Por Franck Iovene
Roma/AFP
Italia respondió con fuerza a varios de sus vecinos del este que le reclaman detenga la llegada de migrantes a su territorio, y sigue presionando a Europa para que asuma su parte en la gestión de la crisis de refugiados.
El viernes, el primer ministro italiano, Paolo Gentiloni, dijo que no acepta «las lecciones y menos aún las palabras improbables y amenazantes» de algunos vecinos en materia de política migratoria.
«Cumplimos con nuestro deber y queremos que el conjunto de Europa haga lo mismo, junto a Italia», afirmó, en una alusión a las demandas de Austria y de cuatro países vecinos (Polonia, República Checa, Eslovaquia y Hungría) para que Italia cierre sus puertas a los migrantes.
La última procedía del primer ministro húngaro, Viktor Orban, quien el viernes, en su intervención radiofónica semanal, se erigió en el portavoz de sus homólogos de Polonia (Beata Szydlo), República Checa (Bohuslav Sobotka) y Eslovaquia (Robert Fico), al evocar una carta conjunta dirigida recientemente a Gentiloni.
En ella, los cuatro dirigentes ofrecen su ayuda -principalmente financiera- a la Unión Europea (UE), y proponen crear mejores condiciones en los centros de acogida situados fuera de Europa y abandonar la repartición forzada de migrantes entre los países del continente.
En su intervención, Viktor Orban fue aún más lejos, y consideró que Italia tiene dos opciones, o «cerrar sus puertas» o aceptar la ayuda que se les ofrece.
Hablando en nombre del cuarteto, Orban dijo que respalda la reciente propuesta de los ministros de Interior alemán e italiano, quienes «dijeron que la inmigración debería ser detenida en Libia», sin excluir la opción militar para lograrlo.
El jueves fue el ministro austríaco de Relaciones Exteriores, Sebastian Kurz, el que pidió a Italia no seguir enviando al resto del continente a los migrantes que desembarcan en sus islas.
Viena ya había lanzado a principios de julio la amenaza de un despliegue de militares en su frontera con la península Itálica si el flujo de migrantes no se reducía.
Solidaridad
Aunque sigue asegurando que continuará haciendo «sus deberes» en materia de acogida con los migrantes, Italia presiona desde hace varios meses a sus socios europeos para que demuestren más solidaridad.
El país se queja a menudo de no recibir suficiente apoyo de la UE frente a un flujo sin precedentes de migrantes, un frente en el que está en primera línea.
Según las últimas cifras de la Organización Internacional para las Migraciones (OIM), 111.514 migrantes y refugiados llegaron a Europa por mar desde el 1 de enero, y 85% de ellos lo hicieron en Italia. Unos 2.360 murieron en la travesía.
Frente a una situación que cada vez le cuesta más soportar, el Ejecutivo italiano multiplica las iniciativas, pero también las muestras de firmeza.
A principios de julio, amenazó con bloquear la entrada a sus puertos a los barcos extranjeros que transportaban a migrantes rescatados en el mar, abogando por desplazar a Libia el proceso de demanda de asilo para poder llevar a Europa con seguridad a los migrantes a los que se les concediera.
Acaba de proponer a Bruselas, que le dio luz verde, la adopción de un código de conducta para las oenegés. El decálogo de medidas prevé, entre otras cosas, la prohibición de que las embarcaciones humanitarias entren en las aguas territoriales libias, o la obligación de acoger a bordo a representantes de la policía judicial especializados en tráfico de seres humanos.
Italia también pidió que se hagan modificaciones técnicas a la misión europea Sophia, dirigida por Roma con el objetivo de luchar contra el tráfico de migrantes en el mar Mediterráneo y cuyo mandato termina el 27 de julio.
Antes de pronunciarse sobre una posible ampliación, Roma desea lograr un permiso para que puedan intervenir más socorristas en aguas libias.