Por Walter Balmorantes
A Miguel Orantes
V
Estaba en la casa de mi Padre buscando todo y nada. Inspeccionando cada espacio, pero no encuentro nada. Busco, pero sin encontrar por lo menos un indicio de su paradero. –Pensándolo bien, esto tiene sentido ya que tampoco sé qué estoy buscando. A veces, me siento como en un laberinto existencial. Me atormentaba el vacío de la casa, pero aún más el vacío en mi vida por la ausencia de mi padre. Supe hasta entonces que tanto le amaba.
Escudriñé cada rincón de la casa de mi padre como tratando de encontrar las piezas de un rompecabezas. Los muebles, las paredes, los cuadros, las habitaciones todo parecía estar en su sitio. No había indicios de que algo faltara.
Sin percatarme llegué a estar frente a la puerta de la habitación de mi padre. Tome la perilla de la puerta sin poder abrirla o posiblemente sin querer hacerlo. Luego de un momento, la gire lentamente hasta que no pude más, pero, no intente abrirla. Me quede así un momento. Sin moverme. Sin pensar. Solamente estuve parado rígidamente sin hacer nada. Quizás, tratando de convencerme de entrar, pero no lo hacía.
– “Mírame”
Nuevamente escuche esa voz. Me provocó un sobresalto mayor, pero este, estaba acompañado de temor de lo que encontraría en la habitación de mi padre. No quería abrir la puerta, pero sabía en el fondo que tenía que hacerlo si quería encontrarlo. Así que, casi empujado por esa voz me dispuse a entrar. Fui poco a poco empujando la puerta hasta quedar completamente abierta. Sorpresivamente se apoderó de mí una especie de certeza que encontraría a mi padre en su habitación.
Todavía en el umbral hice un recorrido visual de la habitación sin percibir nada anormal. Todo estaba en su sitio. El viejo televisor sobre la mesa de madera cruda, la cama grande flanqueada por las dos mesas pequeñas, el ropero de color caoba oscuro, las cortinas color perla que cubrían a la medida la ventana de vidrio. Solamente fue después de encender la luz de la habitación que pude identificar que esta casa está llena de detalles de mi padre. Pero yo nunca me percate de eso, tal vez por vivir tan ensimismado. Sí… yo era yo y mi mundo. Esto quizás como todo adolescente promedio de mi época solía hacerlo en mi país.
VI
Stephanie llegó muy temprano a las oficinas del canal, algo inusual en ella. Su costumbre era llegar una hora más tarde de la hora acordada con sus colegas. La puntualidad era algo que a ella no le importaba. Realmente Stephanie se caracterizaba por ser una persona muy indiferente a alguien que no fuese ella. Se dispuso a ir a la cocina a servirse una taza de café.
– ¡Señorita Stephanie…buenos días…y ese milagro! -Le preguntó Juanita en un tono sarcástico.
-Buenos días niña Juanita. ¿Milagro? ¿Cuál milagro…que yo venga temprano? – le respondió Stephanie segura de las intenciones de Juanita.
-No señorita Stephanie no es eso. Aunque, ud no tiene fama de mañanera no fue eso lo que me sorprendió. -le respondió con la sinceridad del caso. -Lo que sí me sorprende, señorita Stephanie, es como esta vestida hoy. Nunca la había visto vestir de esa forma. Eso sí que es un acontecimiento para admirarse.
-Ah! ¿Le parece? -Respondió Stephanie evidentemente molesta.
Mientras tanto la niña Juanita esperaba en una actitud de seguir conversando. Stephanie terminó de preparar su taza de café y salió sin emitir un comentario adicional a lo dicho. Ella como la reportera del mundo del espectáculo solía vestirse como una miembro del club de la farándula de su país. Stephanie fue edificando una reputación de vestirse muy bien, maquillarse con productos naturales y de marcas famosas, de invertir una cantidad considerable en lo que era su pasión primordial ¡perfumes y zapatos! Aunque también le gustaba presumir su exquisito gusto de comida italiana y francesa. Como era de esperarse Stephanie tenía un concepto cinco grados más arriba de sí misma sobre todos sus compañeros y compañeras de trabajo. Lo que se evidenciaba al momento de hacerle el recuento de cuántas amistades tenía en la corporación: cero.
-Stephanie quiero que venga inmediatamente a mi oficina- Le ordenó su jefe por teléfono colgándole el auricular sin esperar su respuesta.
