Medellín/AFP
Rodrigo Almonacid
Las tierras ahora son improductivas y el agua y los alimentos, de menor calidad. No es una narrativa futurista, es el resultado de la degradación de los suelos que afecta el bienestar de casi la mitad de los humanos y que provocará migraciones masivas.
Por lo menos 3.200 de los 7.500 millones de habitantes del planeta sufren «impactos negativos» por el deterioro de los suelos, que afecta significativamente al 75% de la superficie mundial y que, junto a otros efectos del cambio climático, en 2050 obligará a desplazarse a entre 50 y 700 millones de ellos.
«La degradación de la superficie de la Tierra a causa de las actividades humanas está empujando al planeta hacia una sexta extinción masiva de especies», la primera causada por el hombre y la primera desde la desaparición de los dinosaurios, dijo el científico sudafricano Robert Scholes.
Scholes es el codirector del primer informe global sobre degradación de suelos que fue publicado este lunes en la ciudad colombiana de Medellín por la Plataforma Intergubernamental sobre Biodiversidad y Servicios de los Ecosistemas (IPBES), un organismo independiente con 129 Estados miembros.
El documento fue elaborado durante tres años por un centenar de expertos voluntarios de 45 países a partir de miles de investigaciones científicas. Aunque no es vinculante, funciona como guía para las naciones de IPBES.
«Hemos transformado grandes cantidades de nuestros bosques, hemos transformado grandes cantidades de nuestras praderas, hemos perdido el 87% de los humedales (…) realmente hemos cambiado la superficie de nuestra Tierra en los últimos cientos de años», dijo a AFP el presidente de IPBES, Robert Watson.
– Suma de retos –
La situación ha llegado a «niveles críticos» en varias partes del mundo, advierte el reporte. Los daños provocaron, por ejemplo, la emisión de 4.400 millones de toneladas de carbono anuales entre 2000 y 2009 que estaban ocultas bajo la tierra.
Se estima que para 2050 la combinación entre degradación de suelos y cambio climático reducirá el rendimiento de los cultivos entre 10 y 50%.
Las zonas más afectadas serán Centroamérica, Sudamérica, África subsahariana y Asia. Estas son las regiones «a las que les queda mayor cantidad de tierra adecuada para la agricultura», aseveró Luca Montanarella, codirector de la investigación.
IPBES estima que para 2050 entre 50 y 700 millones de personas deberán desplazarse.
«La degradación de los suelos, la pérdida de productividad de esas tierras y esas vegetaciones van a forzar a las personas a migrar. Ya no será viable vivir en esas tierras», afirmó Watson.
La primera cifra sería el mejor escenario, asumiendo que la humanidad empieza a tener prácticas sostenibles, como agricultura y consumo responsables e intentos por minimizar el cambio climático.
La segunda ocurriría si se perpetúa la situación actual, en la que los países ricos mantienen altos estándares de consumo.
El informe alertó sobre la relevancia de esta problemática en momentos en que está en vilo el futuro de la humanidad por el calentamiento global y la sobreexplotación de la biodiversidad.
Además, subraya que el daño no solo va a afectar a quienes habitan las regiones degradadas: amenaza la seguridad alimentaria, el agua potable y el aire de todos.
La Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) calcula que el 95% de los alimentos para humanos son producidos de forma directa o indirecta en los suelos.
Con una población que se ha duplicado en los últimos 50 años y que podría superar los 9.000 millones en 2050, los efectos del cambio climático y la lucha por los recursos naturales, la FAO subraya la importancia de la capacidad humana para elevar la calidad de los alimentos usando los terrenos actualmente cultivados.
– Rompiendo fronteras –
El estudio señala que en tres décadas unas 4.000 millones de personas -el 40% de la población proyectada para entonces- van a vivir en zonas secas, áridas o semiáridas, donde no se podrá cultivar. En 2010 eran 2.700 millones.
Los beneficios de recuperar esas zonas son diez veces más altos que los costos de la degradación, equivalentes al 10% de la economía global en 2010, apunta el texto.
Pero entre más tiempo pase será más «difícil y costoso» implementar las acciones adecuadas para «combatir» los daños, explicó Watson.
Actualmente las tierras sembradas y dedicadas al pastoreo son una tercera parte de la superficie del planeta. Para 2014 más de 1.500 millones de hectáreas de ecosistemas naturales se habían convertido en sembradíos.
Estas transformaciones no solo implican pérdidas de territorios sino de poblaciones de animales, plantas y bosques, vitales para frenar el calentamiento global.
Para 2050 se estima que solo el 10% de la superficie del planeta no esté afectada por la actividad humana, frente al 25% actual.
Estos lugares han estado exentos de la presencia humana por sus condiciones hostiles o lejanía -como la alta montaña, bosques tropicales, desiertos o polos- pero la agricultura y «las personas están moviéndose hacia estas fronteras» por el cambio climático, afirmó Scholes.
La explotación del campo es el principal factor de pérdida de la diversidad biológica, que en 30 años será de entre 38 y 46%.
«La degradación del suelo, la pérdida de la diversidad biológica y el cambio climático son tres caras distintas del mismo desafío central: el impacto cada vez más peligroso de nuestras elecciones sobre la salud de nuestro ambiente natural», concluyó Watson.