emil, de 3 años, y Bryan, de 2. «Aquí vamos a aguantar porque no hay de otra», asegura José, de 31 años.
Desde que la caravana llamada «Viacrucis Migrante» arrancó el 25 de marzo, varios centroamericanos han cruzado México a pie, en tren o en autobús.
La comitiva, que se lleva a cabo desde 2010 para visibilizar el dramático recorrido de los centroamericanos por México, arrancó con más de 1.000 personas, muchas de las cuales se han dispersado, mientras algunos se han quedado en territorio mexicano y otros viajan por su cuenta.
Sin embargo, tan pronto Trump vio las imágenes de los empobrecidos centroamericanos caminando con sus escasas pertenencias a cuestas exigió a México en una serie de tuits que detuviera la caravana, ordenó desplegar la Guardia Nacional en la frontera y ha pretendido ligar el tema migratorio con la firma de un nuevo Tratado de Libre Comercio de América del Norte.
El tiempo que sea necesario
Muy cerca de Nubia y José está Santiago, originario de Honduras, quien huye de la violencia en su país. Sentado sobre el pavimento observa a sus hijos, de 10 y 13 años de edad, jugar cartas con otros chicos.
Para él se ha convertido normal pasar las noches en cualquier lugar y sin un techo.
«Desde que salimos de Tapachula (en el sureño estado mexicano de Chiapas) estamos durmiendo en el piso, en el tren, al aire libre. No es la primera noche», dice.
A él no se le hizo raro que a 20 migrantes no los dejaran cruzar el fin de semana a Estados Unidos para pedir asilo como lo tienen planeado todos los integrantes de la caravana.
«El hombre (Trump) es racista desde que entró al poder», pero «no se da cuenta que si no es por los hispanos no se lleva una manzana a la boca».
Santiago descarta contratar un traficante de personas y dice que los migrantes no buscan cometer delitos como ha acusado la Casa Blanca.
«Que se ponga la mano en la conciencia Donald Trump porque todos los hispanos dejamos mucho dinero en impuestos. Eso no piensa él, de que nosotros vamos a engrandecer el país de Estados Unidos, no a empobrecerlo, ni a cometer delitos», declaró.
María Magdalena, originaria de El Salvador, viajó con sus hijas, nietos y el esposo de una de sus hijas. Son nueve en total.
Para dormir colocaron en el piso todas las cobijas que traían, y encima pusieron una lona que les entregaron activistas.
«Aquí estaremos los días que sean necesarios, podremos aguantar más, incluso otro mes aquí durmiendo, como el viaje que hicimos», declara mientras una de sus hijas y su nieta comen tacos mexicanos que les regaló un comerciante.
«Leyes débiles»
El vicepresidente de Estados Unidos Mike Pence tachó de «débiles» e «ineficientes» las leyes migratorias de su país, durante una visita a Caléxico, en la frontera con México y a unas dos horas de donde 150 centroamericanos esperan para pedir asilo.
«Me paro frente a ustedes cuando la mayor atención de la nación está enfocada en esta llamada caravana», dijo Pence a un grupo de patrulleros fronterizos, 200 km al este del cruce entre San Diego y Tijuana.
«Como dijo el presidente el sábado en la noche, esta situación es el resultado directo de nuestras débiles leyes de inmigración y nuestras porosas fronteras», agregó.
«No tenemos fronteras, no tenemos país. Y he visto durante semanas como avanzaba esa caravana», había dicho Trump.