Orlando de Sola W.
Como toda relación humana, las relaciones de producción dependen de nuestra actitud, no del modo en que se produce.
Solo hay un modo de producir bienes y servicios; y es combinando los Factores de Producción, Tierra, Capital y Trabajo, también conocidos como Personas, Recursos y Bienes. Con esa trilogía resaltamos el valor humano, que no depende de gotas de sudor derramado, ni calorías gastadas, sino de dignidad heredada, sin distingos de raza, religión, clase, condición, o posición.
No es el modo de producción que otorga nuestra dignidad, sino nuestros sentimientos y pensamientos, que nos permiten vencer la pereza, produciendo y consumiendo con prudencia, justicia, fortaleza y templanza.
Nuestra producción y consumo pueden concretarse en el estado, en el mercado, o en ambos; sin lucro o con lucro, pero siempre buscando el bien común, o beneficio social que satisfaga el mayor numero de necesidades, deseos y aspiraciones, que solo son humanas.
Aun bajo inaceptables condiciones laborales y con primitivos instrumentos de trabajo, las personas somos el factor indispensable en el proceso productivo de bienes y servicios.
Por eso no debemos explotar, ni expoliar a nuestros semejantes. Y por eso nos preguntamos si entre esclavos, siervos y empleados hay diferencias sustanciales, o si hay similitudes, puesto que somos humanos y tenemos los mismos vicios y virtudes que desde siempre moldean nuestras relaciones laborales, sociales y humanas.
El hombre siempre ha sido “lobo del hombre” en la medida que ha dejado de ser “buen salvaje”.
Nunca estamos solos en la polis, ni en la civis, que es la otra manera de entender nuestra vida en comunidad.
En la antigüedad hubieron esclavos que se convirtieron en maestros de los hijos de sus amos. Otros fueron administradores de sus bienes y algunos hasta esposos de sus cónyugues. En el presente, sin embargo, hay empleados que por serviles parecen siervos y por falta de voluntad esclavos.
Todos vendemos nuestro tiempo de vida a otras personas, o grupos de personas, comenzando por la familia. Las relaciones interpersonales, familiares, o laborales marcan la dependencia mutua entre comprador y vendedor, empleador y empleado, amo y esclavo. Son difíciles de explicar esas relaciones humanas, como lo fueron en el pasado la servidumbre y la esclavitud. Pero en toda relación humana hay elementos de dominación-sumisión que no podemos negar. Aunque el eje moderno de las relaciones laborales gira alrededor de una paga, no por ello dejan de ser humanas, con todo lo que implica.
En cualquier modo de producción, en cualquier momento de la historia, las personas hemos sido el factor mas importante. Sin nuestro esfuerzo no puede haber ciclo productivo, ni ahorro, ni inversión, ni consumo de bienes y servicios.
En cualquier modo de producción a veces dañamos los recursos naturales, por lo que debemos tomar medidas para reparar el daño ocasionado por nuestra actividad. No hay acción, individual o colectiva, que no tenga efectos. No hay actividad agrícola, industrial, minera, o comercial que no afecte al medio ambiente. Por eso debemos cuidar lo que hacemos, pensamos y sentimos, pues las ideas, como las emociones, también tienen consecuencias.
Ser, hacer y tener, dijo Tomás de Aquino en el siglo XII, son los verbos mas importantes de la humanidad. Todo verbo representa acción.
Por eso tener, o poseer, ha llegado a ser tan importante para nosotros. Pero la propiedad mas importante no es la de recursos, bienes, o cosas; pues no fueron los esclavos en la antigüedad, la tierra en el feudalismo, o las máquinas en la revolución industrial lo mas importante, sino la propiedad de nuestros pensamientos y sentimientos, que por íntimos y privados no pueden ser expropiados, ni confiscados, solo modificados con persuasión, lo cual implica dialogar con igual dignidad, para que no sea imposición. Esa relación requiere de voluntad de las partes, aunque sean empleado y empleador, siervo y señor, amo y esclavo.
En todo caso, la necesidad de sobrevivir no justifica la imposición, dominación, explotación, o despreciar al otro. Eso, sin embargo, es lo que sucede entre familias, clanes, tribus y estados nacionales, cuando no comparten costumbres, hábitos y tradiciones, lo cual se dificulta por la carencia de virtudes y abundancia de vicios, como odio, envidia, codicia y crueldad.