German Rosa, s.j.
Hemos reflexionado que Rutilio Grande fue mártir y profeta de la fe, la solidaridad y la esperanza (Cfr. https://www.diariocolatino.com/rutilio-grande-profeta-martir-la-fe-la-solidaridad-la-esperanza/). El P. Peter Hans Kolvenbach, Superior General de los jesuitas en los años 80, cuando visitó El Salvador el 3 de marzo de 1988, al celebrar la eucaristía dijo estas palabras en su homilía: “En esta mañana nos reunimos aquí en El Paisnal, junto a la tumba llena de recuerdos y de ejemplos de ese gran sacerdote y jesuita, hermano nuestro y hermano de los hombres, sobre todo de los más pobres, que es Rutilio Grande. Su testimonio nos invita a celebrar la Eucaristía por la paz en Centroamérica, por una paz, don de Dios, pero que no puede brotar y mantenerse sino a través de la justicia y del compromiso de cada uno de nosotros para lograrla”. Y concluyó su homilía explicando que Jesucristo nos envía, así como envío al P. Rutilio, entre los hombres, con la seguridad firme, en la fe de su resurrección, para hacer posible la paz del cielo incluso sobre la tierra.
Rutilio Grande amó y sirvió a los empobrecidos de Aguilares, de El Paisnal y del país. Su vocación de servicio a las mayorías empobrecidas estaba nutrida con la savia del Evangelio y se inspiraba en la misma Constitución de la República para denunciar las injusticias. Así dan fe los que le conocieron: “En esos momentos de gran tensión siempre se creció apareciendo como un gran hombre. Sus debilidades y enfermedades pasaban automáticamente a un segundo plano, dejando paso al profeta que denuncia desde el Evangelio y al ciudadano que reclama el cumplimiento de la Constitución de la República” (Varios. 1978. Rutilio Grande. San Salvador, El Salvador: UCA EDITORES, p. 102).
Es interesante cómo Rutilio siempre dialogó con las autoridades del gobierno, a todos los niveles. Siempre habló con transparencia y explicó su posición, la de la Parroquia y la de los campesinos. Así mismo, siempre tuvo una actitud firme en cuanto a la defensa del bien del pueblo, de los derechos de los ciudadanos proclamados por el Evangelio. Así fue Rutilio, cumplió con su deber de ciudadano y vivió a fondo su vocación cristiana.
1) Rutilio, profeta y mártir de la esperanza del Reino de Dios
Rutilio Grande fue un profeta y mártir que anunció con su vida la buena noticia y la utopía del Reino de Dios (Cfr. Mt 13,44 – 58). El auténtico profeta suscita reacciones de los antagonistas que se sienten inquietos y, al mismo tiempo, amenazados por el mensaje que este anuncia. Los antagonistas son aquellos que tienen una apuesta y opción distintas a la esperanza anunciada por el profeta, pero también sienten que se estremecen las estructuras de poder sobre las que están asentados. Y al igual como ocurrió con Jesús, tal como lo expresan los cuatro Evangelios, los antagonistas organizan sus reacciones, las conspiraciones, la condena y la ejecución del profeta.
Rutilio fue un profeta y un mártir de la esperanza del Reino de Dios, de la salvación de Dios para los pobres y para toda la humanidad, pero también de la solidaridad con los empobrecidos, los humildes y los sencillos. Ante el individualismo que empuja a la idolatría de la riqueza, Rutilio propuso la solidaridad a la base de una sociedad más equitativa; ante la idolatría del poder que busca el mayor beneficio y la mayor utilidad para un grupo minoritario, propuso la práctica del bien universal desde la opción preferencial por los pobres, los humildes y sencillos; y ante la brutalidad de la violencia, la dominación y la imposición por la fuerza, propuso el camino de la fraternidad, la convivencia, el diálogo y la paz que se logra con la justicia. Rutilio vivió su profetismo unido a la utopía. El verdadero profeta intercede por el pueblo. Esto demuestra una dimensión de solidaridad propia de la vocación profética. Así vivió Rutilio Grande su vocación humana y cristiana hasta el martirio.