Ella se sintió totalmente asustada. Se bebió su café de un trago sin importarle lo caliente que estaba. No lo disfruto. Se puso en pie y fue a la oficina del Ogro como ella le llamaba.
– ¡Pase Stephanie! – le gritó el ogro cuando la vio asomarse a la puerta.
Stephanie empujo la puerta con tal sigilo que casi fue imperceptible al oído del jefe. -Quería verme…señor. -Le dijo en tono asustadizo.
El jefe la volvió a ver y estalló en carcajadas estrepitosas. -Perdón Stephanie…perdón, pero…qué te pasa niña…jajajaja. -Continuaba riéndose el jefe sin misericordia. Mientras tanto Stephanie permanecía callada viendo el grotesco espectáculo y sintiéndose humillada.
-Entonces, quería verme, señor. -Le preguntó evidentemente fastidiada por su jefe.
-Perdón Stephanie lo siento. -Se disculpo su jefe sin convencerla. -Pero ya en serio: quiero disculparme por mi comportamiento poco profesional. Sin embargo, esta es la primera vez que te veo vestida así. Tú que eres la fashionista de la empresa. -lo dijo sarcásticamente.
Stephanie no dejo de verle a sus ojos sin perder atención a cada una de las palabras que le decía su jefe. Aunque, experimento un ligero mareo en ese momento, posiblemente por habérsele bajado el nivel de azúcar en su organismo. Pero esta era la segunda ofensa que le propinaba su jefe en menos de una semana. Se sentía humillada y con deseos de abandonar su trabajo. Pero esto no lo concretaría porque necesitaba del “roce profesional” que le permitía su empleo. Su trabajo como reportera le permitía tener acceso a privilegios que no cualquier ciudadana común tenía. Podía ingresar a funciones en el teatro nacional estuviese ella cubriendo algún evento o no; almacenes de prestigio le ofrecían que vistiera sus marcas importadas cuando ella presentará el segmento de “espectáculos” durante las dos emisiones de noticias en la corporación televisiva. Stephanie se permitía escoger el almacén de calzados que le ofreciera los mejores diseños. Todo esto le abonaba para que sus compañeros de trabajo le llamaran furtivamente “la fashionista”.
VII
– ¡Qué putas haré ahora! -expresaba Stephanie constantemente mientras caminaba de un lado a otro en su oficina. ¡Dios mío ayúdame, porque yo no sé qué hacer! ¿Qué haré? Permanecía en un estado de introspección profunda frente a su computadora portátil. Sin tener idea cuál sería el próximo paso que dar. Con la intención de explorar alternativas, aunque, casi por inercia. Tomó la decisión de navegar por internet en los diferentes periódicos de mayor circulación en el país. Invirtió la mañana en este ejercicio, sin resultados concretos. Solamente con una sensación de vacío profesional y con la idea enquistada de que quizás no tenía las experticias para ser una periodista de verdad. Sino solamente una cronista de moda.
– ¡Mírame!
Stephanie saltó de la silla luego de escuchar la misma voz de la cocina y su apartamento. Tanto fue su sobresalto que cuando pudo se percató que estaba en la puerta de su oficina. Sin la menor idea de cómo había llegado ahí.
-Otra vez esa voz- Pensó sin dar crédito de lo que le estaba ocurriendo. Había revisado su oficina, pero no había nadie. –Quizás me lo he imaginado… -Se le ocurrió sin tampoco creer en ello. ¿De dónde viene esa voz? ¿Por qué sólo ella la escuchaba? Pero más interesante sería saber de quién era esa voz y qué quería lograr con la periodista. Mientras tanto, ella permanecía viendo su oficina sin saber qué hacer y a quién acudir.
-Niña Stephanie ¿se encuentra bien? -Le preguntó Juanita al momento de tocarle el hombro- Esta como fuera de este mundo o como si el propio diablo le hablara al oído.
– ¡Qué dice Juanita! ¡Ud. esta loca señora! -Le respondió acaloradamente. Stephanie se encontraba en un estado entre estresada y con miedo por lo que le estaba sucediendo.
(Continuará en siguiente entrega)
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Primera entrega: https://www.diariocolatino.com/mirame-por-walter-balmorantes-primera-entrega/?preview_id=376302&preview_nonce=af26fd8b5e&_thumbnail_id=376326&preview=true
Segunda entrega: https://www.diariocolatino.com/mirame-por-walter-balmorantes-2a-entrega/