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Monseñor Romero en el Siglo XXI

César Ramírez
@caralvasalvador

Vivimos en una nación privilegiada por la realidad histórica, decease cada quién tiene un lugar con memoria participativa de las últimas décadas, la diferencia entre unos y otros es… dónde le encuentra la Historia;  mientras los defensores de antiguas estructuras sociales con sus pensamientos conservadores y maniobras represivas son perseguidos por la justicia internacional, las víctimas celebran los fallos de Cortes Internacionales que no olvidan a sus familiares o amigos, de esa forma mientras Monseñor Romero recibe un reconocimiento mundial de la Iglesia católica, sus asesinos son mencionados por una especie de memoria negativa, al igual que todos aquellos que en su momento pidieron su muerte y celebraron su asesinato;  no obstante, millones de cristianos celebran su vigencia en todas la iglesias del mundo porque la humanidad se dignifica con su ejemplo.  En éste Siglo XXI  como hace miles de años el Jesús Histórico se atrevió a cuestionar las estructuras de poder, con metáforas liberadoras de la materialidad que aún en nuestro tiempo son subversivas, esa proclamación por la justicia, la verdad o la vida, probablemente continuará como signo contradictorio hasta el fin de los tiempos,  puesto que la desigualdad continuará porque no existe un modelo terrestre que logre eliminar las diferencias: financieras, tecnológicas, industriales, científicas etc. entre las naciones del primer mundo y resto del planeta. El modelo que vivimos genera mucha miseria, pero también virtudes, de esa manera la guerra civil dividió a la nación, acá parecía que las familias con miembros activos en uno y otro bando jamás se reunirían de nuevo, incluso la Iglesia institucional se dividió, algunos apoyaban las reformas, mientras otros rechazaban cualquier cambio social, incluso democrático.

Ignacio Ellacuría escribió: “…el caso de monseñor Romero, hoy reivindicado en su pastoral por Juan Pablo II, quién se caracterizó por su condena frontal contra la injusticia y la represión institucionalizada sin que por ello fallara en sus críticas a los movimientos revolucionarios, a los que alaba su entrega a la liberación popular, pero a quienes reprochaba sus posturas ideologizadas y algunas de sus prácticas poco humanas” (pág 298 Veinte años en El Salvador);  Ellacuría indicaba el liderazgo de Romero en una Iglesia en medio de la violencia irracional, de ahí su enérgica condición sacerdotal que le convierte en obispo mártir, mientras la sociedad contempla la represión abierta contra sacerdotes, masacres a civiles, centenares de miles de refugiados, etc. El ejemplo de aquella Iglesia fue intentar construir el Reino de Dios en la tierra, Monseñor Romero se esforzó al máximo en esa realidad, al igual que miles de salvadoreños en las organizaciones populares que dieron sus vidas por un mundo mejor, esa coincidencia cristiana y revolucionaria florece en la democracia que vivimos, la cual confirma la sabiduría popular por los cambios sociales; ahora que el papa Francisco y el Vaticano reconocen en monseñor Romero un mártir de la fe, un nuevo horizonte histórico permite esperar que a nadie se le asesinará por intentar construir el reino de Dios en la Tierra; vivimos una feliz coincidencia entre cristianos y los viejos revolucionarios ahora convertidos en demócratas, que parece ser la victoria del pueblo junto a Monseñor Óscar Arnulfo Romero, confirmando su vigencia histórica.

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