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Alejandro Selso, padre de la parroquia San José, de Quezaltepeque, celebra la santa eucaristía en la cripta de catedral metropolitana. Foto Diario Co Latino / Ricardo Chicas Segura

Monseñor Romero, el buen samaritano que busca el bien común

@AlmaCoLatino

El beato Monseñor Romero comprendió cada vez más claramente que para ser el pastor de todos tenía que empezar por los pobres, ponerlos en el centro de las preocupaciones pastorales de la Iglesia, el amor preferente por los pobres, era lo que sostenía al obispo mártir, quien se convirtió en el buen samaritano que buscó el bien común. Este fue el mensaje principal en la misa celebrada en la Cripta de Catedral Metropolitana por el sacerdote Alejandro Celso.

El religioso dijo que la Cripta donde reposan los restos de Monseñor Romero es un lugar de reunión y bendición, donde en cada homilía se recuerda el mensaje profético y de amor que predicó.

Asimismo, explicó que no es automático que quien frecuenta la casa de Dios y conoce la misericordia sepa amar al prójimo, se puede conocer toda la Biblia y los libros litúrgicos, el amar tiene otro camino, tal como este domingo lo relata la parábola del Buen Samaritano, que se detiene y ayuda al necesitado.

“El sacerdote y el levita ven, pero ignoran; miran pero no proveen, sin embargo, no existe verdadero culto si eso no se traduce en servicio al prójimo.  Frente al sufrimiento de tanta gente agotada por el hambre, la violencia y la injusticia, no podemos permanecer como espectadores. Ignorar el sufrimiento del hombre significa ignorar a Dios, si yo no me acerco a ese hombre, esa mujer, ese niño o anciano que sufre, no me acerco a Dios”, resaltó Celso.

Dios, más que la televisión, más que los actores de moda, ha escogido para hablar a la sociedad, para mostrarse a todos, el silencio del indigente, la desfachatez impuesta de la prostituta, el llanto del niño maltratado, la humildad del inmigrante, la rabia del preso, la soledad de la mujer desesperada, la honestidad y limitación del voluntario.  Los rechazados por la sociedad, ha resultado ser la tribuna que Dios ha escogido, para comunicarse con la humanidad.

Monseñor Romero es claro ejemplo del buen samaritano, quien enseña que la compasión y el amor, no es un sentimiento vago, pero significa cuidar del otro al punto de pagar personalmente, significa comprometerse cumpliendo todos los pasos necesarios para “acercarse” al otro hasta identificarse con él; “amarás a tu prójimo como a ti mismo” tal como lo pide Dios, y fue cumplido a exactitud por el beato Romero.

Monseñor Romero creía en su función como arzobispo y se sentía responsable de la población, especialmente de los más pobres, por eso se hizo cargo desde su magisterio y desde su tarea de la sangre, del dolor y de la violencia, denunciando las causas que enfrentaban a la nación y que se conocían a través de su predicación dominical, seguida a través de la radio por toda la nación.

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