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Miles de campesinos marchan en México para exigir el fin de su «explotación»

Por Carola Solé

San Quintín/AFP

Más de 7.000 campesinos mexicanos volvieron a marchar el viernes en el valle de San Quintín, salve en la región de Baja California (noroeste), para exigir mejoras salariales que los saquen de la «miseria» en la que viven, una medida por ahora postergada por las autoridades.

La multitudinaria protesta, que bloqueó durante unas horas la principal carretera de la zona, tuvo lugar esta mañana poco antes de que sus representantes se reunieran a puerta cerrada con altos funcionarios federales para intentar resolver el conflicto laboral, el cual se prolonga desde hace más de un mes y que ha incluido manifestaciones violentas.

«Ya basta de explotación» o «No más sueldos de hambre» eran algunos de los carteles escritos a mano por los humildes jornaleros -llamados así por trabajar apenas por días-, quienes el 17 de marzo protagonizaron un inédito y tenso paro en el que hubo enfrentamientos con la policía y casi 300 manifestantes detenidos.

Los campesinos, principalmente indígenas de los empobrecidos estados de Oaxaca y Guerrero (sur), ondeaban también banderas mexicanas e imágenes del líder revolucionario Emiliano Zapata y algunas mujeres cambiaron los pantalones de mezclilla y sus distintivos pañuelos para proteger su rostro del polvo por coloridos trajes tradicionales.

«La miseria que nos pagan no alcanza», reclamaba Rosa, una indígena del estado de Oaxaca de 55 años y madre soltera de tres hijos, que cobra 130 pesos (8,5 dólares) al día por recoger tomates durante nueve horas.

Juan, otro campesino de Oaxaca que emigró hace 30 años a San Quintín en busca de una mejor vida, lamentaba que las autoridades los tengan «tan olvidados» durante la marcha en la que participaban más de 7.000 campesinos, según la policía municipal.

Unos 80.000 jornaleros trabajan en el polvoriento San Quintín, una región semidesértica con costa en el océano Pacífico donde predominan los campos de fresa, frutos rojos y los invernaderos de tomate y pepino, mayoritariamente exportados a Estados Unidos. Este viernes, la mayoría de los campos lucían desiertos.

Sin salario… amenaza de boicot

Debido a la pasada manifestación, que tuvo un fuerte eco en los medios, los productores accedieron a pagar un 15% más a los trabajadores, pero estos lo consideran un aumento irrisorio y una comisión fue a la capital para tratar de dialogar con las autoridades federales.

Pese a la negativa del secretario de Gobernación (Interior) por asistir personalmente a la cita, el viernes los líderes campesinos sostuvieron una reunión en San Quintín con su viceministro Luis Enrique Miranda, el gobernador de Baja California, Francisco Vega, legisladores y un delegado de la Organización Internacional del Trabajo.

En el esperado encuentro de unas tres horas, los jornaleros exigieron que el salario diario pase de 120 a 200 pesos (de 7,7 a 13 dólares), pero esta medida no fue incluida entre las decisiones tomadas y se emplazó a resolverla en un nuevo encuentro dentro de 15 días.

Al leer un comunicado sobre los acuerdos, el subsecretario Miranda anunció mejoras en las prestaciones sociales de los trabajadores como revisiones a sus contratos, afiliaciones a la seguridad social, inspecciones en los campos, sanciones a quienes «abusen sexualmente» de las trabajadoras o «maltraten» a los hombres, así como un fideicomiso del gobierno estatal y federal para ayudarles, cuyo monto no se reveló.

«No estamos satisfechos con la respuesta que se ha dado (…) Las movilizaciones seguirán, pero es probable que estemos yendo a ese boicot económico internacional para que los agricultores sientan lo mismo que nosotros estamos sintiendo», dijo a periodistas Fidel Sánchez, vocero de los trabajadores.

Sánchez evocó el movimiento que en los sesenta encabezó el emblemático líder campesino César Chávez, del otro lado de la frontera con Estados Unidos, en el estado de California.

El gobierno calcula que hay más de dos millones de jornaleros en México (118 millones de habitantes) que viven en condiciones de semiesclavitud, sin contrato ni prestaciones sociales y que, pese a la dureza de sus trabajos de hasta 10 horas, cobran en promedio entre 4 y 7 dólares diarios.

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