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«Mis tres madres y todas mis mamás». Por Mauricio Vallejo Márquez

Por Mauricio Vallejo Márquez
Tuve la fortuna de tener tres madres. Esos regalos del cielo que uno no merece, pero le hacen leve y buena la vida.
En  mi niñez (1981) a mi papá lo desaparecieron esbirros de la represión por buscar la justicia social, pero en su lugar tuve la figura paterna de mi papá Tony y a mi papá Mauro, mis abuelos paterno y materno. El detalle curioso es que tengo a mi mamá biológica a quien llamaba mamá Patty, y quien laboraba a triple turno para que no faltara nada en casa; pero también a mis abuelas: mamá Finita y mamá Yuly poderosas instructoras y maestras que forjaron en mí el carácter y la estética que fue creciendo con los años, la experiencia y el estudio; y también tuve a mis bisabuelas: mamá Julia, mamá Tere y mamá Chita; a las que le sumábamos a mamá Úrsula, nuestra nana quien cuidó de mi papá y mis tíos, así como a mí y a mis primas. A todas ellas les llamaba mamá. Algo en lo que estaban de acuerdo mi papá y mi mamá.
Un día mi mamá Finita me expresó que no le dijera mamá Finita, sino abuelita, porque eso era ella. En ese momento sentí raro,  incluso recuerdo que me sentí mal por eso. No recuerdo si tenía siete u ocho años, pero por esos años fue. A partir de ese momento mis mamás en título fueron menguando. Después de eso falleció mi papá Mauro en 1989 y mi mamá Tere (la mamá de mi abuelo) no soportó el dolor y también se hizo parte de la eternidad. En 1991 un busero de la 26 le arrebató la vida a mi mamá Julia. El mismo destino parecía calcado cuando en 1996 falleció mi papá Tony y a las semanas su suegra, mi mamá Chita nos dejó sus recuerdos. Me quedé entonces con mi mamá mamá y mi mamá Yuly, porque a Úrsula ya tenía años de haberle dejado de decir así, aunque el cariño cada año es más grande.
Cada una de ellas deja en mí lecciones que han labrado quien soy. Mis madres, mis mamás son parte de mí tanto en sangre, alma y amor. Cada una me alimenta cuando las recuerdo y vibra en mí un fuerte anhelo por volver a verlas y escuchar sus voces, sobre todo la esencia de las tres más importantes de mi vida: mi madre, mi mamá Yuly y mi abuelita Finita.
Mi mamá es una mujer valiente, entregada y de avanzada. Ella alimentó mi amor por el resto de madres. Siempre ha tenido esa forma de ver la vida, incluso cuando siente mucho cariño por alguna señora mayor le llama mamá. Gestos de cariño que yo no he podido trasmitir fuera de mis ascendientes y Úrsula, pero que sé su importancia para alimentar el corazón.
Agradezco al Eterno por cada una de esas madres que formaron este hombre que comparte palabras de esta Bitácora, así como a esas mamás valientes que construyen el futuro con tanto esmero y amor.
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 Licenciado en Ciencias Jurídicas
 Maestro en Docencia Universitaria
Escritor y editor
Coordinador Suplemento Cultural 3000

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