Rutilio conoció con objetividad los problemas que vivía su pueblo. Cuando hablamos del auténtico profetismo de Rutilio Grande, lo hacemos desde las coordenadas precisas en el contexto histórico de los años 70 en El Salvador. Rutilio vivió con los pies en la tierra de Aguilares, El Paisnal y El Salvador, su tierra natal. Anunció el Reino de Dios y denunció el mal y el pecado personal, social y estructural. No cabe duda que su actuación profética estaba orientada a un horizonte último. Pero el profetismo de Rutilio estaba fecundado por la Sagrada Escritura, el Magisterio de la Iglesia, la gracia de Dios y la novedad radical del Espíritu. El trabajo apostólico de Rutilio estuvo en función del reino de vida en contraste con la realidad de la pobreza, de las limitaciones reales históricas de los pobladores de Aguilares, El Paisnal y también del país. Su esperanza lo indujo a buscar formas concretas para hacer posible una sociedad donde reine la vida. Su acción profética estuvo lanzada siempre hacia este horizonte, para hacer posible una transformación de la realidad del país.
Rutilio fue un profeta con realismo. No hay verdadera esperanza si no se asume un compromiso esperanzador por la justicia que nace de la fe. Esta se convierte en la matriz de las obras de la justicia. Ignacio Ellacuría dijo en su momento, que la marcha profética hacia la utopía es impulsada por una gran esperanza. Y en nuestra tierra latinoamericana, ha habido auténticos ríos de esperanza. La esperanza cristiana ha sido una fuente del dinamismo para buscar alternativas y soluciones ante los dramas de la injusticia y la pobreza (Cfr. Ellacuría, I. (1989). Utopía y profetismo desde América Latina: un ensayo concreto de soteriología histórica. Revista Latinoamericana de Teología, UCA, p. 157).
2) Rutilio, un profeta que optó por los pobres y fue solidario hasta el martirio
El profetismo de Rutilio Grande, tuvo como fundamento la opción por los pobres. La Constitución Pastoral del Concilio Vaticano II, Gaudium et spes (los gozos y las esperanzas) Nº 1, dice: “las tristezas y las angustias de los hombres de nuestro tiempo, sobre todo de los pobres y de cuantos sufren” son los de la Iglesia, y los documentos de las Conferencias Episcopales de Medellín, Puebla, Santo Domingo y Aparecida, actualizaron esta invitación de Gaudium et Spes como la opción preferencial por los pobres.
El profetismo tiene como horizonte utópico el Reino de Dios, y así lo vivió y entendió Rutilio Grande. También así lo expresó Ignacio Ellacuría en 1989: “El profetismo de la denuncia, en el horizonte del reino de Dios, traza los caminos que llevan hacia la utopía. El no del profetismo, la negación superadora del profetismo, va generando el sí de la utopía, en virtud de la promesa, que es el reino de Dios, ya presente entre los hombres, sobre todo desde la vida, la muerte y resurrección de Jesús, que ha enviado su Espíritu para la renovación, a través de la muerte, de todos los hombres y de todas las cosas” (Ellacuría, I., 1989, p. 155).
Y desde el horizonte utópico del Reino de Dios se desenmascaran las grandes seudo-utopías que nacen de las idolatrías que más daño han hecho en la historia, y estas son las idolatrías al poder, a la riqueza y a la violencia como fuente de imposición por la fuerza cristalizada en distintas estructuras de dominación.
Los pobres fueron los destinatarios directos de la buena noticia que Jesús predicó. De hecho el 90% de la población en el pueblo de Israel en tiempos de Jesús era constituido por la población pobre. Y en América Latina el despertar de los pobres al acoger la buena noticia del Reino de Dios, los convirtió en pobres activos. Muchos pobres que sufrían su miseria con resignación sin apenas darse cuenta de la injusticia que sufrían, se convirtieron en agentes de cambio. No se niega la importancia, incluso profética, del pobre por el mero hecho de ser pobre, pues así ocurrió históricamente cuando Jesús anunció la buena noticia: muchos pobres escuchaban a Jesús. Pero cuando esos pobres incorporan espiritualmente su pobreza, cuando toman conciencia de lo injusto de su situación y de las posibilidades y aun de la obligación real que tienen frente a la miseria y a la injusticia estructural, se convierten de sujetos pasivos en activos, en auténticos testigos del Evangelio (Cfr. Ellacuría, 1989, p. 157).
