La Habana/AFP
Alexandre Grosbois/Moisés Ávila
Después de casi seis décadas, Cuba inició una nueva era: el octogenario general Raúl Castro entregó la presidencia a Miguel Díaz-Canel, un civil casi 30 años menor comprometido a dar continuidad al legado de sus antecesores.
En su primer discurso como gobernante ante la Asamblea Nacional, aseguró que Cuba seguirá siendo «verdeolivo», apoyándose en los dirigentes históricos y que tendrá en Raúl como guía.
«El mandato dado por el pueblo a esta legislatura es dar continuidad a la revolución cubana en un momento histórico crucial, que estará marcado por todo lo que debemos avanzar en la actualización del modelo económico», dijo.
Para el nuevo presidente, su antecesor Raúl Castro, quien permanece como líder del gobernante Partido Comunista, «encabezara las decisiones de mayor trascendencia».
El cambio de mando fue sencillo, sin pompas, pero muy aplaudido. Raúl Castro dejó su asiento en la mesa principal del Palacio de las Convenciones de La Habana, el que fue inmediatamente ocupado por Díaz-Canel. Al lado permaneció la silla vacía de Fidel Castro, fallecido en 2016.
-Sus difíciles tareas-
El nuevo presidente tendrá que mantener el equilibrio entre la reforma y el respeto a los principios revolucionarios, pero deberá esforzarse por actualizar el modelo económico, un proyecto iniciado por Raúl Castro.
A nivel diplomático, deberá lidiar con el retorno de Washington al lenguaje de la confrontación y el recrudecimiento del bloqueo que Estados Unidos le aplica desde 1962. Este endureció con la llegada de Donald Trump al poder, quien dio marcha atrás al acercamiento de finales de 2014.
Para Díaz-Canel, con la continuidad de la revolución «será como enfrentaremos las amenazas del poderoso vecino imperialista, aquí no hay espacio para una transición que desconozca o destruya el legado de tantos años de lucha».
En el plano económico, la tarea más urgente es la unificación de las dos monedas nacionales que circulan en el mercado, además de la eliminación de tasas de cambio preferenciales para empresas estatales -que son la mayoría en la isla-, situación que genera distorsiones en una economía.
-Sucesor ejemplar-
Primer vicepresidente desde 2013, este ingeniero electrónico canoso y amante de Los Beatles escaló discretamente en la línea de mando, respetando los caminos establecidos dentro del gobernante Partido Comunista de Cuba (PCC, único).
Raúl, de 86 años, lo trajo a su lado, le encargó representar al gobierno en visitas oficiales al extranjero y lo preparó para asumir el cargo más importante en la isla, mientras la prensa estatal le iba dando más espacio.
Recordado por ser un dirigente que andaba en short y bicicleta, ha sabido darse una imagen más fresca y moderna, abogando por el desarrollo de internet y de una prensa más crítica. Sin embargo ha sido severo contra los opositores o los diplomáticos propensos a criticar públicamente al gobierno.
A cargo de liderar una transición histórica en un primer mandato de cinco años, será el primer líder cubano nacido después de la revolución de 1959 y tendrá que forjar una legitimidad que fue natural en los Castro.
– Poder menos centralizado –
Díaz-Canel recibió el resultado de la votación de la Asamblea Nacional de Cuba a su candidatura única para ser ungido como sucesor de los hermanos Fidel y Raúl Castro.
Con él fueron elegidos también los demás miembros del Consejo de Estado: el primer vicepresidente -el sindicalista afrocubano Salvador Valdés-, cinco vicepresidentes, un secretario y 23 miembros.
Raúl sucedió en el poder a su hermano Fidel en 2006, cuando éste enfermó (murió luego en 2016). Inició una serie de reformas para su economía, como la apertura a inversiones extranjeras y a la generación de negocios propios, a la par de un histórico acercamiento con Estados Unidos, su enemigo de la Guerra Fría.
Pero según analistas, los cambios han sido tímidos y no han conseguido reactivar una economía altamente dependiente de las importaciones y de su aliada Venezuela.
Para cuidar de su elegido y guiar su camino, Raúl Castro conservará sus funciones como secretario general del PCC hasta 2021, cuando cumpla 90 años.