Luis Arnoldo Colato Hernández
Educador
Sin duda el peor de los crímenes es el dirigido contra quien es completamente indefenso, por lo que no hay peor criminal que el que asesina a un no nato.
Por otro lado, la nuestra es una sociedad marcadamente patriarcal, por lo que muchos patrones culturales que se le sujetan son crasamente perversos.
Esta deriva en una suerte de lógica cuyos espacios se ven cada vez más reducidos felizmente gracias a la influencia de la educación que poco a poco mella esa costra idiosincrática, la cual empero no desaparecerá en breve, dado que la alimentan conductas que nos cuesta abandonar.
Así por ejemplo la equidad en la justicia es un tema pendiente por precisamente la carga cultural que impone los prejuicios a la racionalidad, como los intereses a la justicia.
Así para el caso sufrimos como sociedad de una aparente epidemia de abortos, cuando en realidad la evidencia apunta a que muchos de estos sobrevienen de accidentes y condiciones de riesgo no diagnosticada por diversas razones, derivando en la pérdida señalada, lo que en las actuales circunstancias siempre y de modo arbitrario, supone la culpa de la fémina implicada, imponiéndose la necesidad de revisar el fenómeno con objetividad.
Debemos entonces considerar algunos elementos para comprender sus vertientes.
Si bien de acuerdo a la UNESCO la tasa de alfabetización es en promedio en nuestro país del 91.2% de la población, el nivel comprensivo de la misma no es equivalente, lo que cualquier academia podrá confirmar, ubicando el porcentaje de analfabeta funcional en torno al 35% de la población, agravándose en lo rural [MINED], y que supone que quien la padezca simplemente no comprende las indicaciones que se le brindan.
Debemos añadir a la ecuación el denominado aborto por factores de riesgo, consumo de medicamentos contraindicados, alcohol o drogas, factores de riesgo asociados a anomalías cromosómicas heredadas, anomalías congénitas, procedimientos intrauterinos invasivos, embarazo pre puberto o puberto, desarrollo de fístula, una afección debilitante en la mujer, y situaciones ajenas a su control, como lo son la distancia y el nulo acceso a la atención médica, cuando se presenta una emergencia obstétrica suscrita a la carencia de recursos y personal médico.
Todas estas circunstancias se ven agravadas cuando la paciente que enfrenta la posibilidad de un aborto espontáneo lo desconoces, en razón de los prejuicios fomentados desde la religión que practica, agudizándose ello cuando de sectas protestantes se trata.
Entonces si bien hay quienes se provocan un aborto y ello constituye un crimen que debe procesarse por las leyes vigentes, también hay los casos de quienes abortaron sin saber que su embarazo era de riesgo o padecía alguna de las afecciones citadas arriba, por lo que en estos no cabe procesarlas judicialmente, pues no son culpables, no fue intencional el aborto, y a la pérdida sufrida no es justo añadir más pesar.
Entonces para evitar más indeseables pérdidas de no natos inocentes, la sociedad deberá aportar los recursos técnicos y educativos necesarios, como las personas su mejor disposición para así aliviar esta tragedia.