Rutilio fue el gran bálsamo y maquilishuat que dio alivio, consuelo, acogiendo a su pueblo en los momentos más agradables como en los más difíciles del contexto de polarización política y bélica de los años 70’s. Vivió su sacerdocio como un árbol frondoso inspirando la confianza, la seguridad que solo dan los hombres de una integridad como la que tuvo él. Hombre de la palabra de Dios y del testimonio de vida que caminó con su pueblo por las veredas, las calles polvosas de El Paisnal, de Aguilares, y de muchos otros pueblos. Su ejemplo arrastró a su pueblo para vivir el Evangelio. Nunca se podrá olvidar aquel 12 de marzo de 1977 cuando fue asesinado Rutilio Grande: “en el sector conocido en la actualidad como ‘Las tres cruces’ en la carretera que conduce a la ciudad de El Paisnal. Mientras se conducía en su automóvil Volkswagen Safari blanco, junto a Manuel Solórzano, de 70 años, y Nelson Rutilio Lemus, de 16, una unidad de la GN los emboscó, ametrallándolos en la carretera, sus cuerpos presentaban muchos orificios de bala de diferentes calibres” (http://www.resumenlatinoamericano.org/2017/03/13/el-salvador-testimonio-de-uno-de-los-asesinos-del-padre-rutilio-grande/).
3) Rutilio Grande nos enseñó que las soluciones se construyen con esperanza y solidaridad
En el país Rutilio posiblemente no es una personalidad muy conocida. No hay calles, edificios o lugares públicos que tengan el nombre de Rutilio Grande. En Aguilares y El Paisnal hay algún monumentos público que conmemora la vida y la obra de este gran hijo de El Paisnal y Párroco de Aguilares. Sin embargo, si encontramos un maquilishuat en nuestro camino, no olvidemos que Rutilio Grande fue como este gran árbol sacerdote que continúa dando cobijo, consuelo, esperanza y acogida a su pueblo, porque su semilla sigue plantada en los corazones de todo hombre y mujer que vive coherentemente la opción por Jesús, por el reino de Dios y trabaja para construir un país justo, solidario y fraterno. Y también, si encontramos un árbol de bálsamo, no olvidemos que Rutilio Grande fue como este árbol curativo que supo vendar las heridas, curar y acompañar a su pueblo (Cfr. https://www.diariocolatino.com/rutilio-gran-balsamo-gran-maquilishuat-del-paisnal-aguilares/).
No podemos olvidar que Rutilio Grande fue el primer sacerdote martirizado en el país en uno de los períodos más conflictivos de la historia en El Salvador. Después de Rutilio continuaron otros sacerdotes, religiosas, agentes de pastoral y tantas personas que vivieron el martirio como él. Y el más conocido, es el martirio de Mons. Oscar Romero. En realidad, el homenaje más importante a los mártires del país no son los monumentos, ni solamente los recuerdos materiales, aunque siempre vale la pena construirlos y conservarlos porque ayudan a mantener viva la memoria histórica de su entrega y su amor por el país, pero si queremos rendirles homenaje a la altura de sus vidas, hagamos el tributo de esclarecer la verdad de sus muertes criminales, y también retomemos la antorcha de su testimonio de vida haciéndolo nuestro, actualizando en nuestras vidas su manera de sentir, de vivir y de practicar el Evangelio. Mons. Romero, que vivió un gran cambio en su vida a partir de la muerte de su amigo Rutilio Grande, en la homilía de las exequias de este gran árbol sacerdote y sus dos amigos que lo acompañaban, expresó estas palabras al concluir su mensaje: “Hermanos, salvadoreños, cuando en estas encrucijadas de la Patria, parece que no hay solución y se quisieran buscar medios de violencias, yo les digo, hermanos: Bendito sea Dios que en la muerte del Padre Grande la Iglesia está diciendo: Sí, hay solución, la solución es el amor, la solución es la fe, la solución es sentir la Iglesia no como enemiga, la Iglesia como el círculo donde Dios se quiere encontrar con los hombres.
