Luis Arnoldo Colato Hernández
Los resultados de los dos últimos eventos electorales, en el que la victoria se decantara por el neo caudillismo más atrasado, típicamente fascista, conservador, pero por sobre todo, populista, con profundas alianzas ancladas en el pentecostalismo mas puritano, ha sentado una peligrosa relación en el poder reflejada ahora en la supresión de poderes, la intolerancia, la asignación de cargos de grave responsabilidad a incondicionales sin credenciales, y a un ejercicio en la cosa pública de espaldas al soberano, sin escrutinio, sin ninguna transparencia, dando pie a una cruda y descarnada cleptocracia que opera virtualmente al amparo de la seudo legalidad que le otorgara el mantra estatal del hoyo de la “reserva”, que supone una flagrante violación del texto constitucional, puesto que solo autoriza la reserva informativa cuando es relativa al tema militar.
¿Significa esto que los partidos tradicionales e históricos son mejores, que su ejercicio fuera impecable?
La sola pregunta esta fuera de lugar puesto que los partidos en general son un reservorio de oportunistas, de individuos sin ningún interés cívico y sí con la descarada ambición de hacerse con un cargo que le permita enriquecerse ilícitamente a costa del erario público, “un hueso” para carnear, con beneficios para su circulo cercano que también es de incapaces, lo que hace de la mayoría de estos individuos, unos a los que podemos analogar a las rémoras, y como aquellas, parasitarias siempre.
Muchos son los lamentables ejemplos que demuestran esta afirmación que además son de dominio público, pero con la complicidad de un aparato judicial corrupto, librados siempre en colusión de la corte de cuentas, también en la misma sintonía pues desde siempre estuvo cooptada por la política partidaria.
Por supuesto existen honorables excepciones de servidores públicos cuyos expedientes son ejemplares, pero lamentablemente no son los más, sino por mucho, los menos.
Ahora el esquema ha impuesto una impronta, un sello histórico con precedentes solo en los gobiernos militares, también populistas y codiciosos como el presente, que se asegurarán a sí mismos corrompiendo todo el aparato estatal, retrocediendo décadas de un plumazo, que además degenera en un abismo de insustento legal que no podrá conservarse, porque los costes ya se hacen sentir, y que derivaran en probablemente décadas de abismos negros legales que además, alejaran como ya hacen, toda inversión en el país, porque simplemente nadie arriesgará sus capitales en un estado ausente de ley, regido por capricho, y consecuentemente inviable en las actuales circunstancias.
Los cambios que necesitamos no pueden derivar de acciones opuestas al estado de derecho, sino como consecuencia del natural desarrollo que implica la participación ciudadana, lo que supone que debemos “limpiar la casa”, pero no del modo que se ha practicado, y si en estricto apego a la norma establecida, a la constitución.
El retroceso implícito al autogolpe supone entonces incluso la posibilidad de la inviabilidad, pues al naturalizarlo, la población simplemente se abre a males mayores como el narco, que sin duda encontrara en la anulación del estado de derecho, el nicho ideal para establecerse paralelamente.