Caralvá
Intimissimun
Posterior a la dictadura del general Maximiliano Hernández Martínez (1931-1944) el modelo autoritario persistió, de tal forma que los militares integraron un “Consejo de Gobierno Revolucionario (CGR) entre 1948 y 1950 (teniente coronel Manuel de Jesús Córdova y mayores Óscar Bolaños y Óscar Osorio) y el mayor José María Lemus, considerado como el ideólogo del grupo. Luego a lo largo de los años cincuenta, el principal liderazgo fue el ejercido por el ya coronel José María Lemus, que fungió como ministro del interior de 1949 a 1955 y luego como presidente de la República entre 1956 y 1960”.[1]
En aquellos tiempos se impulsó el modelo desarrollista industrial, “Con el propósito de fortalece las capacidades de este ministerio (Economía) para asumir éstas responsabilidades, el 29 de diciembre de 1950, se promulgó el decreto legislativo N° 110, correspondiente a la Ley de Creación de la Dirección General del comercio, industria y minería (D.O. 283, t 149, 29 de diciembre de 1950), dentro del ramo de economía.[2]
Datos de las minas y empresas canadienses
En el libro de Memorias de mi lucha revolucionario (Historia del Movimiento Nacional Revolucionario) de Hugo Navarrete hace una mención a los iniciales proyectos mineros de la nación: “Esta administración (coronel Óscar Osorio) tuvo a bien fundar el Instituto Salvadoreño de Fomento Industrial (INSAFI). Era una entidad semiautónoma adscrita al Ministerio de Trabajo. Luego se convertiría en una suerte de refugio de políticos caídos. Varias mineras transnacionales quisieron aprovechar los préstamos ofrecidos por el INSAFI. Le solicitaron préstamos millonarios para la reactivación de minas. En el pasado las compañías extranjeras -especialmente las canadienses- habían explotado los yacimientos de oro y plata. Sin embargo, la mayoría de las minas funcionaba a mínimo o habían cerrado por su casi nulo rendimiento. Estas minas estaban ubicadas al norte del país, en los departamentos de Morazán, San Miguel y La Unión. Y son las siguientes: Montecristo, San Sebastián, Potosí, Divisadero, Mamá Lola y Hormiguero. También estaba El Dorado en San Isidro, Cabañas, donde se obtenía la broza más rica en oro. En este contexto el Ministerio de Trabajo solicita nuevamente mis servicios. Mi función iba a ser estudiar las solicitudes de préstamos. Acepté a pesar de que no habría viáticos ni facilidades de transporte. Ese año, 1954, fue inolvidable: visité mina por mina. Y encontré trabajadores retirados que voluntariamente me ayudaron a inspeccionar las minas. Así conocí sus tragedias” [3]
La descripción al interior de las minas
Lo primero que constaté fue que ninguno de los túneles poseía andamiajes de madera para evitar derrumbes, muchos tramos estaban obstruidos. En la Mina de Montecristo utilizamos un ascensor que consistía en una plataforma de hierro oxidada, sin defensas en sus cuatro lados y colgada por cadenas herrumbrosas. Funcionaba con un motor oxidado que arrancaba caprichosamente. Mi primer impulso fue salir corriendo y no intentar bajar. Por mi honor bajé por ese oscuro agujero de más de 200 metros. Bajo la luz de dos candiles de petróleo pude notar que – a pesar de descuidados- los túneles se mantenían en buen estado. Un minero aseguró que había un túnel más profundo, pero no creí conveniente exponernos más. Al salir respiré profundamente y di gracias a Dios. Fue una experiencia única.
Abuso de las empresas mineras
“En mi investigación describí que las compañías habían abusado de la ingenuidad y la necesidad de los habitantes en nuestro país. Todos los túneles que visité tenían derrumbes, no les importaba la vida de sus trabajadores. Para continuar su explotación era indispensable reforzar los túneles existentes y remover escombros. Además de mi visita a las ruinas, investigué la salud de los mineros. No cabía mi sorpresa: muchos habían muerto a temprana edad. Uno de sus azotes ha sido el cianuro, sustancia muy utilizada para extraer metales preciosos. Muchos lugareños padecían insuficiencia renal, probablemente por beber agua de ríos contaminados con cianuro. Otros padecimientos más frecuentes era la silicosis. Esta enfermedad se adquiere al respirar polvo, los pulmones pierden elasticidad y generan tos crónica, cansancio y asfixia. En San Isidro conocí a un enfermo de silicosis, tenía 50 años de edad, pero parecía de 80. La tuberculosis también se había cebado de varios mineros de ese municipio. Esa última enfermedad se agrava en el ambiente húmedo y enrarecido de las minas y facilita el contagio”[4] amazon.com/author/csarcaralv
[1] La economía salvadoreña: después de la Independencia, por qué estamos como estamos/ William Pleites – San Salvador: Ministerio de Educación, 2022. [2] Idem pág 199 [3] Memorias de mi lucha revolucionaria Historia del Movimiento Nacional Revolucionario (MNR) /Hugo Navarrete – San Salvador: Editorial Nuevo Enfoque, 2018 pág 47 [4] Idem pág 47
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