Comprendamos esta Iglesia, inspirémonos en este amor, vivamos esta fe y les aseguro que hay solución para nuestros grandes problemas sociales.
Esto quiero agradecer también como arzobispo a todos los que trabajan en esta línea de la Iglesia, iluminadores de fe, animadores de amor, prudentes con la doctrina social de la Iglesia. Gracias, queridos hermanos, todos los que nos acompañan en esta hora de dolor” (Mons. Oscar Romero, Homilía del 14 de marzo de 1977). Rutilio Grande fue un cristiano comprometido con esta Iglesia que se puso al servicio del Reino de Dios de la cual habló Monseñor Romero en esta homilía.
Ante los grandes problemas del país sí hay solución, con fe, esperanza y la práctica del amor que nos lleva a hacer posible la justicia. Sí hay solución si somos auténticos testigos de una fe y una confianza que trascienda los obstáculos, los problemas y las crisis sociales, políticas y socioeconómicas. Si hay solución si nos comprometemos a construir una sociedad justa y solidaria de manera creativa con propuestas realistas que nos ayuden a salir de la pobreza, de la violencia y de la inseguridad.
La vida de Rutilio está impregnada del Reino de Dios que se proclama en la misa salvadoreña cuando entonamos en el canto de entrada aquella famosa estrofa: “Vamos todos al banquete, a la mesa de la creación, cada cual con su taburete tiene un puesto y una misión”. Esta es la utopía del Reino con la imagen del gran banquete al que está invitada toda la humanidad. Este es el gran sueño de Jesús y que se convirtió en la utopía de Rutilio, que seguramente ya participa con el mismo Jesús de su gran banquete celestial. Y ahora una de nuestras utopías inmediata es la beatificación del P. Rutilio Grande con sus amigos Manuel Solórzano y Nelson Rutilio Lemus, y también la canonización de Mons. Oscar Romero. Todos ellos mártires que nos han mostrado el camino que nos conduce a Dios y a la realización de su proyecto de fraternidad, de justicia y de solidaridad en el país y en la historia.
Dios ha bendecido grandemente a El Salvador y no nos ha abandonado jamás. En medio de sus últimos años de historia turbulenta, nos ha enviado a grandes hombres de fe, el Padre Rutilio Grande y Monseñor Óscar Romero, que pueden ser referentes auténticos, absolutamente confiables, porque han dado testimonio de su seguimiento de Jesús y de su amor por los pobres, a lo largo de toda su vida y con su propio martirio. Hombres de nuestro tiempo, con un mensaje universal, pero a la vez con un mensaje tan cercano, tan familiar, porque han vivido tocando esta misma tierra y esta realidad que nosotros aún tenemos en nuestras manos. ¿Cómo no confiar en quienes dan la vida por los demás?… en palabras del Evangelio, “No hay amor más grande que éste: dar la vida por sus amigos” (Jn 15,13). De modo que podemos sentirnos confiadamente invitados a mirar como referentes de vida a estos dos hombres y valorarlos para construir nuestra sociedad sobre los cimientos de los valores cristianos que ellos nos han enseñado: el amor, la fe, la justicia, la solidaridad, la compasión, el compromiso, el valor, la autenticidad, la pureza y conversión de corazones, el perdón, el trabajo y el esfuerzo alegre y compartido.
Ojalá las nuevas generaciones se den la oportunidad de conocer la vida de estos dos grandes hombres, porque al hacerlo se estarán dando la oportunidad de escuchar, a través de testimonios cercanos, nuestros, el mensaje de Jesús. El Padre Rutilio Grande y Mons. Óscar Romero fueron dos amigos que cambiaron la historia de la Iglesia en El Salvador (Cfr. https://www.diariocolatino.com/mons-oscar-romero-p-rutilio-grande-dos-amigos-cambiaron-la-historia-la-iglesia-salvador/). Y continúan transformando vidas y comunidades, indicándonos el camino que nos conduce hacia Dios generando esperanza ante tanta desesperanza en un mundo donde, a pesar de tanta violencia, existen posibilidades para construir la paz auténtica que se funda sobre la justicia para lograr la reconciliación.